Mis tres amores

Capítulo 16: Gracias a la vida que me ha dado tanto

Nunca fui una persona religiosa. 
Pensaba que en este mundo tan inmenso y diverso debía existir algo más grande que todos nosotros, pero no practicaba ninguna religión, ni visitaba iglesias. Tampoco había aprendido nunca cómo rezar. 
Ese día en el trayecto de Holguín a La Habana recé a mi manera. Elevé una plegaria a todos los dioses de cuánto panteón existiera, solo quería saber que Ale estaba bien. Íbamos en la camioneta a más de 100 km por hora, con la radio puesta y las noticias no eran para 
nada halagüeñas. 
-Este viernes 18 de mayo a las 12:08 hora local, un avión con destino a la provincia de Holguín, se estrelló tras el despegue en las proximidades de la terminal 1 del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana. La aeronave cayó en un área de cultivos en la cercanía del municipio de Santiago de las Vegas. Por el momento no han sido confirmadas las causas del suceso, del que solo se han reportado tres sobrevivientes que se encuentran 
en estado crítico. 
La voz del locutor era lo único que rompía aquel silencio devastador junto con la operadora de ETECSA que contestaba mis miles de llamadas al teléfono de Ale: 
-El móvil que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura. 
Tenía deseos de llorar, de gritar, de salir corriendo. Solo me apretaba la barriga. Recordé entonces que mi abuela siempre fue devota de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba. 
Ella le tenía mucha fe y yo necesitaba más que nunca tener fe de que todo iba a salir bien. 
-Virgencita por lo que más tú quieras. Yo te prometo que, si Ale está bien, toda la vida voy a ser devota a ti. Te voy a llevar las flores más lindas a tu iglesia, voy a hacer lo que tú quieras, pero por favor que no le haya pasado nada. 
Rompí en llanto. Ya no podía más. Claudia me abrazó y así me trajo todo el camino, preocupada por mi estado y por aquella situación de mil demonios. 
Llegamos a La Habana directo al lugar del siniestro. Aquello era el infierno en la tierra. 
Parecía salido de una pesadilla. 
-Evelyn tú no puedes estar aquí. Te vas para la casa con el chófer. 
Me dijo Claudia al verme bajar del carro. 
-Claudia yo tengo que saber si Ale estaba montado en ese avión, por tu vida yo no me puedo ir para la casa. 
-Y yo te prometo que lo primero que yo sepa te voy a llamar. No te voy a ocultar nada. Pero por favor piensa en el bebé. Ve para la casa.
Ella tenía razón. Llamé a Vale para que me estuviera esperando. Ella aún no sabía nada de lo que había pasado. 
Cuando me vio llegar se me agarró del cuello y lloramos, solo me decía en un murmullo: 
-Él está bien, todo va a estar bien. 
Yo quería aferrarme a eso con todas mis fuerzas, pero cada hora que pasaba sin saber de Ale era una onza de esperanza que perdía. 
Cuando estaba dispuesta a llamar a mi suegra, me suena el móvil. Un número 
desconocido, dejé de respirar por un segundo. 
- ¿Sí? 
Dije levemente. 
-Hola, buenas noches. ¿Usted es familiar de Alejandro Mesa? 
Ay dios mío por favor, no me hagas esto. 
-Sí sí soy la esposa ¿Dónde está él? ¿Está con usted? 
-Mire, él está en el Calixto García....... 
Colgué el teléfono y salí corriendo como una loca con Vale detrás. 
Llegué a ese hospital que las personas al verme se me quitaban del medio. Pregunté en información. 
-Alejandro Mesa, me llamaron que estaba aquí. 
La enfermera me vio descontrolada y me dijo: 
-A ver cálmese, él está aquí. 
-Yo no me puedo calmar hasta que no lo vea. 
Le dije y ella me ve la desesperación en el rostro.
-Venga por aquí. 
Atravesamos pasillos, subimos una escalera aquello parecía un laberinto. La enfermera se detiene y me señala una puerta de doble hoja. 
-Diez minutos nada más. 
Me dijo. Yo no sabía lo que me iba a encontrar del otro lado de aquella puerta. 
Cuando la abrí, allí estaba él. 
Acostado en una camilla, con un yeso en la mano y una venda en la cabeza. 
-Aleee!!!!! 
Cuando me vio, hizo por incorporarse, pero no lo logró. 
Corrí y lo abracé como una loca. 
Todo el llanto contenido se desbordó. Él lloró, me abrazó. 
-Ya, tranquila. Todo está bien. Ya. 
Me dijo y esas palabras no logran calmarme.
-¿Qué te pasó? 
Le pregunté cuando recuperé algo de compostura. 
-Quería darte una sorpresa en Holguín, pero en el carro que iba para el aeropuerto tuvimos un accidente. Gracias a dios no fue nada serio. Pero me desbaraté la mano. Amor creo que 
no voy a poder tocar más. 
Evidentemente él no sabía nada del avión y pensaba que aquello era la mayor desgracia de su vida. 
Lo abracé, no era momento de decirle eso tampoco. 
-Vas a volver a tocar y lo vas a hacer mejor que antes porque ahora vas a tener doble inspiración. No te preocupes que de todo se sale. Lo único que no tiene solución es la muerte. 
Nos abrazamos y sentí que me regresaba el alma al cuerpo. 
Ale tenía que quedarse una noche en observación. Aproveché y llamé a su mamá, que en la burbuja del hospital no se había enterado de nada. Menos mal porque si no...ni pensar. 
Martín mi suegro se estaba recuperando y por suerte había sido solo un susto. 
Aquel día experimenté por primera vez el miedo, el terror de perder a quien se ama. Pensé en todas las personas que en ese minuto estaban llorando a sus seres queridos que inexorablemente iban en ese avión. Esposas, hijos, padres. Cientos de familias destruidas por aquella tragedia. Me prometí a mí misma honrar mi promesa y ser feliz, agradecer a la vida y a todo lo que existía por tener a mi familia completa.

 




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