Al día siguiente, desperté en la cama del hospital. Sentí una punzada de dolor al moverme, pero al ver a mi madre a mi lado, mi corazón se calmó un poco.
—Jayden, ¿ya despertó? —dije, mi voz temblorosa, llena de ansiedad.
—No, aún no ha despertado. —respondió ella, su rostro se mostró preocupado, pero trató de no demostrarlo demasiado.
—Quiero que despierte. Necesito hablar con él. Puede que tengamos que hacer algo más. —mis palabras salieron con urgencia, como si mi mente no pudiera dejar de dar vueltas a las posibilidades.
—Lo sé, hija, pero necesitas estar bien. Todos los demás lo están, y yo quiero que tú también estés bien. —Mi madre me miró con ternura, pero había algo en sus ojos que reflejaba una preocupación profunda. Sentí como si tratara de consolarme, pero a la vez quería que yo no me preocupara tanto.
Mi madre había cambiado mucho desde que hablamos como familia. Pensaba que a ella no le importaba, pero ahora me mostraba una preocupación sincera que me conmovió profundamente.
—Hola, Charlotte. Este es tu último día aquí. Te voy a mandar a casa a descansar y te daré algunas medicinas. —dijo el doctor, entrando con una sonrisa amable, pero yo podía ver un cansancio en sus ojos. Quizá de estar constantemente atendiendo a personas como yo.
—Perfecto, ya podré irme a casa. —dije, aliviada, pero al mismo tiempo sentía una mezcla de agotamiento y algo de miedo. No sabía si estaba lista para volver, pero necesitaba estar en casa.
Cuando llegué a casa, me recosté en mi cama. El lugar me parecía familiar, pero a la vez tan distante, como si hubiera pasado una eternidad desde que lo vi por última vez. Sentí una extraña mezcla de calma y ansiedad.
—¿Puedo hablar contigo, Charlotte? —dijo Samanta, entrando tímidamente a mi habitación. Su voz estaba vacía de energía, y pude ver la duda en su mirada. Sabía que quería contarme algo importante, pero su expresión me hizo pensar que no era fácil para ella.
Sinceramente, ya no quería hablar con ella, pero sentí que debía escucharla, al menos para saber la verdad. Mi corazón latía más rápido, una mezcla de curiosidad y desconfianza.
Ella me contó toda la historia y no podía creer lo que escuchaba. Estuvo obligada a todo, pero lo bueno es que ahora sabía la verdad. Estaba en shock, mi mente no lograba procesar toda la información que Samanta me había dado. El dolor de lo que me contaba me hizo sentir una presión en el pecho.
—Perdón por interrumpir, pero Jayden despertó. —dijo mi madre con voz llena de esperanza, y mi corazón dio un vuelco. No pude evitar sentir una explosión de alivio.
—Necesito verlo. —dije, casi sin pensarlo, levantándome rápidamente de la cama. La urgencia me hizo sentir como si no pudiera esperar ni un minuto más.
—Está bien, hija, pero debemos ir ahora, porque si no, se hará más tarde. —mi madre respondió con calma, aunque su tono también denotaba la preocupación de que no podía dejar que me desgastara más.
—Sí, está bien. —respondí, con una sensación de impotencia por no poder hacer más, pero con la determinación de que iría a verlo.
En el camino al hospital, pensaba en qué preguntas le haría cuando lo viera. Mi mente daba vueltas, pero lo único que quería era asegurarme de que estuviera bien. Esperaba que no estuviera tan afectado por lo que había pasado.
Al entrar en la habitación de Jayden, vi su rostro al verme y una pequeña sonrisa apareció en sus labios, aunque sus ojos estaban llenos de dolor. Mi corazón latió más rápido al verlo, y sentí un torrente de emociones encontrarlo allí, vivo, aunque aún vulnerable.
—¿Cómo es posible que sonrías con el dolor que debes estar sintiendo? —le pregunté, sorprendida y desconcertada, mientras un nudo se formaba en mi garganta al verlo herido, pero sonriendo por mí.
—Siento dolor, pero tu hermosa cara me hace sentir mejor. —me dijo con una sonrisa que me hizo sonrojar. Mi estómago se dio un vuelco al escuchar sus palabras, y aunque me sentí halagada, también me invadió una gran preocupación por su bienestar.
—Está bien, pero tengo que hacerte una pregunta. —dije, con la voz temblando un poco. Sentía la presión de lo que estaba por preguntar, pero era necesario.
—¿Qué quieres preguntarme, hermosa? —respondió él, con su voz suave, pero en sus ojos se reflejaba una seriedad que me hizo sentir más nerviosa.
—¿Cómo llegaste a ese lugar? —mi corazón latió con fuerza, y al mismo tiempo, me invadió una sensación de tristeza al saber que la respuesta no iba a ser fácil.
—Sabía que en algún momento me lo ibas a preguntar. —dijo, con una mirada profunda, como si estuviera tomando aire antes de contarme algo que lo había marcado.
—Entonces, respóndeme. —le insistí, con la voz quebrada. Sentía que necesitaba entender todo, que debía conocer la verdad, aunque doliera.
—Tengo que contarte toda la historia. —suspiró, como si hablar de su pasado le costara. Yo lo miré, con el corazón en vilo, lista para escuchar todo lo que tenía que decir.
Él comenzó a contarme su historia, y cada palabra me hacía sentir un nudo en el estómago. A medida que avanzaba en su relato, mi corazón se quebraba al comprender lo difícil que había sido su vida. Cada sacrificio, cada decisión que tomó bajo presión, me dejaba una sensación de tristeza profunda, pero también una admiración por la fuerza que había demostrado.
—Entiendo. Creo que fue muy difícil para ti, pero tú no perteneces a ese mundo. Por eso eres diferente. —le dije con sinceridad, intentando consolarlo. Me dolía pensar en todo lo que había tenido que pasar.
—¿Verdad que te gusta que sea diferente? —me preguntó, con una mirada llena de esperanza y miedo a la vez. Me hizo sentir que, a pesar de todo, su corazón seguía buscando algo bueno.
—Sinceramente, sí. Pensaba que nos ibas a traicionar desde un principio. No creía que me ibas a ayudar en todo. —admití, mi voz temblando ligeramente. La vulnerabilidad en mi tono era clara, pero mi corazón ya no podía esconder lo que sentía por él.
Editado: 01.02.2025