Muñeca de cristal

Capítulo 1

2016

Pasado...

La mirada perdida en aquel objetivo inanimado. La mirada en aquel cepillo dorado, levanto su mirada, vio aquel reflejo, no dejaba de cuestionarse.

Otro día más, pensó. Solté un cansado suspiro.

-Steven, ¿vinieron mis amigos? –pregunte al percatarme de su presencia. Pareciera sumido en sus pensamientos, ya que, al oírme su mirada baja de mi rostro a los pies, algo que estaba sumamente prohibido y mal visto. 

-Claro señorita. Feliz cumpleaños-exclamo lo último con una sonrisa. De pequeños éramos inseparables, aunque el fuera mayor que yo por uno años nunca fue un impedimento, pero mi padre nos alejó, ya que, pensó que yo tenía sentimientos encontrados hacia Steven, lo cual era cierto, pero luego el comenzó a trabajar conmigo.

-Muchas gracias-agradecí con una sonrisa. - ¿Sabes que no me gusta que me digas señorita? 

-Lo sé, señorita-marco la última palabra-. Usted más que nadie conoce nuestros puestos, o ¿gusta que le diga princesa? 

Siempre era así con él, antes me sentía como una chica común, ahora me siento como una damisela en apuros, esperando huir del castillo.

-Prefiero señorita-espero unos segundos para continuar-: Puedes retirarte.

Solo asintió y salió de la habitación. Me puse el collar que tenía mi nombre, puse algo de labial en mis pálidos labios. 

Con mis manos toque aquel vestido de seda, escogido por mi madre y modistas, nada que había en ese closet era algo que yo hubiera elegido. Me puse aquel vestido, que llegaba mis rodillas, preferí evitar verme en el espejo, quería sentirme en un cuento de hadas, aunque en este cuento nadie me salvaría.

No quería odiar en lo que me había convertido.

-Hija, feliz cumpleaños-felicito Leonor II, mi madre. Con aquella sonrisa superficial. Me dio un abrazo el cual no correspondí-nunca lo hacía-, pero ella estaba tan acostumbrada a eso, nada de afecto.

Un recuerdo invadió a mi mente:

-Mami, feliz cumpleaños-exclame. La abrace y rápidamente me aparto.

-No me abraces. Sabes que odio las muestras de amor, ya estas grande para hacerlo-dijo mirándome, para luego darse la vuelta e irse, dejándome completamente sola en un pasillo.

Grande para ella era tener ocho años. Al verla desaparecer del pasillo, camine a mi habitación.

A veces los recuerdos llegan en los peores momentos.

-Gracias madre-respondí breve. Camine hacia las escaleras, mire a mis amigos, todos ellos con aquella admiración hacia mi vida, como si mi vida fuera un privilegio, por dios.

-Feliz cumpleaños-gritan al unisón. Haciendo que Steven ruede los ojos, payaso. Las chicas me dan un abrazo, mientras que mi amigo se queda esperando su turno.

Las chicas andaban con vestidos similares al mío, mientras que el llevaba un pantalón de mezclilla. Ninguno de ellos pertenecía a la realeza, mis padres no aceptaban aquello, pero no me prohibían que dejara de verlos-ya que no le convenía-, solo que no me enamorara, era una regla de oro en esta familia. 

Nunca te enamores.

Luego de unos minutos de abrazos y felicitaciones, pasamos al jardín. Donde al parecer habían hecho una celebración por mis dieciséis años. 

-Te compre este regalo-Melina extendió dio el regalo-. Yo sé que no es mucho, pero es con todo mi amor y dinero.

Me había quedado quieta al oír aquello, aquel comentario me hacía sentir superficial, como si yo fuera materialista, si me hubieran regalado una carta, fuera la más feliz del palacio.

-No era necesario, Morgan-dije apenada. Me daba hasta pena aceptarlo, sentía que le iba a deber mi vida por aquello.

-Tu calla y acepta. Luego me lo repones en mi cumpleaños.

Ahí estaba la clave, todos hacían eso, daban algo esperando algo a cambio, realmente si vas a dar algo, dalo porque te nace sin esperar algo a cambio.

-Gracias-dije apenada. No tenía de otra.

-De nada querida. Y ¿Qué te han dado tus padres? Supongo que regalos muy costosos como siempre, ojalá yo tuviera esos padres-exclamo Melina. Con una sonrisa en su rostro, todavía admirando cada detalle del castillo.

No sabes lo que dices, pensé.

Los demás chicos me dieron sus regalos, ropa y más ropa, de todos modos, nunca me la pondría-mi madre no me lo permitiría-, caminamos hacia la mesa, cada uno se dispuso a comer mientras que platicábamos de temas-los cuales no entendía-, pero el ambiente era agradable.

-Hola jóvenes, ¿cómo se la están pasando? –pregunto mi padre. Todos al oírlo se levantaron y dieron una reverencia, yo continúe comiendo. Mi padre tenía que venir, para que vieran que el rey era aquel señor caritativo que le encanta estar con el pueblo.

El no sería nadie sin el pueblo.

Comenzaron a platicar con mi padre, el tomo asiento en donde momentos antes estaba Melina-a un lado mío-, pero a ella no le importo sentarse en otro lugar.

- ¿Su hija tendrá la corona después de usted? –pregunto Luciano. Esa respuesta si me interesaba. Aunque yo sabía aquella respuesta.

“Nunca se le entregará la corona a una mujer, nunca podrá con el cargo”

-No-contesto firme-. Apenas que la reina tenga algún hijo varón o que Haidee se case. De lo contrario iría para el hijo de mi hermano o apenas que ellos dos se casen, para mantener la sangre real.

Quise replicar aquello. -Pero padre, él es mi...

Me calle al ver la mirada que él había hecho, no quería que me volviera a regañar.

-Cállate-ordeno. 

Baje la mirada ante su orden, puse mis manos en mi regazo, hasta en mi cumpleaños él me iba a tratar como quisiera, típico.

Aquel almuerzo continuo, yo seguía callada, mis amigos seguían con aquella admiración ante mi vida. No les había importado que me quisieran casa con alguien de la familia, parecía eso ser lo de menos. Yo no iba a permitir aquello. Gracias padre por arruinarme mis dieciséis años.



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En el texto hay: esperanza, reina, amor prohido

Editado: 15.10.2020

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