—Cuida tu boca o terminaré despedazándote —Danisha gruñó. Su temperamento ensombrecía cada vez más sus ojos escarlata.
—Calma, calma —Alabaster y Bram temían que el control de Selem fuese a salírseles de las manos—. No tenemos intenciones de pelear ni de discutir. Les pedimos de la manera más atenta, que nos acompañen, pues nuestra Mandata desea conocerlos.
—No.
—Vamos —Stephanie se irguió con una decisión fiable.
—Stephanie —todos se congregaron a su alrededor—. ¿Acaso te volviste loca? ¿Qué tal si es una trampa? ¿Qué tal si esas cosas quieren destrozarnos?
—Alexa, Mortum era uno de los reinos de tu libro, ¿no es así?
—El sexto reino, el de la muerte.
—Niar, ¿fueron ellos los que viste aquella vez en tu visión?
—No tengo dudas.
—Andando entonces. Visitaremos Mortum.
—¡Para ahí! —Alexa la retó con la mirada—. Niar y yo no nos vamos a meter a un reino que está infestado de vampiros. ¿Qué va a suceder cuando huelan nuestra sangre?
—Queridos, puedo escuchar su conversación hasta aquí —Alabaster asomó su cabeza y levantó su dedo de uña larga—. No hay de qué preocuparse. Les pondremos un poco de Parafina y con eso no correrán ningún peligro. La parafina ahuyentará el olor.
Había un lugar llamado Las Ascuas de Quitakram, un lugar que pertenecía a los límites de Nueva Lenoa y la provincia de Bertucio. Jadeantes, Stephanie y compañía corrieron detrás de ellos, temiendo que en cualquier momento pudieran dejarlos atrás y perder el camino.
El terreno era espectacularmente hermoso y vorazmente peligroso, sobre todo esto último. Había valles y acantilados rocosos, peñascos que superaban los quince metros de alto y una catarata de agua cristalina que descendía a las profundidades de dos montañas mientras una neblina cegadoramente blanca se dispersaba con el viento.
—¿En dónde estamos? —Steve colocó a Niar sobre el suelo y después escudriñó el terreno. Todos tenían el mismo gesto de impresión, todos menos Danisha.
—Creo que… —dijo Alexa. Ella y Niar necesitaban tiempo para acostumbrarse a la falta de oxígeno—, estamos en las Ascuas de Quitakram. Miren allá, ¿ven esa montaña que está pasando el estrecho del océano? Aquello es la provincia de Bertucio.
—Es impresionante.
—¿Es aquí en donde viven los vampiros?
—Muy buena pregunta —Alabaster reaccionó con una sonrisa—. No precisamente. Esto es solo la entrada a nuestras tierras, la puerta al Otro Mundo.
—No entiendo cómo es que los humanos no han encontrado este lugar.
—Oh, créeme, ya lo han hecho. Pero los que han entrado, jamás han vuelto a salir. El bosque se encarga de eliminarlos, y si utilizan algún otro medio de transporte, las corrientes de aire se encargarían de alejarlos. Al principio, muchos gernardos intentaron llegar hasta aquí, pero después se dieron cuenta de lo peligroso que era, y decidieron dejar de intentarlo.
—Y tiene mucho sentido, el frío y la falta de aire es excesivo.
—Alexa, ¿te encuentras bien?
—Necesito un segundo para reponerme. No soporto el ardor de mis pulmones.
De pronto, el cansancio de Alexa la obligó a sentarse sobre las rocas y el movimiento de su gabardina rosa provocó que las pocas baritas de incienso que aun cargaba consigo cayeran al suelo y se perdieran entre la hierba.
Alexa se palpó el collar de su cuello para constatar que siguiese ahí, pues no quería ni imaginar lo que aquellos tres vampiros dirían si la llegasen a oler. ¿Les molestaría descubrir que era una wicca? Y entonces la sensación se agolpó en su pecho. Scott podía sentir su magia, pues no necesitó olerla para saber que ella era una wicca. En cambio, aquellos tres vampiros no habían comentado nada. ¿Acaso no eran capaces de sentir su magia como él?
Pues eso era algo que la joven no deseaba averiguar.
—Hay algo que tienen que saber antes de cruzar al otro lado. —Selem se paró al frente suyo, hablándoles con una sequedad descomunal mientras el cabello azul le bailaba en el rostro—. Si un humano, con ningún don sobrenatural, intentase cruzar al otro lado, la fuerza de la catarata lo matará.
Niar y Alexa se miraron.
—Alto, ¿cómo saben que nosotros dos…?
—No sé lo que sean ustedes dos —Selem la señaló—, pero de lo que sí estoy segura, es que no hay nada de normal en ambos.
Los tres vampiros, miembros del consejo mortuanio avanzaron por delante abriéndose camino en un tronco derribado que atravesaba por en medio de la imponente cascada, la muerte de muchos, brindando la impresionante entrada a un mundo totalmente diferente. La luz acarició sus rostros pálidos. Stephanie sentía que había entrado a una versión onírica, quizá en su propia versión de Terabithia. Un sueño, quizá una terrible pesadilla en la que había estado sumergida los últimos dos meses de su vida. Y como le hubiese gustado que le dijeran eso, pero lamentablemente no era así. Ella estaba llegando al Otro Mundo, a la tierra de los sueños infinitos, a una tierra en la que no era necesario el alimento ni el agua para sobrevivir, no se trabajaba ni se dependía del dinero para ser feliz. Solo del poder y del buen trato del gobernante.
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Editado: 07.05.2024