Mis dioses queridos

5

La muchacha pasó una noche incómoda, terminando por despertarse a media noche y caminar buscando la habitación de Ehécatl.

—Ehécatl, ¿dónde estás? —Murmuró aterrada la chica, estando al borde del llanto.

Cuando vio una luz encendida, corrió hacia ella y tocó la puerta, escuchando un "adelante" de la voz masculina.

Al verlo, se acercó corriendo a abrazarlo, sintiendo seguridad en sus brazos, sollozando por el miedo. Ehécatl se extrañó, pero entendió inmediatamente que algo le incomodaba mucho dentro de la casa, incluso el pueblo.

Pasaron media hora hablando y sus sospechas se confirmaron, Coatlicue estaba incómoda. Parece que alguien rondaba la casa y mantenía su mirada en ella, buscando ahuyentarla. Decidió dejarle su habitación y él se marchó hacia donde estuvo durmiendo la muchacha, sintiendo las miradas sobre él.

—Coatli, ya entiendo esos escalofríos que decías.

Al amanecer, ella se dirigió a la cocina, escuchando afuera un sonido raro que llamó su atención. Decidió ignorarlo y hacer el desayuno para ambos, resonando más fuerte aquel sonido desconocido para ella.

—Buenos días, Coatli. —Saludó el mayor con unas leves ojeras en sus ojos, indicando el mal sueño que pasó.

—Buenos días —, se giró a verlo, sintiéndose mal por verlo mal descansado. —Lamento tener que mandarte a esa habitación, Ehécatl.

Minutos después de tranquilizarse ambos, decidieron tomar el desayuno, donde Coatlicue mencionó unos ruidos que desconocía y venían de fuera.

—Hasta donde tengo entendido, hay un ensayo de danza —comentó vagamente el azabache, sorprendiendo a la morena.

—Sé que es mucho pedir, pero, ¿puedes llevarme a verla? —Pidió amablemente, principalmente para conocer el pueblo donde estaría por dos meses.

Conforme se acercaban, escuchaban distintos sonidos, viendo a una aglomeración de gente. Niños y niñas corrían hacia ese punto, donde ambos lograron divisar un grupo de gente con penachos simples y bien hechos, colores llamativos en trajes, una persona con una tambora tocando firmemente.

Ambos se sorprendieron ante el espectáculo, siendo atrapada visualmente Coatlicue por los movimientos coordinados y pasos estratégicos. Pasados unos diez minutos, Ehécatl recuperó la compostura, saliendo del trance y notando a su hermana muy atrapada. 

Pasó una mano delante de sus ojos y logró hacerla recuperarse, llevándosela a caminar. Le dijo que todos le conocían como "Francisco". Ella asintió, dando a entender sus palabras.

Durante el trayecto de la caminata, divisaron más grupos similares al primero que vieron, preguntando sobre ellos sin obtener respuesta. Por un momento, llamaban a Coatlicue como "mechón verde", obteniendo su atención una chica de aproximadamente 16 años, siendo reconocida como una integrante del primer grupo.

—Perdona llamarte así, mechón verde —hablaba sinceramente aquella joven de tez blanca, cabello castaño, largo y trenzado, ojos café claro y suaves grecas pintadas en su rostro.

—No hay problema —murmuró suavemente Coatlicue, atrapada por la mirada de esa desconocida muchacha.

—Vine porque realmente nos pareces interesante, sobretodo por esto —indicó la muchacha, señalando las grecas perfectamente delineadas, —mi danzante principal quiere hablar contigo sobre ser una de nosotros.

Ante las palabras, no supo que responder a esa propuesta.



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En el texto hay: diosesaztecas, turismo

Editado: 27.07.2019

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