Selem se elevaba en el cielo, destellos de fuego crepitaban a su alrededor, los vendavales rompieron contra la poca estructura que permanecía de pie, y cuando todo se creía perdido, Steph dio un último intento. Se levantó y una masa oscura salió de su boca; era la energía de sus ojos que la estaba destrozando desde adentro, pero a ella no le importó. Miró directamente a Selem y pensó en rebanarle el cuello. No logró tener el efecto requerido, pero al menos Selem abrió sus ojos, se apretó el pecho y cayó llevándose un golpe brutal que casi le destroza gran parte de su rostro. Su recitación a la Gran Magia no había podido completarse, y jamás lo lograría porque ya estaba muy débil.
El cielo pareció enfurecerse, las nubes se oscurecieron un poco más y un tornado de fuego se formó sobre toda la sexta tierra.
Selem estaba furiosa. Se levantó y contrabajos consiguió dar unos cuantos pasos hacia Stephanie. La cuarta Mandata sabía que había conseguido ganar tiempo, por lo que, sin tener ni una sola pisca de duda en su cabeza, retrocedió lo más que pudo y se dejó caer al vacío. Su idea era aterrizar sobre el collar del suelo y destrozarlo. ¿Y qué creen? Lo consiguió.
El oro se partió, destellos de plata salieron volando y el mar comenzó a agitarse con vehemencia. Este efecto apocalíptico se podía ver incluso desde los demás reinos, quienes preocupados por su propia seguridad, convocaron a todos sus guardias en caso de que recibieran un primer ataque. Los Farkas también estaban en las mismas circunstancias, solo que, con una orgullosa sonrisa en el rostro, Saravasti miró a Yako y exclamó:
—Se ha roto el hechizo de sellamiento.
La tierra retumbó con fuerza, el mar se levantó en enormes olas que se estrellaban contra la costa y mojaban a los Árboles Danzantes. Del cielo cayeron truenos y relámpagos que partieron el cielo a la mitad; y entonces dos figuras humanoides emergieron de la pantanosa masa oscura que se había formado entre los remolinos del mar y los restos del viejo puente que ahora había sido destruido.
Selem retrocedió aterrorizada. Un fuerte silencio invadió a Mortum, y cuando Märah pudo verlos, recargó su rostro sobre el hocico de Zermman y sonrió.
Sobre los restos del suelo blanco, dos hombres, vestidos únicamente por una túnica oscura, abrían sus ojos lentamente hasta que estos adquirieron el color rojo de su ira.
Steph se permitió suspirar aliviada, pues por primera vez en mucho tiempo, sintió que ya no estaba en peligro.
—Scott, Kerry.
La batalla volvió a levantarse cuando los dos hermanos se separaron. Uno iría con Stephanie, y el otro buscaría a Danisha.
La Vampiresa de París lo vio llegar y lanzarse sobre los guardias que intentaban atacarla, y como si su poder fuese el mismo de aquel muchachito que crecía mientras fue convertido en vampiro, uno a uno fueron cayendo hasta que él pudo abrirse camino hacia su amada.
—Dani.
Los dientes de Danisha rechinaban entre ellos. Su coraje, su furia, su frustración y su amor por él se hicieron un sentimiento único.
Selem corrió, bajó de la terraza y se aproximó hasta Stephanie, pero antes de que pudiera llegar a ella, un desmedido golpe la azotó en el lado derecho del estómago y la vampira salió volando hasta estrellarse con una barda que se partió y cayó sobre ella.
—Vamos, Stephanie, levántate. Tienes que matarla.
Selem volvió a levantarse, ya no era el poder de su magia falsificada, sino la furia de haber sido engañada y humillada de semejante manera. Se lanzó contra Scott y aseguró que la poca fuerza de sus ojos lo iba a decapitar; pero entonces, una línea de ferviente fuego se levantó ante ella como una muralla de protección.
Scott desvió la mirada y se encontró con un rostro que irradiaba orgullo y potencial soberbia.
—Estúpido, no tienes ni la mitad del poder que yo tengo —Alexa utilizó sus propias palabras contra él.
El poder y la antigua magia de los Farkas solo habían hecho de Alexa una escaladora imparable que no descansaría hasta conquistar la cima de su propio aquelarre, pues ella sería la siguiente Saravasti.
Kerry llegó corriendo, miró a su hermano y asintió.
—Stephanie, ya es momento de que la mates.
Cada uno de ellos se colocó al lado de Steph, sujetaron con fuerzas sus manos, y en un abrir y cerrar de ojos le mordieron las muñecas. Stephanie se revolcó de dolor, gritó y pidió que parasen, pero cuando los dos vampiros se limpiaron el danonibus de sus labios, la vampira abrió sus ojos con mucho más poder y deseos de destrozar.
—¡¡¡SELEM!!! —Steph se hallaba corriendo en su dirección. Los restos de su vestido se reducían cada vez más, y ahora solo le quedaba el corset y una diminuta falda que se envolvía en lumbre.
Selem esperó defenderse, esperó que sucediera cualquier otra cosa para que no la matara, pero es ayuda nunca llegó. La criatura que había creado su poder no se presentaría, pues queridos amigos, eso va a ser otra historia.
La vampira cayó de espaldas mientras Steph la montaba y sometía sus manos para evitar que estas la arañaran. Un dolor terrible la golpeó en el rostro, pues sabía que aquello era la fuerza con la que Selem trataba de defenderse, pero de nada le serviría. Ahora la Cuarta Mandata era mucho más fuerte que ella.
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Editado: 07.05.2024