La temperatura era de menos treinta grados Celsius en Alaska, ahí mismo se hallaba un viajero perdido, afanosamente caminaba casi gateando debido a las poderosas ventiscas, a pesar de ir abrigado con pieles de oso el frio lo estaba consumiendo por dentro, le preocupaba que tras horas de caminata no llegaba a su destino, su rostro desencajado, y blanco por la nieve, se alegró cuando miró a lo lejos lo que parecía ser una cueva, como pudo llegó hasta allí alumbrándose con su linterna, obviamente no era el lugar que buscaba; pero al menos estaría seguro hasta que el clima mejorase un poco, sobre el techo rocoso del sitio habían enormes estalactitas, por lo cual caminó con sumo cuidado sin hacer ruido, él se puso angustiado cuando llegó al final de la cueva y vio el esqueleto de un gigantesco caribú, la osamenta tenía carne reciente que escurría sangre, había grandes marcas de dientes hechas sobre los huesos del occiso.
El sujeto nervioso con la mano temblorosa alumbraba por todos lados, pensaba que clase de fiera pudo comerse aquel grandísimo animal, de pronto unos fuertes gritos se escucharon provenientes de afuera, para averiguar que era aquello fue a la entrada de la cueva, desde ahí vio claramente que a unos cuantos pasos al frente estaba un ser bípedo, alto y corpulento, poseía mucho pelaje blanco y grueso, la cara era muy parecida a la de un gorila, sus manotas llevaban pedazos grandes de carne, de sus enormes dientes salía sangre, cuando el ser se dio la vuelta para irse, el viajero con mucho miedo corrió al fondo de la caverna, mientras evadía las estalactitas que caían del techo pensaba qué clase de monstruo había visto.