Mundos Diferentes

Thomas Jeff

20 de septiembre

THOMAS JEFF

El accidente había sido una experiencia aterradora. Mi madre me llevó a casa después de que me dieran el alta del hospital. A pesar de que estaba cansado, el hambre no me dejaba en paz, así que me preparé unos hot cakes. Tenía el estómago vacío y necesitaba algo que me calmara. Mi madre me miraba preocupada mientras me veía comer con avidez, como si todo lo que había sucedido se hubiera quedado atrás en ese instante.

Después de que terminé de comer, mi madre me dio de cenar, y mientras colocaba los platos sobre la mesa, me miró con seriedad. Su voz era suave, pero había algo en ella que me hizo sentir que tenía que escuchar con atención.

—¿En serio quieres hablar de lo del hospital en este momento? El doctor dijo que necesitas descansar —me preguntó, sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y amor.

Mi cabeza aún estaba llena de confusión, pero sentía que era el momento de hablar, de entender lo que había pasado. Sin embargo, sabía que no estaba listo para profundizar en todo eso todavía. Me sentía demasiado vulnerable.

—Bueno, pero ¿podemos hablar mañana sobre el tema? —respondí, con la esperanza de que al menos tuviera un poco más de tiempo para asimilar lo ocurrido.

Ella asintió y me dedicó una sonrisa comprensiva. Siempre había sido así, dispuesta a darme espacio para procesar mis emociones.

—Sí, claro —dijo con suavidad, como si entendiera mis pensamientos sin que yo tuviera que decir nada más.

—Quiero ir a mi habitación a dormir —murmuré, sintiéndome agotado tanto física como emocionalmente.

—Está bien, yo te llevo —respondió sin dudar.

Subimos las escaleras con esfuerzo. Mi cuerpo aún estaba débil por el accidente, y cada paso que daba parecía un desafío. Finalmente, llegamos a mi habitación, y una vez en mi cama, me dejé caer. Cerré los ojos, pero mi mente seguía trabajando a toda velocidad. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido, en el accidente, y en las visiones extrañas que me habían atormentado antes de perder el control.

Recuerdo perfectamente cómo todo comenzó. Las imágenes seguían dándome vueltas en la cabeza. Eran tan vívidas, tan intensas, que me sentía incapaz de apartarlas. Las visiones no eran solo sueños; algo más estaba en juego. Había algo oscuro detrás de todo esto.

Flashback

Me desperté en una habitación grande, pero vacía. El lugar era desconocido, pero había algo familiar en la decoración. Todo estaba dispuesto como si alguien hubiera preparado ese espacio especialmente para mí. Al principio no entendí qué estaba pasando. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante. No había personas a mi alrededor, solo mis cosas. Me levanté de la cama y caminé por el pasillo, buscando alguna respuesta. El ambiente estaba cargado de una sensación de espera, como si algo estuviera a punto de suceder.

Al llegar a un salón grande, me encontré con algo que me desconcertó aún más. El lugar parecía una fiesta en preparación: mesas, sillas, decoraciones, y una gran cantidad de objetos esparcidos por el suelo. Me sentí extraño, como si no perteneciera allí, como si algo no encajara.

Fue entonces cuando la vi. Una mujer apareció de entre las sombras. Su rostro era familiar, pero no podía recordar quién era. Ella me sonrió amablemente, como si me conociera desde siempre.

—Hijo, hoy es el día... —me dijo, con una voz suave pero llena de una extraña determinación.

No entendía qué quería decir. ¿Qué día? ¿Por qué sentía que había algo importante detrás de sus palabras? En ese momento, mi mente estaba llena de confusión.

Antes de que pudiera formular una pregunta, un hombre apareció junto a ella. Él me miró fijamente y, con una voz firme, dijo:

—Hoy es el día en que tú, tu hermana y tus primos conocerán las raíces de donde venimos. Así que quiero que te portes bien y hagas todo lo que te digan.

Sus palabras me dejaron helado. ¿Raíces de dónde veníamos? ¿Qué quería decir con eso? No entendía nada, pero la sensación de que algo trascendental estaba por suceder me envolvía.

De repente, vi a varios niños corriendo y jugando. Había risas, gritos de alegría. Todo parecía normal, como una escena de felicidad inocente. Pero algo en mi interior me decía que esa imagen no era lo que parecía. Algo estaba mal.

El ambiente cambió abruptamente. Las risas se desvanecieron, y todo se nubló a mi alrededor. De un momento a otro, me encontré amarrado a una placa de madera junto a otros cinco niños. Todos estábamos inmóviles, y el miedo comenzaba a invadirnos. Un hombre se encontraba frente a nosotros, pero sus palabras no lograba entenderlas. La atmósfera era densa, opresiva, como si estuviéramos a punto de enfrentar algo horrible.

Observé a los otros niños. Entre ellos, vi a Charlotte y a Alicia, dos de las tres niñas que estaban allí. Sus rostros reflejaban un miedo indescriptible. Sus ojos no mentían; estaba claro que no sabían qué estaba sucediendo, pero algo les decía que no era algo bueno.

El hombre levantó una daga con un brillo oscuro en los ojos. Uno a uno, comenzó a acercarse a los niños. Yo no podía moverme, ni gritar. El miedo me paralizaba. Vi cómo, con una brutalidad escalofriante, enterraba la daga en el corazón de cada uno de ellos. El silencio entre cada golpe era aterrador, y el único sonido que se escuchaba era el grito final de cada niño, un grito de desesperación que quedaba grabado en mi mente.

Cuando llegó mi turno, supe que no podía hacer nada para evitarlo. Vi cómo el hombre se acercaba, y aunque mi corazón latía con fuerza, la daga era inevitable. Me la clavó en el corazón. Un dolor intenso se apoderó de mi cuerpo. Sentí como si el mundo entero se desmoronara. La sensación de morir era tan real, tan palpable, que todo a mi alrededor se desvaneció. El ardor en mi pecho era insoportable, y entendí en ese momento que estaba muriendo.



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En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 01.02.2025

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