El silencio inunda la habitación y puedo escuchar el largo suspiro de Thalia.
— Jhos... – se oye otro silencio. – sé que cometí muchos errores, sé que no hice las cosas bien, pero ...
— Ya no tiene caso, Thalía. – la voz de Kepler está llena de repugnancia, tendrá que darme una buena explicación por haberme dejado sola. – tú y tus excusas en este momento ya no me interesan.
Un sollozo se escucha y Loren me mira como preguntándome que vamos a hacer. Esperar, sí. Eso debemos hacer.
— Te amo, Joseph Kepler – La simple pronunciación de esa frase hace que un retorcijon se cruce por mí estómago. – Vine aquí por tí, ¿A caso eso no vale?
Me acerco a la puerta del baño, que daba la impresión del momento, una pequeña ranura permite ver lo que pasa allí fuera. La mirada de Joseph es dura, fría... Tan característica de él; Thalía lo mira suplicante, ansiosa, por un segundo sus ojos se posaron en los labios de Kepler y sentí el fuego avivarse dentro de mí. Víbora.
— ¿Ya no me quieres? – ella da un paso lentamente hacia él, pero el no se inmuta. ¿No piensa moverse? ¿Alejarla?. En sus ojos veo una batalla de sentimientos, pero ¿Porque? – ¿Ya no me amas? ¿Ya está totalmente olvidado para ti?. – da un otro paso hacía él, pero más largo quedando a escasos centímetros.
Más fuego, más llamas se prenden en la boca de mi estómago al igual que mi pecho arde; ¡Tranquilízate Isabella! Pienso. Lo sé, debo tranquilizarme. Pero verla cerca de él, y además, ver su quietud hace que olvidé como tranquilizarme. En un fracción de segundo sus rostros están a milímetros, dejando sus labios a punto de tocarse. ¡¿NO LA APARTARÁ?!
No aguanto más, me levanta como puedo a una velocidad inimaginable (en mi condición, claro está) antes de que Loren pueda detenerme.
— Sorprendente la facilidad para meterte con personas comprometidas. – hablo con tranquilidad saliendo del cuarto de baño y puedo jurar que veo la preocupación en el rostro de Kepler. ¡Ay, cariño! ¿En que te metiste?.
— ¿Comprometidas? – Thalía sonríe burlonamente, pero en sus ojos veo la duda. Ajá – Jhos no está comprometido, querida. – dice sonriendo aunque parece como si lo dijera para convencerse ella misma.
— ¿Ah, no? Entonces ¿porque es que puedo besarlo sin temor a que me vaya a apartar? ¿O que me impida tocarlo? – los ojos de Thalia se abren como platos y solo reflejan dolor. ¡Eso! sufre. – ¿No es cierto, cariño?.
Mis ojos se enfocan en Joseph que me ve sin poder entender. Agito mis pestañas y el no parece reaccionar.
— ¡Cierto! Para que decirlo si podemos demostrarlo. – lo beso al instante de terminar la oración. Es un beso suave, lento pero suplicante. Kepler duda un instante antes de responder el imprevisto beso. Al abrir los ojos, Thalía no es encuentra en la habitación.
— Eres un idiota – me separo de él y salgo de la habitación. Podré ser bipolar, pero mi orgullo más el hecho de haberme dejado sola, me tiene fuera de mis casillas.
Bajo las escaleras y camino entre la gente, necesito tomar algo, lo más fuerte que haya; voy a la cocina y tomo un vaso de la encimera, el estravagante sabor del Vodka llena mi garganta pero una conversación a lo lejos llama mi atención. Thalía está hablando con rostro serio a un divertido Kin Jackson ¿De que hablan? Vaya yo a saberlo, pero lo que sé, es que muy en el fondo siento que no es para nada bueno.
Loren se quedó en la habitación después de yo salir de allí, y después de eso no la he visto ni a ella, ni a Kepler; continúo en la cocina y hasta el momento ya perdí la cuenta de los vasos de alcohol que he tomado. Un cosquilleo recorre mi cuerpo a través de mis venas y siento que todo a mi alrededor da vueltas y más vueltas; pierdo la noción de todo lo que acontece en mí entorno y mi vista se torna oscura, no veo nada pero aun así, oigo voces sin dueño en mi entorno.
Hazlo rápido. Una voz de mujer se oye a mis espaldas y una escena empalagosa se hace presente en mi mente y una carcajada inconsciente sale por mi garganta. ¿No crees que nos pasamos de la dosis? Ahora era la voz de un hombre que inundaba mis oídos; Nada de esto tiene sentido para mí, aunque en el fondo de mi ser, una pequeña parte de mi cordura está llena de sentimientos como rabia, ira, inseguridad y desconfianza pero, la parte que ahora domina mi cuerpo solo quiere una copa más de aquel líquido que hacia olvidar mis pensamientos.
—¡vamos! Súbela a la camioneta antes de que nos descubran – miles de voces pronunciaban esas palabras y no podía identificar una entre mil.
No sé si es el alcohol que está haciendo efecto en mí, pero empiezo a sentir miedo. Sí, miedo; aunque no tengo clara la razón de mi temor, siento la necesidad de huir ¿Pero de qué?
Siento el zarandeo de estar en un auto en movimiento y comprendo la razón de mi inseguridad. No recuerdo haber salido ni con Kepler ni con Loren, a pesar de que mi memoria no está en mis mejores momentos, eso lo tengo más que claro.
Mis sentidos comienzan a aclararse y a pesar de que mi vista se ha despejado un poco, soy consciente de que aún no veo ni un carajo. Una especie de bolsa me cubre la cabeza y en el momento de que intento quitármela, siento mis manos hatadas a mis espaldas. Unas manos rudas me toman de los brazos y en el instante en que me sacan del auto, siento un dolor punzándome dónde mis brazos se unen con mis hombros. Un vacío se posa en mi pecho y un mal presentimiento hace que los vellos de mis brazos se pongan de puntas.
—Jefe, todo salió a la perfección. – la voz del hombre a mi lado es fría, escalofriante.
— Al final, siempre te tendré a mi lado. – mis pies se clavan al suelo y solo puedo rogar que todo esto solo sea una mala jugada del alcohol en mi mente. – Siempre regresas a mi lado, mi querida Bella.