Después de esa noche intensa, pasamos el siguiente día como si en verdad fuéramos un par de recién casados. Sin embargo, Allan no volvió a insinuarse ni mencionar nada y para mí en parte estuvo bien, pero por momentos me hacía pensar que tal vez no fue la gran cosa para él, después de confesarme que sí había habido algunas mujeres en su vida. Dije que no quería que me lo explicara, pero en el fondo no dejo de tener curiosidad.
Eso me hace sentir como si volviera a aquellos momentos de nuestra adolescencia donde solía irritarme al verle rodeado de muchas chicas. Sobre todo, cuando hubo una fiesta a la cual no me invitaron. Quien la había programado era Saddie Burns, una de las más populares entre los chicos y quien planeaba una fiesta cada que sus padres se iban de viajes.
Eran muy famosas y la razón por la que no me invitaban era porque no era su amiga, y me consideraban, por así decirlo, un círculo aparte. Esa tarde estábamos en la práctica para montar bicicleta. Me había dicho que esa noche iría a la casa de Saddie. Siempre me mostraba indiferente cuando mencionaba sus planes, pero ya para ese momento se había efectuado el compromiso entre Albert y yo.
Ese día traté de retrasarlo, una de mis amigas me había contado que ella planeaba pasar esa noche con él y por alguna razón eso me enojó. E hice tonterías como caerme de la bici para retrasarlo y que no fuera. Cuando descubrió mi plan, le dije que no fuera, pero él me respondió que era a Albert quien tenía que decirle esas cosas, no a él.
Nunca supe si Saddie consiguió su objetivo, y él nunca mencionó nada al respecto, pero ella no dejó de estar pegada a él hasta el día en que se marchó.
¿Acaso eran celos?
¡Celos!
Sacudo mi cabeza con un poco de desazón. Traer esos recuerdos a mi cabeza me hacen pensar que solo estaba con Albert por el compromiso, y no siempre estábamos juntos. Mi diario solo estaba lleno de quejas sobre Allan, y muy pocas sobre él.
Me sobresalto un poco cuando escucho toques en la puerta.
―¿Lista para salir? ―Allan pregunta desde afuera.
Lo cierto es que dormí casi toda la mañana. El baño en la madrugada y el analgésico para el dolor que tomé me sentaron muy bien porque me desperté menos adolorida. Aún siento estragos, pero puedo caminar mejor.
Luego el almuerzo y descansar cada uno en su habitación, nos preparamos para dejar el hotel y tomar rumbo a la isla The Marthas. Está planeado que lleguemos para la cena porque el viaje es un poco largo.
―Un momento ―respondo yendo a recoger mi bolso.
Lo he traído conmigo, no porque sea mi favorito, sino porque allí tenía todos esos preservativos, aunque ahora ya no son tantos.
¡Diantres!
Abro la puerta y Allan está allí viéndose rozagante.
―¿Segura que quieres viajar hoy? Podemos posponerlo para mañana.
―¡Imposible! Si no lo hacemos pensarán que ha pasado algo.
―¿Y eso te preocupa? ―pregunta.
Entonces caigo en la cuenta de que lo he dicho sin pensar, porque él no debe saber que todo lo malo que suceda en este matrimonio será culpa suya. Conozco a mi abuela y no dudará en contarle a mi madre y lo que menos quiero es que mi familia se meta en esto. Al final he elegido a Allan y eso implica que debo convivir con él.
―Me refiero a que ya sabes que los contratiempos son un problema en la familia ―expongo sin más explicaciones.
―Podemos decir que nos lo estamos pasando de maravilla.
Allan me hace resoplar.
―No te preocupes, ¡estoy bien!
―¿Seguro? Esta madrugada no podías caminar sin quejarte.
―¡Ya basta!
―Sé que soy demasiado para ti.
―¡No te creas! ―espeto encarándolo antes de salir al pasillo.
Allan me toma de la mano y me hace retroceder acercándome a él.
―Ahora eres mi responsabilidad, así que voy a cuidarte todo lo que quiera.
―Pensé que era tu esposa.
―No, eres mi linda mujercita ―declara dándome un besito.
―Gracioso ―bufo y él me sonríe.
No suelta mi mano y me lleva con él hasta la puerta. Afuera está el gerente del hotel y dos de sus ayudantes. Este ha venido para despedirnos en persona, y de paso para cerciorarse de que todo estuvo a la altura. Es uno de nuestros mejores hoteles y que estemos los dueños hospedados, resulta en un gran reto para su gerencia.
Además, no dudo que mi madre le pida un reporte de los días como fue nuestra estadía aquí. Para mí es inaudito pensar que esté protegiendo a Allan, pero espero que a mamá le llegue el mensaje cuando le digan que no solo compartimos mi habitación sino también la suya.
Dos empleados se encargan de llevar nuestro equipaje a la camioneta de Allan, y es en ella que viajaremos hasta Port Vineyard y de allí tomaremos el ferry de la tarde rumbo a The Marthas.
―No era broma cuando te dije que podíamos quedarnos un día más ―Allan comenta mientras conduce hasta el puerto.
―Tampoco bromeo cuando te digo que tenemos que seguir el itinerario.