Nicole.
Hace algunos días que salí con mi hermana, y aunque las cosas fueron incómodas al principio, fue una de las mejores tardes de mi vida. Había olvidado la forma en la que ella suele salirse de su papel tan fácil y naturalmente. La forma en la que ella se adapta.
La primera parte de la comida la pasamos hablando sin parar, sobre todo yo, pues ella no dejó de interesarse por todo lo que yo había estado haciendo durante ese tiempo. La escuela, mis amigos, incluso Nat y los chicos.
La cosa cambió cuando le pregunté a ella. Simplemente se negó a responder mis preguntas, y en su lugar, se la pasó contándome las anécdotas que las otras reclusas le relataban.
—Está esta muchacha, cuya familia era muy humilde —me contó—. Su padre estuvo ahorrando por años para poderle comprar un auto para su cumpleaños número dieciocho.
—¿Lo logró? —pregunté, esperando una continuación conmovedora—. Su padre, quiero decir.
Lily me sonrió ampliamente—. Oh claro que si —su sonrisa se hizo más grande—. Cuando ella salió a ver su regalo se quedó sin palabras.
—¿Por qué? —curiosee ansiosamente imaginándome un coche amarillo o alguna cosa similar.
—Bueno, porque era un coche fúnebre —soltó, como si nada.
Casi escupí el refresco que estaba bebiendo.
Y Lily simplemente siguió, recitando anécdota tras anécdota, haciéndome reír como una idiota.
Cuando estábamos a punto de comer el postre, un par de sillas fueron arrastradas hacia nuestra mesa y dos personas más se unieron a la reunión.
Me sorprendí un poco al notar a Mauro y Dana sentados con nosotras. Él había dicho que probablemente se nos uniría cuando le conté que iba a cenar con mi hermana, pero no creí que tuviera las agallas para hacerlo realmente.
—Un gusto verte de nuevo, Lily —Mauro dijo sentándose a su lado derecho. Dana ocupó la silla restante a mi derecha.
—No puedo decir lo mismo —mi hermana alegó mirándome fijamente.
Empecé a ponerme nerviosa, temiendo una reacción igual de mala a la que ella tuvo con Daniel la primera vez, pero me relajé en cuando me di cuenta de que ella estaba ligeramente divertida.
—Oh, vamos —Mauro replicó—. ¿No podríamos bajar el hacha de la guerra por una hora?
Lily le regaló la sonrisa más inocente que le he visto en toda mi vida—. Por supuesto, de paso podríamos empezar a comportarnos como los adultos que somos, ¿verdad?
Cielos, él no tenía idea de lo que estaba a punto de caerle encima.
—De acuerdo —Mauro le sonrió ampliamente. Honestamente, si esperaba ganarse a mi hermana con eso, aquel había sido un intento mediocre. Y él tenía que saberlo—. ¿Qué tal el trabajo? —preguntó, sin dejar de parecer totalmente a gusto.
—¿Es lo mejor que tienes? —mi hermana respondió con una voz suave y tranquila, pero al ver que Mauro se limitaba a mirarla esperando su respuesta, se encogió de hombros y suspiró—. Bien, aburrido, igual que siempre, pero bien. Mi jefe nunca me grita.
—¿Ah no? —Mauro contestó con la sonrisa agrietándosele en el rostro—. Debe tener una paciencia inagotable, entonces.
—Lo cierto es que sí —Lily le siguió la corriente fingiendo que aquella era una conversación civilizada en vez del ataque que estaba comenzando a tomar forma—. Pero más que eso, el señor Rubén sabe cómo es que se debe tratar a un ser humano.
Oh Dios.
—Bueno, el problema es que a veces algunos no poseen ninguna virtud para resaltar esa condición, ¿no te parece?
Lily se rio alegremente—. Sin duda, no olvides que viví con Roberto por casi una década.
Mauro se puso pálido.
—No lo olvido, Lily.
Mi hermana se revolvió incómoda en su silla, pero eso no evitó que ella le dedicara un gesto desdeñoso y le instara a cambiar de tema—. Da igual. Nicole me dijo que ya has abierto otros tres locales.
Mauro asintió, sorprendido de que Lily no le siguiera dando lata—. Así es, he tenido algo de suerte.
—Éxito, Mauro —ella suspiró teatralmente mirándolo con un poco de respeto—. Llámalo por lo que es. No hace falta que disimules modestia, ambos sabemos que esa no es una de tus cualidades.