Mirage: El Secreto de Zed

XXV

Capítulo 25. Zed Vikram.

ZED

Cuando era niño mi madre solía llevarme junto con mis hermanos a unos inmensos jardines donde años atrás se había casado con papá, recuerdo que era mi lugar favorito porque cada vez que íbamos mi hermano Keith insistía en llevar nuestros pequeños barcos de papel para jugar en el riachuelo del lugar después de nuestro picnic. Al volver a casa papá siempre nos prometía que cuando fuésemos más grandes nos llevaría a navegar al océano, pero obviamente él no cumplió su promesa. Mi padre es un líder, así que nunca ha tenido tiempo para nada, mucho menos para llevar a sus hijos a un viaje en altamar. De todas formas, eso no le quitó el encanto a mi lugar favorito; era mi lugar favorito porque siempre que iba estaba acompañado de las personas que más amaba.

Cuando tuve que dejar mi hogar hace cuatro años, nunca imaginé que el dolor de dejar a mi familia sería tan grande. Incluso los primeros dos años me replanteé una y mil veces el seguir con la misión, tenía a Ryker y a Tayana, que eran también parte de mi familia, pero con la distancia descubrí que mi hermano gemelo era una pieza importante para mi, y mi hermana era un motor que me animaba a superarme cada día para ser el mejor ejemplo para ella. Juntos nos complementábamos y estar sin ellos fue por mucho un gran sacrificio.

Cuatro años sin verlos ha sido difícil, por eso cuando me encuentro de frente con mi hermano Keith, me siento en una caída libre, revuelve todo mi interior, me desvalanza y por un momento pienso que tal vez estoy alucinando... pero cuando el idiota sonríe juguetón y me lanza un cojín a la cara descubro que realmente está aquí.

—¿Cómo rayos...? ¿Por qué mierda...? ¿Y tú por qué...? ¡Joder, Keith, basta de tirarme cosas!

Me froto la frente después de que él me lanzara una especie de control remoto.

—Hola de nuevo, hermanito. Te ves terrible —se ríe de mi—. Por fin juntos de nuevo, como en el útero de mamá.

—¿Tú me enviaste el mensaje? —le pregunto recordando el mensaje anónimo que me trajo directamente hasta aquí.

—Exacto.

—¿Por qué no escribiste que eras tú? ¿Por qué no me diste tan siquiera una sola pista de que se trataba de ti? ¿Sabes toda la jodida angustia que me hubieras ahorrado si lo hubieras hecho, pedazo de idiota?

Él me envía una mirada de indignación.

—De acuerdo, este no es el reencuentro gemelar que estaba esperando.

Lo miro con dureza y él chasquea los dientes.

—Solo quise ponerle un poco de drama al asunto. No le digas a Annie, ¿si? No quiero que me haga levitar sobre mi cabeza por horas de nuevo. Ese fue un gran trauma para un niño de diez años, ¿sabes? —bufa recordando la vez que nuestra prima mayor lo castigó—. Anda, quita esa cara, te vas a arrugar a temprana edad. Mejor ven y dame un buen abrazo hermanito.

Suelto una bocanada de aire y camino apresuradamente hacia él para envolverlo en un fuerte abrazo que él me devuelve dándome unas palmadas en la espalda. Me da un poco de gracia el hecho de que yo siga siendo algunos centímetros más alto que él porque irónicamente Keith es el mayor de los dos.

—Eres un gran idiota...

—Lo sé. Superemos esto y sigamos adelante, grandote. Tu princesa ha estado esperándote ansiosa.

Me separo de golpe y lo miro anhelante.

—¿Dónde está ella?

Sus ojos grises se alzan hacia el techo sobre nosotros y no espero más para correr en busca de las escaleras, subo los escalones de dos en dos y al llegar arriba cruzo el pasillo abriendo puerta por puerta, buscándola con desesperación. No me detengo hasta que abro la última puerta al final y me encuentro con una habitación apenas iluminada por focos amarillos. Mis ojos rebuscan por todo el lugar hasta que dan con su objetivo; se encuentra sentada de rodillas sobre un pequeño sillón frente a la ventana, dándome la espalda y con sus bellos ojos puestos sobre el paisaje boscoso y nocturno frente a ella. Su cabello negro como la noche cae en una cascada sedosa sobre sus hombros y espalda rozando sus caderas, su piel lechosa resplandece bajo la luz de la luna y yo no puedo evitar pensar en que luce como un sueño, algo irreal, una fantasía magnífica que me atrapa y me envuelve de una manera que jamás antes había experimentado.

Es entonces que, mientras la observo, acepto lo mucho que estoy enamorado de Isabella Rossen. Acepto que siempre ha sido así, desde el primer momento en el que mis ojos se posaron sobre ella... caí, caí completa y profundamente por ella.

Trago fuerte dando un par de pasos dudosos.

Su nombre sale de mi boca en un susurro lleno de anhelo, amor y arrepentimiento.

—Isabella...

~~~ ♡ ~~~
ISA

Miles de pensamientos invaden mi mente una vez más. Pienso una y otra vez en todo lo que ha pasado, reflexiono sobre mi vida, sobre las decisiones que mis padres pudieron haber tomado... ¿lo sabían? ¿sabían quiénes éramos Dex y yo? ¿por qué nos criaron como primos? ¿por qué nunca me dijeron que no eran mis padres? ¿por qué no me advirtieron que mi vida podría desvanecerse entre mis dedos algun día?

Tantas preguntas sin respuestas me tienen con insomnio. Es casi de madrugada y después de dar miles de vueltas sobre la cama me he dado por vencida y ahora me encuentro frente a la ventana de la habitación simplemente observando el cielo estrellado que se extiende afuera, la luna llena resplandece en lo más alto y aunque el bosque luce un poco tétrico realmente el paisaje se ve espectacular.

De repente un susurro a mis espaldas me sobresalta. Me llevo una mano al pecho y me giro rápidamente, mi corazón da un salto cuando veo frente a mi a Zed.

Con un nudo en la garganta me pongo de pie y avanzo rápidamente hacia él.

—Zed —su nombre sale en medio de un sollozo.

Sus brazos me atrapan con firmeza cuando me lanzo a refugiarme contra su pecho, un llanto silencioso se adueña de mi a la vez que mis brazos rodean su cintura con fuerza, cierro mis ojos sintiendo su calor envolverme y descubro que nunca antes me había sentido tan a salvo como ahora, al sentirlo aquí tengo la certeza de que todo estará bien... que algo encaja en el lugar perfecto, que finalmente todo es como debe de ser. Pero estoy tan asustada que lo único que puedo hacer en medio de las lágrimas es rogar que todo sea un malentendido, que mi vida siga siendo la misma de antes, que todo haya sido solo una equivocación.




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