Me conociste y me escuchaste, como una canción que suena en la radio. Gustaste de mí como de una canción de moda: por un instante limitado.
Fui tu favorita, la distinta
entre un millón.
Es hora de ser francos, fui la novedad, no la excepción. Durante un tiempo te duró la emoción.
Me incluiste en tu lista, esa lista donde guardas canciones que eventualmente olvidas, pensando que no hay más para apreciar, ningún sonido que valga la pena escuchar de fondo. Pasaste por mí como pasas las canciones repetitivas.
Me dejaste en la sombra, entre la pared y tu armario, tal como dejaste el póster que hace meses adornaba la habitación con quienes creías eran tus cantantes preferidos.
Fui la canción del momento,
yo creyendo que era
el un nuevo descubrimiento,
el que se volvería por siempre tu favorito.
Reconozco que tú, en cambio, fuiste para mí La canción.
Melodía intoxicante.
Notas de otra dimensión.
Sintonía impecable de instrumentos. Letra que es poesía pura.
Mi favorito, la excepción
a lo tradicional, a lo común.
Ilógico... Eres, aún ahora, la canción
que busco en cada estación de radio. Encabezas un listado que solamente te contiene a ti.
Te tarareo en la cena y en el desayuno,
en la calle, en el metro, en casa,
en un museo, mientras miro series y al observar el cielo a las cuatro de la madrugada.
No desvaneces a eco ni a incómodo silencio.