He estado ocupada con un montón de trabajo, pero lo he hecho a propósito para no pensar en esa dichosa elección; sin embargo, eso tenía que llegar algún día y hoy iré a cenar con Dariel. La invitación ha llegado por parte de mi madre, que se la ha dicho la madre de él.
Es así como se hace, ya que son nuestros padres quienes manejan todo. Lo bueno es que ninguno de los dos me hostigó con ello y tengo que admitir que es un punto para ambos. Por lo que no me siento abrumada, pero sí un poco molesta porque no es lo que esperé.
Lo extraño es que había imaginado que Allan me invitaría primero, y no fue así. Dariel me ha dicho que pasará a recogerme a la oficina, por lo que me he arreglado luego de ir a comer el almuerzo a casa. Un poco obligada porque mamá quería darme un par de consejos para la cena que al final he desoído porque ya antes para mi compromiso con Albert la escuché con mucha atención y ahora solo estoy saturada. Lo cierto es que no tengo muchas expectativas, y ojalá tuviera la opción de no aceptar a ninguno.
Suspiro porque esa opción, no existe. Sin embargo, puedo darme el lujo de despreciar a Allan y devolverle todas las que me hizo en el pasado. Tocan la puerta y me apresuro en terminar de firmar la nueva planilla de contratación para el hotel del este que está adquiriendo nuevo personal para la temporada de vacaciones de verano.
―Adelante ―digo luego que termino de firmar.
Esa debe ser mi secretaria que viene a buscarla. La puerta se abre y en efecto es ella; sin embargo, alguien más viene detrás. Allan luciendo de nuevo como un motero. La verdad es que no le queda nada mal, pero no puedo dejarme obnubilar por ello. Me pongo en pie de inmediato.
―Lo siento, señorita, no pude avisarle ―dice mi secretaria algo trémula.
Quiero gritarle por su arbitrariedad, pero no puedo dar esa mala imagen frente a mi secretaria.
―Toma, ya puedes llevártela ―le digo extendiéndole la planilla firmada. Ella viene a recogerla de inmediato y luego que la tiene se marcha cerrando la puerta―. ¿Se puede saber qué haces aquí? No me he enterado de que tengamos alguna cita concertada ―inquiero tratando de controlar mi enojo.
Evito mirar a su arrogante cara y vuelvo a mirar la pantalla de mi computadora.
―¿Y eso tiene algo de malo cuando estamos prometidos?
―Eso está por verse ―espeto volviendo a mirarle.
Trago con fuerza al hacerlo, Allan puede ser un arrogante, idiota y problemático, pero siempre ha sido muy atractivo. Y quizás es por esa rebeldía que siempre se carga que lo hace más llamativo. En la escuela solía tener a muchas chicas tras él, y ni dudo que ahora sea lo mismo.
―¿Eso crees? ―pregunta ocupando sin pedir permiso la silla de visitante frente a mi escritorio.
―¿Por qué no te vas por donde viniste? Pronto vendrán a recogerme ―digo bajando mi mirada hacia el teclado pensando en que hacer porque ya había cerrado todos los programas.
―¿No me digas que vas a verte con Dariel?
―Seguro que lo sabes y por eso vienes a molestar.
―No, no lo sabía, pero me alegra enterarme de ello.
―Qué mal por ti ―mascullo cerrando la laptop y empezando a recoger mis cosas.
―No voy a impedirte que lo veas, pero si a pedirte que lo rechaces ―dice con petulancia y eso me hace abrir los ojos.
―No me digas.
―Si te digo ―rechista haciendo que resople con fuerza y frunza el ceño.
―Seguro, no te enteras de que a quien voy a rechazar es a ti ―expongo altanera.
Me rio un poco de ello, porque la verdad es que nada logra descolocar a este idiota. Allan siempre fue un engreído que nada le afectaba y que todo debía girar alrededor de él. Para mi desgracia por un tiempo fue así, y eso es lo que más odio del pasado en el que lo conocí.
Sin embargo, jamás volveré a aceptar que me gustaba, porque ya no me gusta mi un poco. «Es así», me repito porque ya no soy la tonta de antes. Puede que siga siendo apuesto, pero eso ya no me afecta desde que decidí no volver a pensar con el corazón, sino con la cabeza fría, como me enseñó mi abuelo.
Se pone en pie ostentando su más de metro noventa de altura todo cubierto de cuero negro que se le adhiere muy bien a su estructura. Cuando pienso que se irá, se acerca a mi escritorio apartando mi laptop y poniendo sus manos grandes de dedos largos en su lugar, y su rostro tan cerca al mío que tengo que recargar mi espalda en la silla para alejarme de él, y de la mezcla de colonia y cuero que emana de su cuerpo.
―¿No deberías irte? ―pregunto apartando mi mirada.
―Lo haré, pero antes lo repetiré de nuevo. Rechaza a Dariel y elígeme a mí ―arguye y yo me echo a reír en su cara.
Molesta y al mismo tiempo un poco nerviosa porque a quien si descoloca su presencia es a mí desde que reapareciera en mi vida.
―Estás de coña, si crees que puedes darme órdenes ―farfullo.
―¿Lo dice quién siempre recibe órdenes y las acata como si fueran una regla de oro? ―repone enervándome.
―Si lo dices por el compromiso, a ti tampoco te duró la rebeldía. Mírate aquí, casi que rogándome que te elija ―me ufano de mis palabras.