Mis dioses queridos

7

Tras las palabras del joven, Ehécatl recordó sus palabras con ellos y pidió disculpas. Cuando el mayor hizo pasar al pequeño grupo de estudiantes, le dijo a Coatlicue algo que no entendió del todo hasta momentos después.

Una vez se dirigió a hacer una comida sencilla, escuchó el sonido de una caracola, misma que estaba en ese sitio donde pidieron que entrara a danzar.

Al momento de asomarse, miró a su compañero sin verlo realmente. Sus ojos se notaban vacíos, sin vida, como si algo le atormentara y se desplomó en el suelo.

Ante el ruido de ella caer, Ehécatl corrió por Coatlicue y le dijo a sus estudiantes que no se preocuparan. Acto seguido la cargó y llevó a la habitación para dejarla descansar.

Pasaron tres horas hasta que la chica despertó desorientada y sin un recuerdo fijo del qué sucedió y cómo llegó hasta la cama. Decidida a averiguar, buscó al hombre que aún se encontraba con sus alumnos, notando su comida preparada y servida en la mesa.

—Nos vemos mañana, ha sido todo por hoy —indicó el adulto, dejando a sus muchachos guardar las cosas.

—Hasta mañana, profesor —se despidieron al unísono para retirarse y dejar descansar al azabache.

Al retirarse todos, Ehécatl se dirigió preocupado hacia la castaña y abrazarla. Coatlicue se sorprendió porque el mismo dios del viento nunca se mostraba sensible, esa era la primera vez que notaba su rostro afligido, con la preocupación en estado puro.

—Perdona lo sucedido, no sabía que te podría afectar así —rogó el mayor mientras tomaba ambas manos de ella.

—No debes de afligirte, ni yo misma lo sabía —consoló.

A pesar de la distancia y falta del tacto en Ehécatl, rápidamente hicieron lazos fuertes, donde ambos peleaban contra algo que les podría causar un gran problema sin esperar.

El día en que Coatlicue y Ehécatl tendrían su reunión con Tláloc, Huitzilopochtli y Coyolxauhqui, ocurrió algo, realmente no lo esperaban... Un temblor sacudió el pueblo, sorprendiendo a ambos porque nunca habían visto algo así, no estando custodiando el pueblo.

— ¿Qu- qué fue eso? —Coatlicue no salía del shock, estaba conmocionada ante el temblor.

—No tengo idea —negó ante la duda y temor de Tierra, abrazándola para intentar calmarla. —Será mejor que avise el cambio de fecha, no podremos ir hoy.

Inconscientemente asintió, sintiendo que ella no causó tal temblor y fue provocado, haciendo más temblores en Coatlicue y una angustia enorme en Ehécatl.

Tras unos minutos, lograron enviar un ave con una nota, donde indicaban el temblor y que Coatlicue no estaba para nada bien. Los  tres dioses estaban realmente impactados ante esa noticia, un temblor no provocado por la segunda mujer y el hombre a su cargo con un terror inducido ante esa sensación escalofriante. Decidieron aplazar su reunión hasta asegurar el bienestar de ambos, enviando al ave con dicha nota de respuesta hacia el dueño.

—Espero ella se encuentre bien —murmuró Tláloc, capturando la atención de Coyol y Huitzil.

— ¿A qué te refieres? —cuestionaron al unísono.

 



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En el texto hay: diosesaztecas, turismo

Editado: 27.07.2019

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