Llegamos al restaurante que reserve sólo para nosotros dos, Charlotte se encargo de la decoración.
El restaurante se encuentra solo con una mesa para dos, decorado con luces y flores; las melodías de un piano inundaron el lugar.
Su sonrisa— que se esta convirtiendo en mi cosa favorita en este mundo— lo dijo todo, le encanto, lo sé pero necesito escucharlo de sus labios.
—¿Te gusta?— le susurré al oído.
Se giro hacia a mi y me beso.
Lento, sin injerencia, ni necesidad de noción de tiempo pero nada es tan bueno, y como somos humanos nos vimos obligados a separar por falta de aire.
—Soy una persona sencilla, cualquier detalle para mi sera importante y siempre pero siempre me va encantar.— me susurró devuelta.
•
Las melodías del piano continuaron dándole armonía al lugar, entre risa, miradas cómplices y temas triviales pasamos el tiempo.
La camarera que nos ha atendido durante toda la noche vino con una ramo de rosas rojas para Helena y una pequeña cajita de terciopelo.
Me miro sorprendida, tomo ambas cosas con una sonrisa tímida, coloco las flores sobre la mesa y abrió la pequeña cajita de terciopelo azul ultramar; Sacó una pequeña cadena de oro blanco con un dije de corazón con su nombre.
—Me la colocas.
—Sera un placer. — me puse de pies y rodeó la mesa hasta su asiento, tomo la cadena en mis manos, ella se hace el pelo a un lado dejando su cuello libre para mi, le coloque la pequeña cadena y deposite un pequeño beso junto a esta.
—Ese es mi corazón y como pudiste ver, solo tiene tu nombre.— le susurré.
Se puso de pie, quedando justo a centímetros de mi, tan cerca que nuestra respiraciones entremezcladas, unió sus labios con los mios, en un beso suave, tierno, cariñoso, mis manos descendieron hasta su cintura aferrándose a esta como si fuera mi fuente de vida.
El beso siguió su rumbo mientras que la temperatura y la intensidad del mismo iban en aumento. Mordi levemente su labio inferior provocando que soltara un gimoteo, recorrí su silueta por sobre el vestido. Sus labios atacaron mi cuello, erizandome la piel, sin duda mi punto débil. Un mordisco en el lóbulo de mi oreja fue la cereza del pastel.
La sujete fuertemente de la cintura y la acerque más a mi —Aunque no sé si eso sea posible; no quiero ser brusco con ella, mejor me relajo un poco — apoyo mi cabeza en su hombro y respiro profundo su aroma.
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Helena...
Abandonamos el restaurante y fuimos directo al departamento de Charles, nada ostentoso, al contrario muy acogedor.
Me sentí nervosa al llegar al lugar, —Charles desapareció por algún lugar mientras se deshacía de su chaqueta— las cosas iban muy bien en el restaurante aunque un poco subida de tono y su amigo ya se estaba despertando —saben a lo que me refiero— no es que no quiero que pase algo, el asunto es que no tengo idea de que hacer.
Hemos tenido varios mementos de desenfreno que al final frena uno de los dos, no más de ahí.
— Te noto tensa.— Me sobresalte al escucharlo detrás de mi y me espante aun más al sentirlo besar mi cuello.
Me giro rápidamente y me dijo:—Cierra los ojos y relajate.
Hice lo que me pidió, lo sentí acunar mi rostro con sus manos y estampar sus labios con los mios, al principio fue un beso tierno pero luego se transformo en uno demandante, sensual.
Llevó sus manos a mi espalda baja, mis labios aún prisionero de los suyos pedían más, yo quería más, deslizo sus manos hasta mi trasero y lo apretó en el mismo instante que mordía mi labio inferior.
No lo pude evitar— como todos aquellos que han nacido y muerto en mi garganta— solté un gemido débil, casi inaudible.
— Nunca te reprimas conmigo, eso nunca bebé.
Abrí los ojos y lo bese ahora yo a él, sonrió entre el beso— y me encanto.
Trate de mantener el control del beso pero cuando su lengua pidió permiso para entrar él tomo el control del beso. Sus manos que ahora se encuentran en mi cintura juegan con mi vestido.
Mis manos tomando prácticamente vida propia se deshicieron de los botones de su camisa, me deshice también de la franeliya que le cubría el torso, dejandolas caer al piso.
Ya con el torso desnudo frente a mi, lo recorrí lentamente, no hay prisa y la noche aún es joven.
Mis labios están descendiendo por su cuello haciéndome dueña de este.
Un gruñido salió de su boca, una risotada de la mía, centre mi mirada en su rostro, sus ojos están más azules de lo normal.
—¿Te da risa lo que estás haciendo conmigo?— quiso sonar molesto me me dio más risa.
Negué y retrocedí unos pasos, Charles dio dos pasos hacia mi, y yo me eche a correr por el pasillo principal del apartamento.
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Editado: 05.05.2021