No he parado de llorar desde que la vi, ahí tirada entre tantos vidrios rotos. Quise ayudarla, quise salvarle, pero nada funcionó. Ese es mi pecado y mi reflejo me lo recuerda todos los días. Me he roto, en todas las formas posibles. Desde ese día no he vuelto a hablarle a otra persona, no podía. Ella fue lo mejor que me pasó, me salvó del infierno en donde vivía y yo le pagué con la moneda más cara de todas.
Mis padres se encargaron de recordármelo cada día de mi vida; y mi hermano, pues… él se alejó. El estar cerca de mí significaban problemas para cualquiera. No voy a negar que muchas veces intenté acabarme, pero su recuerdo también me lo impidió. Los sentimientos se me fueron prohibidos junto con las emociones, y los ataques de ansiedad fueron subiendo de nivel cada año. Quien diría que durante uno de ellos conocería a Razel. Verlo por primera vez mientras me daba un ataque y él tiraba de una rubia, todo en el mismo baño, resultaba repugnante. No importaba cuanto tratara de alejarlo, él solamente se hizo más chicle…
Aunque odie admitirlo, él se convirtió en un ángel para mí. Cambio mi perspectiva de la vida volviéndola más colorida, pero también la destruyó. Creí en esa ilusión que me puso en cara y ahora estoy más rota de lo que ya estaba.
Soy Amelie Mills y estoy…