Pasaron los días y regresamos a la rutina ya conocida, universidad, casa, universidad.
Tuvimos que sacar la peña en el Café de la rotación semanal por falta de presupuesto.
Llegó el nuevo año, 2013 y con él toda una ola de planes y proyectos. Los inicios de año en aquel momento estaban cargados de esperanzas, de olor a ropa nueva, me recordaban el olor a la tierra después de la lluvia, que siempre deseé poder meterlo en un pomo y olerlo a cada rato. Después supe que hasta tenía un nombre esa fragancia: petricor.
A finales de enero, y ya un poco más recuperadas de los estragos financieros de fin de año, quedamos para ir al Café.
El viernes 25, salimos de la facu y nos encontramos en la entrada del Teatro Nacional.
-Como extrañaba la peña.
Nos dijo Vale loca por entrar.
-Espero que hoy se comporten por favor.
Sarita siempre preocupada por nuestro alcoholímetro.
-A sus órdenes.
Le respondí jocosamente.
Allí dentro nada había cambiado, todo en su sitio, el mismo barman detrás de la barra, el mismo olor. Nos sentamos en la mesa, actualizamos el chisme del día y pedimos la primera ronda.
Sangría, Gin-tonic y una Piña colada sin alcohol.
Comenzó a animarse el ambiente, la gente bailaba se reía, conversaban, una pareja se robó el show bailando casino, el cubano lleva la música en el cuerpo.
De repente, se acercó el dependiente con otra ronda.
-Corazón me parece que te equivocaste. Nosotras no hemos pedido nada.
Le rectificó Sara.
-Es una invitación del muchacho de la barra.
Respondió el joven mientras señalaba en dirección a la barra.
-Ok, gracias entonces.
Vale y yo regresábamos del baño muertas de risa por un comentario que habíamos escuchado.
-Ay dios mío la gente anda muy loca.
Comentó Vale.
- ¿Niña y todo esto?
Le preguntó a Sara al ver los tragos encima de la mesa.
-Le vas a tener que preguntar a la amiguita tuya.
Le dijo mirándome con cara de policía.
- ¿Y ahora yo qué hice?
Pregunté.
-Nada, tu fan, el chófer rescatador de aretes, nos invitó a esta ronda. Está en la barra. Mejor vas y le agradeces. Podríamos ir nosotras, pero creo que tú sabes de quién él quiere oír las gracias.
- ¿Qué tú dices?
Le pregunté nerviosa y miré en dirección a la barra. Efectivamente, ahí estaba él. Agarré mi sangría, me acomodé el vestido y caminé en dirección a la barra. -Buenas noches, le digo. Gracias por los tragos, no tenías por qué.
Se paró de la banqueta y me espantó un beso en la mejilla. La de él estaba acabada de rasurar y olía a after shave.
-Buenas noches. El 2013 te ha asentado muy bien, estás más linda que el año pasado. Y de nada, una vez más, es un placer.
Esta vez no tenía deseos de ponerme imperfecta y ya las dos sangrías habían hecho su efecto.
- ¿Tú bailas?
Le dije.
-Si es contigo, sí.
Me agarró de la mano y me llevó para la pista. Música cubana, salsa, los Van Van a todo dar. Bailamos, una vuelta detrás de otra, tremenda sincronización como si hubiésemos bailado miles de veces antes. Cinco canciones seguidas, los pies no me daban más.
Cuando se acabó la última, estábamos agitados como si hubiéramos corrido una maratón.
Se fue calmando la respiración y de momento se me volvió a acelerar cuando lo ví acercarse lentamente.
- ¿Te puedo besar?
Me dijo.
- ¿Tú siempre preguntas?
-Te dije que te quedaban tres citas antes de sacar a pasear al demonio. Ahora te van quedando dos. Pero dime, ¿puedo besarte?
Me acerqué y le pasé las manos por detrás de la cabeza.
Me agarró la cintura y desapareció el poco espacio que quedaba entre su boca y la mía.
Bumm, llevaba tiempo sin sentir un beso como ese, habían pasado exactamente 4 años y seis meses y parecía que había sido en otra vida.
Se esfumó la música, la gente, el mundo y quedamos suspendidos en el aire. Abrí los labios y lo dejé entrar, que explorara todo sin ningún tipo de reparo. Aquel hombre era fuego, su aliento, sus labios, su respiración, los movimientos de su cuerpo contra el mío, todo invitaba a más.
Cuando reaccionamos de aquel trance, caímos de un tirón en el medio de aquel Café, lleno de gente y de ruidos.
-Tengo que ir al baño. Fue lo que me dio por decirle.
Cuando entré al baño, me agarré con las dos manos del lavamanos y no reconocía mi cara en el espejo.
Sara y Valeria entraron como un torbellino.
-Niña, casi te ahogas. ¿Qué te pasa? Estás más pálida que un papel.
Me dijo Sara.
-Caballero este hombre me ha dejado en shock. Les digo. Hace años que no me daban un beso así.
-Y ahora qué vas a hacer? Saliste corriendo para acá y él se quedó parado en el medio de la pista. Por eso vinimos a ver qué pasaba.
Me sonreí por lo bajo.
-No pasa nada, o acaba de pasar todo, no sé. Le respondí. Pregúntame de nuevo en un rato.
Salí del baño y Rafa estaba parado en la puerta.
- ¿Todo bien?
Preguntó.
-De maravilla.
- ¿Sería mucho pedir ir a otro lugar? ¿Más privado?
La cabeza me decía que no, yo no lo conocía de nada, tenía cero información sobre él, no andaba sola y aquello era una locura.
- ¿Sabes qué?, desde ese día que te llevé el arete he venido todos los viernes a este lugar, buscándote. Me siento en esa barra desde las 6 de la tarde y no me levanto más hasta las 3 de mañana. Cuando te vi llegar hoy no lo podía creer. Quiero ir a un lugar más tranquilo
porque quiero saber todo de ti y quiero contarte todo de mí. ¿Puede ser?
No necesité más convencimiento.
-Pero tenemos que llevar primero a mis amigas.
Le dije.
-Faltaría más. Ya sé que vienen en el paquete.
Cuando les dije el plan, Sara fue la primera en reaccionar:
-Ni loca te vas con ese hombre, no lo conocemos de nada y ¿si te pasa algo? ¿Si después te deja tirada por ahí?
-Yo estoy de acuerdo con Sara. Nosotras nunca hacemos eso, Evelyn. Juntas llegamos y juntas nos vamos.
- ¿Ustedes confían en mí? ¿En mi criterio?
Les pregunté.
-En ti sí cariño, en quien no confiamos es en él.
Vale tan sincera como siempre.
-Y ¿Si les digo que yo confío en él? Que no me va a pasar nada, que todo mi cuerpo me dice que me vaya con él? Las voy a llamar cada una hora hasta que regrese a la casa. Promesa.
Y levanté el dedo meñique.
Se miraron perplejas.
-Está bien, ¿dónde está Romeo?
Preguntó Sara.
Caminamos hacia la barra donde me esperaba Rafa.
- ¿Nos vamos?
Me dijo.
Asentí con la cabeza.
-Después de ustedes.
Nos dijo haciendo un gesto hacia la puerta.
Una vez dentro del carro y sin ningún tipo de calentamiento, Sara le dijo:
-Mira, me hace falta que me prestes tu carnet para apuntarlo, también voy a anotar la chapa del carro y cada una hora vamos a llamar a Evelyn. Así que si tienes planes jorobados piénsalo bien porque te vas a meter en un buen lío.
Rafa se queda mudo, pero sin pensarlo dos veces saca la billetera y le enseña el carnet, le dicta la chapa del carro y sonriendo me dice:
-Eres afortunada, tremendas guardaespaldas que tienes.
Nos tuvimos que reír porque de verdad que lo de Sara es mucho con demasiado.
-Cuídate mima.
Me dijo Vale antes de bajarse del carro.
-Nos llamas.
-Ok. Besitos.
Nos pusimos en marcha.
-Y bueno, ¿a dónde vamos?
Le dije.
-Es una sorpresa.
-A mí no me gustan las sorpresas y me dices para bajarme ahora mismo.
Frenó en seco en el medio de la calle.
-Te quiero llevar a un lugar especial para mí, el restaurante de mi abuelo que está en Santa Fe.
- ¿Santa Fe? Eso está lejísimo.
-Las distancias son cortas cuando hay gasolina de por medio. ¿Vamos?
-Está bien, vamos.
Aquel lugar era una maravilla, una casa como de antes, de dos niveles. Al parecer el restaurante era solo en la parte de abajo. A esa hora parecía un mar de luz en medio de tanta oscuridad. Ya estaba cerrado, pero todavía había personas recogiendo y limpiando.
Entramos por un costado de la casa.
-Espérame aquí.
Aproveché y le mandé mensajes a la tribu. Estoy bien, sana y salva.
-Vamos.
Rafa apareció por detrás y me agarró de la mano, venía con una botella de vino y dos copas.
Caminamos como 20 metros y sacó una llave para abrir un portón que al parecer daba al patio de la casa. No pude contener mi asombro cuando miré hacia delante.
-¿¿¿Tienes el mar en el patio de la casa??? No lo puedo creer.
-Te dije que te iba a llevar a un lugar especial. ¿Te sorprendiste?
-Mucho, no me esperaba esto.
Nos sentamos en un muro que daba al mar. Aquello era un lujazo la verdad.
-Bueno, yo vivo aquí, allá arriba.
Me dijo señalando el segundo nivel de la casa, con mi abuelo y mi mamá, trabajo por la mañana en el restaurante, y por la noche hago alguna que otra carrera para tener una entrada extra. Tengo 25 años y un perro que se llama Max.
Me tendió la mano.
-Rafa Castillo. Un placer.
Me ahogué de la risa. Pero evidentemente era mi turno.
-Ya sabes mi nombre, tengo 19 años y estudio periodismo. Vivo con mi mamá y no tengo ni perrito ni gatico.
Le agarré la mano para seguirle el juego de las presentaciones.
-Tienes manos de pianista. Se lleva la palma de la mano a la nariz. Y hueles a gloria.
Nos besamos nuevamente, está vez con más calma. Me tomó de la cintura y me sentó encima suyo, el beso fue cogiendo temperatura, cuerpo y forma. Tenía puesto un vestido ligero, y ya el aire estaba haciendo de las suyas, se me colaba por todas partes erizando todo a su paso. Rafa se dio cuenta y me abrazó con más fuerza, aquello iba loma abajo y sin freno.
Llevé la cabeza hacía atrás y lo miré fijamente, ¿qué hacer? ¿Le daba rienda suelta al deseo o me detenía?
Editado: 03.03.2024