El estridente sonido de las últimas canciones más sonadas de la semana, no paraba de sonar a mi alrededor. Los pequeños altavoces perfectamente distribuidos a lo largo del local, se encargaban de eso. Quien podría asegurar que estábamos en una simple cafetería. El aspecto desde fuera era de lo más normal, un gran edificio con una fachada blanca y enormes ventanales irradiando luz al interior. Lo típico que puedes encontrarte en la ciudad de Berkeley. Parecía que cada edificio de la ciudad habían decidido usar un diseño parecido. Aunque claro, debía reconocer que lo grandioso de ese lugar era su interior.
-¿Quien a terminado escogiendo este lugar? - pregunté -.
Rodé los ojos a mi alrededor. La estancia era mucho más grande de lo que anticipaba el exterior. Una de las cosas que más me habían asombrado era que el amplio salón con pequeñas mesas de diferentes alturas, las cuales muchas de ellas estaban abarrotadas de personas, estaba conectada a una terraza al aire libre en el cual nos encontrábamos. Por supuesto, el jardín no tenía nada que envidiarle al interior del local.
Este tenia mesas de pequeño tamaño que eran rodeadas por sofás de diferentes colores y tamaños. El entorno había sido decorado con vegetación, y estaba tan bien organizada que te hacía creer, que te encontrabas en un lugar completamente diferente a este. Una de las coas que más destacaba del lugar eran las enormes camas balinesas, en las cuales nos encontrábamos en ese mismo instante.
-¿De quien crees que ha sido la idea? - preguntó Alice con ironía -.
Alice y yo nos miramos, y automáticamente después le lanzamos una mirada de acusación a Abby. Ella estaba bebiendo de su bebida, distraídamente. Pero estaba segura de que nos había escuchado. Terminó el contenido azul de su bebida antes de que pudiese contar hasta tres.
-¡Estaba buenísimo! - Abby cogió la carta de bebidas y le hecho un vistazo - ¿Que debería pedir ahora?
-Te has propuesto probar cada cóctel que tienen aquí ¿verdad? - le dije a Abby -.
Ella me dedicó una sonrisa.
-Quiero probar los mejores sabores, y si tengo suerte quizás les pregunte como se preparan – admitió -.
-Así que por eso estamos hoy en este lugar – murmuró Alice -.
-Es un local nuevo al cual me moría por venir – Abby hizo un puchero – y por si fuese poco tiene un nombre genial.
-La luna – recordé -.
-Así es – asintió Abby – solo lleva unas dos semanas abierto y suele estar lleno casi siempre, aun lamento que no pudiésemos venir a la inauguración.
-Oye Abby – la llamó Alice frunciendo el ceño -.
-¿Si?
-Me puedes explicar que problema tiene Berkeley con el cielo y sus constelaciones – bromeó Alice -.
-¿Como? - intervine -.
-Casi todas las tiendas, restaurantes o bares de copas tienen nombres parecidos – comenzó a decir Alice – Star, Saturno y ahora este es la Luna.
-Tienes razón – murmuró Abby – pero espera, ¿Saturno? ¿Ese también es nuevo?
Alice se aclaró la garganta antes de responder.
-Es.... bueno..... es una tienda de videojuegos a la que Eric me llevo – dijo ella bajito -.
Solté un silbido. Me hacía muy feliz que Alice y Eric estuviesen avanzando tanto, estaba segura de que las pequeña cosas en común que ambos tenían eran puntos a favor enormes en su relación.
-Alice enamorada es algo muy épico – dije – no estoy segura de si debería escribir algo sobre esto, sería un testimonio de primera mano sobre tu primera relación oficial.
-¿Donde esta Aaron? ¿Crees que tendrá el teléfono móvil a mano para enviarle un par de fotos tuyas en las que parecías un pequeño marciano con las mascarillas que nos pusimos en tu casa? - soltó Alice -.
Casi me atraganté con el sorbo de mi bebida.
-Retiro lo dicho – levanté las manos en señal de rendición -.
En ese momento fuimos interrumpidas por uno de los camareros a los que había llamado Abby. Me parecía de lo más gracioso el uniforme que llevaban puesto cada uno de ellos. Constaba de un pequeño pantalón negro liso, conjuntado con una camisa blanca. Hasta este punto era todo muy sencillo. Pero el uniforme terminaba de completarse con unos tirantes negros y una pequeña pajarita de cuadros negros y blancos.
El chico llego con su pequeña tablet, donde apuntaba los pedidos de cada mesa.
-¿Que os falta por aquí, chicas? - preguntó nada más llegar -.
Abby volvió a mirar la carta por encima, pasando el dedo por cada uno de los diferentes nombres de cócteles. Parecía que se debatía entre un par de ellos. Cerró la carta y la dejo a su lado.
-Yo quiero probar el que lleva licor de fresa y mango – pidió ella -.
-Buen elección, sería un Ángel entonces – dijo el camarero mientras escribía en su tablet - ¿algo más?
Mire el contenido de mi vaso. No me había dado cuenta de que estaba vació.
-Me gustaría otro mojito – pedí -.
-Para mi un B-56 – dijo Alice -.