Dos hijos en camino.
Midnight Sun, 1810.
El día pronosticaba paz, silencio y tranquilidad. Recién habían fundado el nuevo pueblo, que a ojos de la humanidad no existía, bueno para una gran porción de ella.
Solo las distintas criaturas sabían el verdadero propósito de aquel lugar, ser un refugio, de esos en los que sabes que estarás a salvo porque nunca te encontraran, y que podrás vivir sin correr riesgos.
Pero nada es para siempre.
─William, ¿estás seguro de que no nos encontraran aquí?.
Aunque sabía la respuesta que le daría su esposo, quería hacerlo dudar, al menos solo por un segundo, era algo loco el hecho de fundar un pueblo e irte a vivir ahí, sin implantar alguna medida de seguridad, y más en esos tiempos.
─Si ─como lo temía, no dudó, no pensó, solo respondió como una máquina, una que lo tenía todo perfectamente calculado.
Y eso era una mierda, se acercaba una guerra, una que incluía mortales, todos peleaban y se traicionaban entre sí, no se podía confiar ni en la propia sombra, y los mortales buscaban el menor indicio sobrenatural para exterminarlo.
Era algo inteligente de su parte, no tenían fuerza, poder, ni nada que los hiciera notar o anotar por sobre el resto, por eso les convenía acabar de apoco, o racionalmente para asegurar su subsistencia.
─Un pueblo en medio de la nada no impedirá que nos traicionen, no sabemos quién es bueno y quien es malo, entre nosotros podrían haber traidores.
─Alice...
Interrumpió a su mujer.
─Como tampoco podrá impedir que los mortales nos encuentren.
Por primera vez logró su cometido, hizo a su esposo dudar de sus acciones.
─Y que quieres mujer, que caminemos por ahí, por las calles ─se estaba enojando, estaba harto de que su mujer siempre cuestionara sus acciones─, estamos en peligro, y esto, escondernos bien lejos de la humanidad, fue lo mejor que se me ocurrió.
─Está bien.
No dijo más, solo esperaba que su esposo no se equivocara esta vez, porque miles de vidas dependían de su decisión.
─Alice, ¿estás bien?.
Alzó la vista del pasto, era su cuñado Jacob.
─Si, solo me disgusté con William, está tan seguro de que aquí estaremos bien, pero tengo el presentimiento de que no es así, algo anda mal.
Algo dentro de ella le advertía, le gritaba peligro, y sus presentimientos nunca fallaban, por eso temía no equivocarse, no fallar.
─Alice, por favor, no puedes andar por ahí preocupada o disgustada, le hará mal al bebé y sab…
Fue interrumpido por la mano que su cuñada colocó en su boca de manera desesperada.
─Estás loco Jacob, no puedes ir pregonando a los cuatro vientos que estoy embarazada─ susurró, nadie sabía aún el secreto que guardaba en su interior, solo su cuñado había sido lo suficientemente perspicaz para notarlo─. Nadie, ni siquiera tu hermano lo puede saber aún, no me permitiré poner en peligro a mis pequeños.
El hombre la miró confundido.
─¿Pequeños? ─hundió sus cejas hasta formar una gruesa y única línea─. Pero como sabes que son dos, es muy pronto aún.
La mujer sonrió.
─Tengo un presentimiento.
El hombre negó divertido.
─Tú y tus presentimientos ─resopló sin perder la gracia─, vamos, te ayudaré a recostarte, ahora deberás descansar por tres.
La emoción no cabía en él.
─Mierda, tendré dos sobrinos ─no pudo evitar gritar y removerse, desde que notó el embarazo de su cuñada, andaba muy emocionado, él no podría ser padre nunca, pero ahora sus sobrinos serían más que eso, serían como sus hijos, sus consentidos.
Su hermano sería muy feliz cuando supiera la noticia, quien en su lugar no lo estaría, los hijos son una bendición.
Lástima que la felicidad duraría tan poco.
҂҂҂
─Hunter, ¿Qué haces aquí solo a esta hora?.
El aludido no respondió, solo suspiro, se le veía ausente, triste y desolado.
─ ¿No deberías estar dentro cuidando a tu mujer embarazada?.
Insistió pero el hombre aún no reaccionaba a su entorno.
─Hunt…
─Victoria perdió a nuestro hijo.
No supo que responder en ese momento, su amigo no tuvo una vida fácil, siempre desde pequeños tuvieron que luchar para sobrevivir, era un buen amigo, un buen esposo, era un hombre de oro y lo menos que el destino podía hacer por el sería permitirle ser padre, no hacerle más infeliz de lo que ya era.
─Mierda amigo, otro más, en verdad lo siento mucho.
Su amigo intentó sonreír, pero solo salió una mueca.
─Van tres, comienzo a creer que ser padre no es para mí.
─No ─negó en rotundo─, si alguien merece ser padre, ese eres tú, tal vez sean solo problemas de fertilidad u ovulación, ya sabes cosas de mujeres.
Todo tienes solución, no te rindas.
Sintió unos brazos que lo apretaron fuerte.
─Gracias ─sollozó, se sintió mal no poder brindar más ayuda que una pobre consolación─. Iré a casa, Victoria debe de estar devastada.
Lo observó irse, y se lamentó de su situación, el más que nadie sabía todo el esfuerzo que hacían Hunter y su esposa para tener hijos, y nada daba resultados.
Él también quería ser padre, pero no ahora, se encontraban en un inminente peligro, y un hijo sería una vida más en peligro, el solo deseaba acabar con todo para luego formar una familia feliz con su amada esposa.
Y tal vez ese era un motivo por el cual su amigo no podía cumplir su sueño de ser padre, tal vez el destino les aguardaba esa felicidad para tiempos mejores.
Decidió volver a su casa, con su esposa, esta mañana no terminaron en buenos términos, no le agradaba la idea de estar en desacuerdo con su esposa, iría allí la besaría y diría cuanto lo amaba, luego harían las paces y cenaría la deliciosa comida que preparaba, necesitaba olvidarse por al menos una noche del peligro, los problemas ajenos y cualquier cosa que no fuera felicidad y amor.