Me alarmo cuando me llega un mensaje de Anni que ya viene en camino. Busco cualquier cosa para ponerme. Cuando vine por primera vez tenía tan solo una maleta de ropa. Al llegar a mi nueva habitación me topé con que Fabiola me había llenado dos armarios enteros de ropa nueva. Así que tenía bastante para escoger.
Bien, será sencillo un jeans, una blusa de punto y una chaqueta de lona y unas vans... no mejor unos tenis por si tengo que correr, aunque esperaba estar equivocada.
Guardo mi celular y un poco de dinero, no es hasta que abro la gaveta, que miro el botón de pánico de Joseph. Dudo unos segundos, pero sin saber que más hacer lo guardo en el bolsillo de mi pantalón.
Anni ya está afuera esperándome, así que bajó las escaleras, después de haberme despedido de casi todos. En la puerta me encuentro a mi hermano, parado de brazos cruzados.
— ¿Qué pasa pequeñín? — pregunto preocupada.
— Llevas lo que te di, ¿verdad? — me dice ignorando mi pregunta, su tono deja a entrever lo preocupado que está.
— Si Jo — saca el aire que tenía contenido —, no te afanes, solo será hoy, me tendrás aquí mañana temprano, lo prometo.
— Eso espero, es solo que desde que tengo uso de memoria jamás nos hemos separado tanto tiempo, no me culpes — me dice y lo puedo sentir asustado. Es inevitable que recuerde esta mañana cuando estaba hablando con Violet. Le dije que costaba encontrar algo que asustara a mi hermano. Si supiera cómo se iba a poner ahorita, jamás habría dicho eso.
—No te culpo de nada, cuando sea al revés te pondré un chip rastreador — le digo, lo que nos hace reír, creo que no estoy exagerando, si sería capaz de ponerle un chip rastreador.
—¿¡Cómo no pensé en eso antes!? — se lamenta con la mano en su frente.
—Porque en las ocasiones más arriesgadas siempre suelo ser más brillante que tú — le digo revolviéndole el cabello.
—Eso quisieras — me dice, le doy un abrazo.
—Adiós pequeñín, te amo — le doy un beso en su mejilla antes de separarme.
—Adiós Naty, te amo — lo oigo decir antes de cerrar la puerta.
Salgo y me dirijo al lujoso auto de mi amiga.
Al entrar en lugar de recibirme con saludos, me reciben la discusión de los mellizos. Ambos están adelante, Ted como copiloto y Anni como piloto.
—Que tal Nat — me dice Edmon que está a mi lado —. Al menos esta vez tendré a un acompañante, somos el flamante público de las batallas de Anni y Ted. ¿Te apetece un café?
Me rio antes de escuchar el motor rugir.
Estamos en el tráfico de la ciudad cuando los mellizos retoman la discusión. Ted discute con Anni sobre tácticas de manejo y yo no puedo sentirme más incómoda.
No soy el mejor piloto, pero tengo que aceptar que soy mucho más diestra que Anni. Vamos a vuelta de rueda y ya más de diez peatones nos han rebasado, todos ellos caminando. Ted intenta convencerla de hacer cambio de lugar, pero Anni se encuentra en negación.
—Ed ¿qué tan lejos está ese lugar? — le pregunto un poco impaciente.
—Según mis investigaciones, Ted dice que está a tan solo una hora de aquí a Brooklyn — dice, después decide subir la voz —. ¡Pero a esta velocidad llegaremos como en diez horas!
—No es necesario que exageres — le dice Anni dolida.
—No está exagerando — le decimos Ted y yo al unísono a lo que ella se sonroja aún más.
—Anni podrías acelerar, aunque sea un poquito — le pido dulce.
—Nat ya se lo pedí de forma amable y no me hizo caso, por eso le comencé a gritar — me dice Ted.
—¡Está bien! — exclama Anni —, pero les juro que si chocamos y muero, iré tras ustedes en el más allá.
—También moriría Ted — agrega Edmon —, entonces ambos pelearían en el más allá y por fin tendremos paz en el mundo de los vivos.
—Ed, no había pensado en esa maravillosa posibilidad — le digo riendo —, adelante Anni, puedes acelerar desde ya.
Los mellizos fingen reírse y por fin Anni acelera, pasamos por el puente de Brooklyn, en donde el tráfico no es tan bullicioso.
—Así que el Lutazio es en Brooklyn — le digo bastante contrariada —, pensaba que era en el centro, en Manhattan.
—No, jamás encontrarás terrenos baldíos en un lugar de clase alta — me comenta Edmon, que para no tener experiencia en esto luce bien, una chaqueta de cuero y su camisa que supongo que el estampado ha de ser de uno de sus amados cómics.
—Por supuesto, ¿cuál es el itinerario cuando lleguemos Ted?
—Bueno, primero llenar nuestros estómagos, después podemos participar en algunos duelos...
—No quedamos en eso Ted — exclama Anni a su hermano —. Vamos solo a ver y quizás conversar un poco, pero solo eso.
—Y empezó la reina de las aguafiestas — le dice Ted —. Sabes en lugar de ir a pasarla bien porque no nos quedamos estudiando o viendo documentales, esos aburridos de National Geographic que solo a Nat y Ed deben de ver.
—¡Oye! — exclamamos ambos, pero antes de emitir mi punto de vista de lo útiles que son los documentales, unos policías nos detienen.
Le echo un vistazo a los oficiales, sus uniformes son de los más normales hasta que noto una característica específica en su insignia. Por encima de su escudo dorado hay un listón de color rojo, me acerco y casi puedo jurar que dice algo relacionado con el sur.
Me asustó aún más cuando un policía se acerca a la ventana —. Buenas tardes oficial ¿Pasa algo? — habla cautelosa.
—Buenas tardes señorita, necesitamos su licencia y su permiso de paso — le pide, alzó una ceja extrañada, volteo a ver a Edmon y este me hace una seña para que espere un poco.
Anni saca su licencia y una tarjeta amarilla, el policía las toma y se dirige a la patrulla. Supongo que para verificar su autenticidad. Regresa pocos minutos después y devuelve la licencia. Noto que la tarjeta amarilla la conserva a cambio le entrega una tarjeta roja, Anni la recibe y acelera.