Bueno, llegué a su salón. La vi sentada en su escritorio esperándome. Y me mandó a sentar frente a ella.
-Dime qué te sucede me has tenido el día entero preocupada. Por favor dime.-Rápido soltó.
Lo pensé mil veces, suspiré y se podría decir que lo que había en mí era la peor de las tensiones que pudiesen existir.
-Yo...-Quedé paralizada cuando miré su rostro. Ella estaba mirando mi cuello entonces tragué y cuando me disponía a continuar ella me interrumpió.
-Miriam, ¿Qué es eso que tienes en el cuello?-Preguntó justo la pregunta que no quería que me hiciera. Tenía los dedos marcados color morados, unos que eran de ayer, justo cuando mi madrastra me tomó por cuello para casi ahorcarme reprochándome porque por mi culpa mi padre se había peleado con ella. ¿No era mi culpa que ambos se pelearan, por qué entonces casi me mata? Me pregunté cuando a lo lejos escuché mi nombre y caí en cuenta de que la maestra me estaba llamando. Me había quedado pensando en eso y no reaccioné a su pregunta algo que no iba a hacer de hecho.
-Lo siento estaba pensando.-Me disculpé y arqueó una ceja. No me había creído.
-¿Qué es eso que tienes en el cuello?-Volvió a preguntar y me harté algo que nunca me sucedía.
-¡Nada ya basta de preguntarme por favor! -Le grité y se quedó mirándome raro.
-Está bien no era para que me gritaras solo me preocupé.-Me causó pena que se disculpara y yo fui una tonta en gritarle a ella que solo se preocupó.
-P-perdón yo no quise gritarle. -Me disculpé con pena.
-Anda Miriam, ¿qué es lo que te sucede? Aún no me has dicho.-Dijo en tono dulce y yo suspiré.
-Tú ganas, te diré...-Pero fui interrumpida.
-¿Qué estás haciendo ah?-Esa fue la voz chillona de mi madrastra justo en la puerta del salón. Y la maestra la miró para luego posarle la mirada a mi rostro. Un rostro que ahora se había llenado de miedo. Menos mal que no hablé porque mi madrastra estaba ahí y si decía algo de seguro ya no solo sería ahorcarme sino matarme.
-Nos vamos Miriam, llevo esperando dos minutos y no llegabas.-Se quejó.
-Perdón ya estaba por irme solo terminaba un trabajo.-Asquerosamente mentí frente a la maestra.
-¿Estás bien Miriam?-Justo me preguntó cuando notó que había comenzado a sudar mucho de miedo. Tenía a mi madrastra en frente, mejor dicho tenía a mi monstruo enfrente.
-Adiós maestra Oyola, no se preocupe, mañana terminaremos el trabajo ¿sí?-Le dije cuando le eché un ojo para que acertara aunque fuera una mentira. Y ella con fundidamente acertó algo que me alivió.
-Nos vemos mañana entonces.-Le dije mientras me acerqué a mi madrastra y ella me tomó por la mano halándome tan fuerte que casi me tropezaba.
Mientras íbamos de camino a la casa no habló, algo que en lo absoluto me alivió, saber que no me escuchó cuando Oyola me preguntó qué tenía en el cuello.
(...)
Cuando llegué a mi casa me esperaba el dolor. Solté mi mochila en la sala y mi madrastra ya había tomado la correa que estaba tirada en uno de los muebles.
-Escuincla, ¿cómo que a terminar un trabajo?-Preguntó cuando se acercó y me sometió con la correa. Yo bajé mi rostro y no dije nada algo que la hizo enojar y volver a pegarme.
-No me pegues más por favor.-Le supliqué pero no pareció escucharme.
-¿Que no te pegue? Eso pídeselo a Dios a ver si te lo cumple.-Y volvió a pegarme haciéndome llorar.
-¿Te dolió?-Preguntó riéndose y yo ni siquiera levanté mi rostro para mirarla.-Puedes largarte, ah y eso fue por hacerme esperar.-Dijo mientras tiró la correa al sillón de la sala.
¿Es enserio me pegó porque la hice esperar? Ya no la soporto me pega por todo. Me metí a mi cuarto y cerré la puerta justo cuando fue abierta de nuevo, y estaba ella otra vez.
-¿Me tienes miedo?-Soltó cuando me senté en mi cama lentamente mirándola y tragando de miedo.
-S-solo voy a e-estudiar...-Dije entre dientes porque mi boca temblaba.
-Ay, si pareces un gatito cuando le echan agua, se espanta del susto y se va...-Se burló.
-¿Puedo estudiar en paz por favor?-Me quejé y tiró de la puerta dejándome por fin a solas.