Lily.
No puedo evitar pensar en mi madre cuando veo a Nicole.
Y aunque duele, mi corazón está cantando de alegría.
—¿Esa es realmente tu estatura? —Nicole pregunta, mirándome divertida de arriba abajo.
Asiento, sonriendo como una idiota—. Bueno, los rasgos notables siempre los hereda un solo descendiente.
Nicole se echa a reír y yo no tardo en unírmele.
—No has cambiado nada, Lily —ella dice, cuando por fin se ha calmado.
No le creo ni una palabra. ¿Cómo podría? Estoy tan delgada como un palillo, hay huecos en mi rostro donde nunca antes los había habido, mi cabello ahora es mucho más corto y de un color más triste.
Aun así, asiento y trato de sonreírle.
Pero ella es mi hermana, y me conoce mejor que nadie en el mundo.
—Aunque no lo creas, sigues siendo la mujer más hermosa que he visto —Nicole declara.
—Qué va —mi voz es tranquila y cálida, pero por dentro estoy rompiéndome un poco más—. ¿Te has mirado en un espejo?
Nicole se sonroja, y yo estoy feliz de ver que ella sigue siendo tan inconsciente de su belleza como siempre.
Es alta, mucho más que yo. Su cuerpo ha adquirido unas bonitas curvas con el paso de los años y su piel es un poco más oscura, como si hubiese pasado una temporada asoleándose en la playa recientemente. Sus rasgos siguen teniendo su característica dulzura, pero ahora son más maduros, más vibrantes y llamativos. Lo único distinto en ella es su cabello, que cae en una cascada negra y lacia.
A pesar de eso, se ha convertido en una preciosa jovencita.
—Hablo en serio, Nic —digo—. Eres igual a mamá.
Nicole sonríe suavemente—. Todos dicen que me parezco también a la tía Helen.
Mi cuerpo reacciona por sí solo, y no soy lo suficientemente rápida para evitar que ella note la rigidez que apresa mis extremidades.
—Ya —respondo.
Nicole parece tan apenada que me decido a dejar el tema ahí.
—De cualquier forma, me alegro de que estés bien —comento, obligándome a suavizar mi voz—. Te ves bien, sana y feliz.
Su entusiasmo cae, y no estoy muy segura de sí la he ofendido. Estoy a punto de preguntárselo cuando ella habla.
—Lo siento —murmura—. Siento tanto que yo no pueda decir lo mismo de ti.
No respondo, solo finjo no haberla escuchado.
—¿Cómo te va en la escuela? —inquiero.
Pero ella no está dispuesta a dejarlo pasar. Puedo verlo en la determinación de su rostro.
—Lamento no haber ido a verte en todos estos años —declara—. Fui egoísta y cruel, y tú nunca te lo mereciste. Estaba muerta de miedo, Lily, después de todo lo que sucedió… yo tenía pánico de que ya no me quisieras.
—¿Cómo puedes pensar eso? —pregunto, levantando un poco la voz—. Yo di todo por ti, ¿cómo podría no amarte? Eres lo único que siempre he tenido.
—Lo sé —ella empieza a llorar—. Tal vez… tal vez en el fondo solo soy una cobarde.
No puedo negar o afirmar sus palabras. Solamente ella sabe la verdad, y yo no soy nadie para juzgarla.
—Ya no importa —miento, como si su ausencia no me hubiese matado durante todo el tiempo que estuve encerrada en ese horrible lugar—. Da igual, Nicole —declaro, aunque sé perfectamente que no es así.
—Lo siento —ella vuelve a repetir—. Lo lamento muchísimo.
Me encojo de hombros, como si nada, y exhalando un suspiro extiendo una mano en su dirección.
Nicole la toma, pero no se limita a darme solamente un apretón. Lo hace, al principio, pero de inmediato se lanza a mis brazos, justo como lo hacía antes.
Debemos formar un cuadro ridículo, conmigo poniéndome de puntitas para poder rodearla por los hombros.
—Deberías comer más —ella dice después de un momento.
Me río, y la abrazo con más fuerza—. ¿Ahora que tengo el peso que siempre quise? Ni hablar.
Nicole sabe que miento, pero no me presiona.
Francamente, lo último que necesito es a mi hermana menor dándome la lata por mi peso. O más específicamente, la falta de él.