Decidí hacerle señas a Pacem para que vinieran. Fui corriendo a ayudar a Spero con Umbra ya que sola no podía con él. Entramos en la cabaña y recostamos a Umbra en el mueble, Spero no se separó de él ni un momento. Le dije a Pacem que no saliera ya que estaba oscuro. Salí a inspeccionar el lugar. Aún no comprendía lo que había ocurrido. Caminaba de un lado a otro para poder entender lo que había pasado. Sumida en mis pensamientos, noto entre los árboles, una pequeña luz azul que está rondando la casa -¿Qué es eso?- y sin más que mi curiosidad decidí adentrarme y seguirla. Veo que comienza a tomar forma: era una pequeña hada. Esta no se había dado cuenta de que la seguí, pero algo no estaba bien con ella, volaba de manera irregular. Se nota que le costaba mucho, su luz estaba titilando como si en algún momento dejaría de iluminar. De repente siento un golpe en la cabeza y pierdo el conocimiento. Al rato despierto con jaqueca. Me dispongo a tocar mi cabeza y noto que mis manos están amarradas al igual que mis pies, miro a mí alrededor y al igual que yo todos están amarrados. Habían capturado a Umbra y a mis hermanas -¿pero quién haría esto?-.
Un poco confundida y también mareada miro hacia los lados tratando de ver algo, ni siquiera reconozco el lugar… estaba sobre un piso de piedra caliza muy blanca al aire libre, como en una especie de templo en el bosque:
-¿Qué significa esto?- refunfuñé en un tono iracundo.
Frente a mí se colocó un centauro, el más grande que había visto.
-Esta tierra está prohibida para los forasteros- con voz profunda y gruesa habla la criatura mientras me ve.
La luz del sol rebota directamente en mi cara cegándome cada vez que trato de verlo, un poco temerosa, trago mis palabras, no me arriesgaría a que nos mataran por decir algo inapropiado. Los centauros son muy agresivos, mientras permanecía en silencio el centauro comenzaba a impacientarse…
-¿QUE HACIAN EN ESTAS TIERRAS SAGRADAS?, ¡CONTESTA!- con tono amenazante…
Tomé aire y como pude contesté: -Queremos llegar al bosque de Raava pero nos perdimos… No queríamos causar molestias-.
De pronto siento que mis ataduras ceden; coloco mis manos en el suelo y hago fuerza para poder levantarme. Al fin logro ver de frente a nuestro captor. Era un centauro blanco, pezuñas negras, al igual que las uñas de las manos, cabellera larga y blanca, cara perfilada y ojos violeta; en su cabeza un par de cuernos como los de venado muy grandes que usaba como una de corona. Con una expresión helada en su rostro, se dirige a mí extendiendo su mano…
-¿Dónde está la ofrenda para ser merecedores del gran Raava?-
Cuando escuché esas palabras mi cuerpo se estremeció, todas nuestras cosas estaban bajo tierra, al derrumbarse las catacumbas perdimos lo que teníamos ya que no nos dio tiempo de recuperar nada, de milagro logramos salvar. ¿Qué iba a hacer ahora? Miré a mí alrededor y noté que Spero me observaba mortificada, Pacem no paraba de llorar y Umbra comenzaba a recuperar la conciencia, de pronto escucho un grito.
-¡YO SOY LA OFRENDA!-.
No lo podía creer, el centauro volteó la mirada y me pasó de lado, corrí y me coloqué frente él
-¡NO! ¡No lo permitiré!-.
Detrás de mi aun amarrada a un poste, Pacem ya había tomado su decisión…
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Editado: 05.06.2018