DOS DÍAS DESPUÉS
-Vamos ya. Quiten esas caras de rencor. Ni que hubiese sido para tanto.
Si Derek y Edwin estaban indignados, ahora lo estaban más, pues el comentario de Danisha los hizo decir todo lo que hasta ese momento se habían callado.
—¿Cómo puedes decir algo así después de que casi hacen que nos expulsen permanentemente del colegio? Pasamos tres horas buscándolos como locos y los profesores creyeron que habían desaparecido o que algún animal salvaje los había atacado.
—Pfff —Danisha intentó restarle importancia, pues hasta ella reconocía que sí estaban molestos—. Edwin, no me trates así. ¿Sabes por qué decidimos dejarlos a ustedes en el campamento?
—¿Porque somos unos idiotas?
—Aparte. Porque tú y Derek son los mejores para inventar historias.
—No trates de convencerme con eso, Danisha. En este momento estoy muy molesto y ya estoy considerando la idea de no casarme contigo.
—Enójate más seguido, por favor.
—Bueno, ya —Steve se metió entre ambos—. Hoy es un día muy importante. Es el cumpleaños de Stephanie y no pensarán arruinarlo con su malhumor, ¿verdad?
—No lo entiendo. ¿Para qué celebramos el cumpleaños de Stephanie, si tendrá diecinueve años para siempre?
—¡¿Quién tuvo la idea de invitar a Danisha?!
—No me molesta —pero en una respuesta muy madura y nada sentida, Stephanie cogió un cucurucho de papel que Niar había hecho simulando los gorritos de fiesta y se lo puso en la cabeza—. Al contrario, celebrarlo me hace recordar que el tiempo pasa, y aunque no lo haga para mí, sí lo hace para las personas que me rodean. Edwin, Derek, Niar, Alexa, este brindis va por ustedes.
—¡Salud! —todos chocaron sus vasos de cartón.
—Pues, muy bien, ¡sigamos con la fiesta!
Firework de Katy Perry sonaba en los altoparlantes de la casa mientras Steph veía a sus amigos congregarse a su alrededor. Estaba feliz, y aquella misma felicidad le regresaba un rememorado sabor a su cumpleaños número nueve, cuando su padre arribó a la antigua casa con un enorme pastel de dos pisos.
No había pasado muchos años desde que Esther los había abandonado, pero, qué más daba si lo tenía todo con él, pues el amor, el cariño, la comprensión y los mimos su padre nunca se los negó.
La agobiante realidad de su situación la hizo necesitar más que nada esos cálidos abrazos con la chaqueta que él siempre solía tener puesta. Fredy trabajaba en un enorme invernadero, y lo obligaban a cubrirse con una tela especial para evitar alergias o infecciones por los insecticidas que se utilizaban. Usarla se le había vuelto una costumbre más que una necesidad.
—¿Stephanie? —lo recuerda llamándola. Ella estaba de pie frente a su armario mientras observaba una antigua fotografía que su padre aún conservaba de su madre.
—¿Por qué se fue? —la pregunta que por más que lo intentó, jamás logró hacerse de una respuesta.
—¡Stephanie! ¡Stephanie! Reacciona, mujer —la voz de Danisha la regresó al presente—. Llevo seis largos minutos hablándote.
—Lo lamento. Estaba pensando.
—Stephanie, el problema no es pensar…
—El problema es irme cada vez que pienso —terminó la frase por ella.
—No importa. Steve ha traído tu pastel y espera a que por lo menos lo desees partir.
—Steve sabe que no comeré pastel.
—Pero Steve no solamente piensa en ti —Niar estaba listo, con tenedor y plato en mano para hundirle los dientes a las rosas de betún.
Las horas se consumieron entre música, risas y chistes, igual que como los primeros años del instituto, aquellos tiempos en los que recién se habían conocido y nunca imaginaron el poder tan grande que tendría su amistad.
—Feliz cumpleaños, y estaré aquí presente cuando sigas cumpliendo los demás —Steve la sujetó por la cintura, la pegó a él y le plantó un tierno beso en la frente.
—¿Aun sabiendo que puedo convertirme en la Mandata de Mortum?
—Ya hablamos de eso, y recuerda que todos estamos de acuerdo. Además, no me queda muy lejos para visitarte.
—¿Y si les vuelvo a pedir que todos se vayan conmigo?
—Stephanie…
—Ya, ya sé. No volveremos a tocar el tema hasta que regresemos al palacio. Disculpa.
—Te quiero, nunca lo olvides. Nos vemos más tarde.
—No contraten strippers ni nada que tenga que ver con hombres desnudos, o lo sabremos —Niar amenazó a las tres mientras salía corriendo con los restos del pastel entre sus brazos.
—No estaría mal —susurró Danisha, y entonces ellos desaparecieron.
Iban caminando en medio de risas y empujones, golpes y pellizcos a los que muy seguramente Alexa ya les habría llamado la atención si los hubiese visto.
Niar suspiró, sentía el estómago revuelto y unas terribles náuseas en la garganta.
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Editado: 07.05.2024