Minicuentos

Alegrías

Eran las siete de la noche y mis manos temblaban de cansancio,  trabajar  doce horas como forjador al frente de un horno (que es más caliente que el infierno) ¡es agotador!, afuera de la fábrica nevaba ferozmente, típico clima navideño en Inglaterra, todavía me faltaba golpear unas  piezas de hierro con el martillo, el capataz nos gritó enojado a todos para que termináramos rápido, yo comencé a trabajar el hierro desde que tenía quince años de edad, en ese entonces papá se casó y nos abandonó  por completo, entonces mi hermano menor y yo nos hicimos cargo del hogar, incluyendo de nuestra madre parapléjica. 

Cuando salí de la fábrica abrigué mi cuerpo con bufanda, guantes, gorro y abrigo, incluso así la fuerte brisa helada dañaba mi cara, se siente raro pasar de lo caliente a lo frio, caminaba lento debido al agotamiento, regalé unos peniques  a un ciego que mendigaba en una esquina, veía como otros cientos de obreros exhaustos (niños y adultos) salían de las industrias, las cuales cada vez crecían enormemente, la revolución industrial trajo el avance tecnológico pero también la explotación laboral.

Llegué a casa y salió a recibirme mi hija de cinco años, me abrazó por un largo rato, entré  y vi a mi esposa costurar unos abrigos para los niños, todos me saludaron muy contentos, mi hijo mayor me dio la grata noticia de que sus notas son las más altas de la escuela, mi esposa nos dio de cenar deliciosa sopa, alegres pasamos nuestra humilde navidad, ya que: cantamos, oramos, reímos, jugamos y platicamos alegremente.

Mi bella familia siempre me hacen olvidar mi terrible cansancio, cuando me voy a dormir lo hago con la conciencia en paz, agradeciendo a Dios por todas aquellas alegrías, las cuales hacen valer mis tremendos sacrificios.

Eran las siete de la noche y mis manos temblaban de cansancio,  trabajar  doce horas como forjador al frente de un horno (que es más caliente que el infierno) ¡es agotador!, afuera de la fábrica nevaba ferozmente, típico clima navideño en Inglaterra, todavía me faltaba golpear unas  piezas de hierro con el martillo, el capataz nos gritó enojado a todos para que termináramos rápido, yo comencé a trabajar el hierro desde que tenía quince años de edad, en ese entonces papá se casó y nos abandonó  por completo, entonces mi hermano menor y yo nos hicimos cargo del hogar, incluyendo de nuestra madre parapléjica. 

Cuando salí de la fábrica abrigué mi cuerpo con bufanda, guantes, gorro y abrigo, incluso así la fuerte brisa helada dañaba mi cara, se siente raro pasar de lo caliente a lo frio, caminaba lento debido al agotamiento, regalé unos peniques  a un ciego que mendigaba en una esquina, veía como otros cientos de obreros exhaustos (niños y adultos) salían de las industrias, las cuales cada vez crecían enormemente, la revolución industrial trajo el avance tecnológico pero también la explotación laboral.

Llegué a casa y salió a recibirme mi hija de cinco años, me abrazó por un largo rato, entré  y vi a mi esposa costurar unos abrigos para los niños, todos me saludaron muy contentos, mi hijo mayor me dio la grata noticia de que sus notas son las más altas de la escuela, mi esposa nos dio de cenar deliciosa sopa, alegres pasamos nuestra humilde navidad, ya que: cantamos, oramos, reímos, jugamos y platicamos alegremente.

Mi bella familia siempre me hacen olvidar mi terrible cansancio, cuando me voy a dormir lo hago con la conciencia en paz, agradeciendo a Dios por todas aquellas alegrías, las cuales hacen valer mis tremendos sacrificios.

Eran las siete de la noche y mis manos temblaban de cansancio,  trabajar  doce horas como forjador al frente de un horno (que es más caliente que el infierno) ¡es agotador!, afuera de la fábrica nevaba ferozmente, típico clima navideño en Inglaterra, todavía me faltaba golpear unas  piezas de hierro con el martillo, el capataz nos gritó enojado a todos para que termináramos rápido, yo comencé a trabajar el hierro desde que tenía quince años de edad, en ese entonces papá se casó y nos abandonó  por completo, entonces mi hermano menor y yo nos hicimos cargo del hogar, incluyendo de nuestra madre parapléjica. 

Cuando salí de la fábrica abrigué mi cuerpo con bufanda, guantes, gorro y abrigo, incluso así la fuerte brisa helada dañaba mi cara, se siente raro pasar de lo caliente a lo frio, caminaba lento debido al agotamiento, regalé unos peniques  a un ciego que mendigaba en una esquina, veía como otros cientos de obreros exhaustos (niños y adultos) salían de las industrias, las cuales cada vez crecían enormemente, la revolución industrial trajo el avance tecnológico pero también la explotación laboral.

Llegué a casa y salió a recibirme mi hija de cinco años, me abrazó por un largo rato, entré  y vi a mi esposa costurar unos abrigos para los niños, todos me saludaron muy contentos, mi hijo mayor me dio la grata noticia de que sus notas son las más altas de la escuela, mi esposa nos dio de cenar deliciosa sopa, alegres pasamos nuestra humilde navidad, ya que: cantamos, oramos, reímos, jugamos y platicamos alegremente.

Mi bella familia siempre me hacen olvidar mi terrible cansancio, cuando me voy a dormir lo hago con la conciencia en paz, agradeciendo a Dios por todas aquellas alegrías, las cuales hacen valer mis tremendos sacrificios.

Eran las siete de la noche y mis manos temblaban de cansancio,  trabajar  doce horas como forjador al frente de un horno (que es más caliente que el infierno) ¡es agotador!, afuera de la fábrica nevaba ferozmente, típico clima navideño en Inglaterra, todavía me faltaba golpear unas  piezas de hierro con el martillo, el capataz nos gritó enojado a todos para que termináramos rápido, yo comencé a trabajar el hierro desde que tenía quince años de edad, en ese entonces papá se casó y nos abandonó  por completo, entonces mi hermano menor y yo nos hicimos cargo del hogar, incluyendo de nuestra madre parapléjica. 

Cuando salí de la fábrica abrigué mi cuerpo con bufanda, guantes, gorro y abrigo, incluso así la fuerte brisa helada dañaba mi cara, se siente raro pasar de lo caliente a lo frio, caminaba lento debido al agotamiento, regalé unos peniques  a un ciego que mendigaba en una esquina, veía como otros cientos de obreros exhaustos (niños y adultos) salían de las industrias, las cuales cada vez crecían enormemente, la revolución industrial trajo el avance tecnológico pero también la explotación laboral.



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En el texto hay: misterio, ciencia ficcion, amor aventura

Editado: 07.12.2020

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