Nameless

CAPÍTULO II: Rompiendo el silencio

<<El caos es un orden por descifrar>>.
  LIBRO DE LOS CONTRARIOS
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 Jekyll irrumpió en la sala de dirección. A las afueras de aquel planeta, las temperaturas se elevaban constantemente, pero aquel día en particular los rayos thronianos sofocaban el aire y poco se podía hacer para combatir el calor de la atmósfera.

La habitación de aquella base en Canis la presidían cinco mesas blancas, todas ellas ocupadas por algunos miembros esenciales para el funcionamiento de la asociación. Junto a los asientos adheridos a las mesas, había un amplio ventanal que simulaba las afueras de la estructura flotante, pues no podían darse el lujo de tener verdaderos espacios abiertos. Eso podría delatar su ubicación a los enemigos, por más que las corrientes vaporosas de aire los ocultaran de su radar.

Intentando sentarse en silencio, las miradas de los miembros y superiores congregados ahí se clavaron sobre Jekyll.

—Yo, eh… Lamento la tardanza.

En la silla de al lado, Dia se giró hacia él, una sonrisa burlesca adornando su rostro pecoso.

—Vaya entrada más triunfal. —El recién llegado la miró con una expresión de molestia.—¿Qué, por qué me miras así? ¿Acaso planeas justificar tu retraso con el calor que hace?

—Disculpe la osadía de mi pregunta, capitana —Jekyll dijo con cierta tonalidad irónica en su voz—, pero… ¿quién le dio permiso de leer mis pensamientos otra vez?

Dia enarcó una ceja, aunque parecía más divertida que curiosa.

—¿Y quién dijo que leí tus pensamientos? Mira, ya te lo he explicado antes: por más que me creas una bruja, no puedo hacer algo así. Además… —hizo una pausa— costaría demasiada energía hacer algo de ese estilo, y créeme que no tengo el menor interés de leer una mente tan retorcida como la tuya.

Jekyll abrió la boca, pero sin intenciones de replicarle nada. Solamente se limitó a llevar una mano a su pecho, indignado, pero también derrotado al instante. Dia era su capitana, sí; como encargada de supervisar sus acciones, algunas de moralidad más dudosa que otras, respetaba su cargo y cumplía atentamente sus órdenes. Bueno, más bien era una forma de resignación ante el poder de la joven, quien por cierto era catorce años menor que él y aun así tenía más honor al interior de N.N que el mismo Jekyll.

—Harcrow, Mylar. —Una de las cabecillas al interior de la asociación se dirigió a ambos.—Suficiente. Ahora que tengo la atención de todos, se levanta la sesión.

Todos los presentes se levantaron de sus asientos, a excepción de Jekyll y Dia. En su lugar, Jekyll parecía estar recriminándole algo y Dia solo optaba por asentir.

—Ya que los veo tan ocupados —la misma cabecilla que se dirigió antes a ellos se les acercó por detrás—, espero que Mylar se ocupe de explicar todo lo que deben hacer en la próxima misión. Con su permiso.

Se retiró calmadamente, dejando a un Jekyll con bastantes dudas por resolver.

—Vale, vale. Veamos qué tienes para mí, capitana. —Sopló un cabello rebelde que le caía por sobre un ojo.—Y espero que implique salir a otro planeta, porque me estoy asando acá en Canis. En serio, tanta tecnología para combatir al enemigo, ¿y ni siquiera podemos controlar estas temperaturas infernales?

—No seas quejumbroso, Jekyll. El regulador está al máximo de frío posible. Si se averió, eso es otra cosa… ¡Pero nuestro querido personal nos salvará! Seguro Aida está trabajando en eso. —Comentó, optimista como siempre.

—Aida… Bueno, confío en ella más que en ti, la verdad. —Apenas aquello salió de sus labios, Dia le dio un pequeño golpe, pero esbozando una sonrisa… probablemente porque se estaba burlando a sus expensas, no porque estuviera genuinamente feliz.

—¡Gracias!

Jekyll bufó.

—Ahora, ¿podemos volver a mi pregunta?

—Cierto, cierto. —Dia cruzó las manos sobre su regazo.—Muy bien, lo que tenemos que hacer es lo siguiente: ¿recuerdas cuando me desmayé? Eso era porque estaba haciendo un contacto telepático hiperdupersecreto. Resulta que uno de nuestros pajaritos nos contó que este hombre, Isaac Valken —Dia activó un aparato que llevaba en su muñeca, también conocido como HOLO, que servía para diversas funciones; entre ellas, mostrar imágenes en 3D. Pronto se desplegó la holografía de un sujeto con lentes, cabello café, ojos azules y una barba cortada al ras—, ha huido de la Tierra para instalarse en nuestra galaxia, específicamente en el planeta Lyrae. Ya sabes, donde sueles ir a emborracharte y a perder la consciencia hasta que yo arrastro tu trasero de vuelta a la nave.

—No era necesario que me recordaras eso… Y, espera, ¡¿huyó de la Tierra?! ¿Y cómo evadió la ley? Con lo restringidos que son los accesos a Azthlan, y con esa regla de que los terrestres no pueden viajar a otros planetas… ¿cómo lo consiguió?

—De la misma forma que lo hacemos nosotros: contactos, tácticas… No es imposible, Jekyll. La justicia azthlana es bastante severa en ese aspecto, es verdad; pero aún quedan años luz para que puedan controlarnos a todos. Por algo existimos, ¿no? Para buscar esos resquicios y aberturas que dejan y atacarlos de raíz.

—Bien, haré como que lo comprendo, pero hay otro punto que no puedo creer todavía: ¿por qué se ve como un humano… normal? —Jekyll fruncía el ceño mientras pensaba exhaustivamente. Si era cierto eso de que el tal Isaac vivía en la Tierra antes de llegar a Lyrae, ¿cómo había sobrevivido al polvo radiactivo? Aquella observación estaba en todos los libros de historia de la humanidad. Luego de las guerras libradas al interior del viejo planeta de sus antepasados, la vida ahí era insufrible. Mutaciones, bombas que habían arrasado con casas, edificios, terrenos y ciudades enteras… Era como si la profecía de un antiguo libro religioso se hubiera hecho realidad: si el Apocalipsis existía, la Tierra era lo más cercano a él.

—Ah, fácil: porque es uno de los pocos humanos nacidos ahí que desarrolló una resistencia a la radiactividad. Era parte de una comisión investigativa que exploraba los terrenos más inaccesibles a un humano normal, por lo que para él debería ser pan comido sobrevivir en la Tierra. —Se calló por unos instantes.—Bueno, la verdad es que no estoy tan segura de eso último. Por algo quiso huir, ¿no?

—Dia, por el amor de GADU, si para ti eso es fácil de inferir es porque tú misma puedes acceder a esa información. ¡¿Cómo querías que adivinara eso?!

—Era broma, Jekyll. B-r-o-m-a. Ahora, ¿quieres que te siga contando o no?

—Por favor. —Eran demasiados datos que asimilar, pero se tranquilizó rápidamente.

—Como te dije, está hospedado en algún hotel de Lyrae. Aún no sabemos cuál, ¡pero alégrate! Nuestros enemigos tampoco. Además, según sus energías, parece que ya lo ha ido asimilando. Estoy segurísima de que nuestra propuesta al menos llamará su interés un poco.

—Cielos, eres verdaderamente una bruja. ¿Cómo puedes seguir detectando la energía de otras personas después de comunicarte telepáticamente con ellas? ¿Y CÓMO NO LO ASUSTASTE?

—Porque tengo más tacto que tú, eso seguro. Y respondiendo a tu primera pregunta, la verdad es que ni yo lo tengo muy claro. Desde pequeña he sido así. GADU me explicó algunas cosas, pero hay secretos universales que ni yo puedo saber.

—Interesante… y aterrador. Bien, ¿entonces nuestra misión es reclutarlo?

—¡Exacto! Te has ganado una estrellita.

—Dia, soy más viejo que tú.

—¿Y qué más da? Soy la capitana; ¡yo estoy a cargo!

Jekyll y Dia miraron por el ventanal. Pronto anochecería al interior de Canis, según la proyección que imitaba el panorama actual al interior de aquel planeta.

—Solo una pregunta más: ¿cómo lo ubicaremos? ¿Por qué no detectas su ubicación con tus energías raras?

—¿No es obvio? Mira, Jekyll: ¿cuál es el lugar donde los fugitivos se reúnen comúnmente?

—… ¿El bar?

—El bar. Aparte, mis sentidos aún no son tan potentes como para localizarlo… aún. Pero, aparentemente, se le ha visto una que otra vez en aquel sitio. ¡Te apuesto una bebida a que está ahí!

Jekyll sonrió.

—Apuesta aceptada. Prepárate para pagar la cuenta.

Después de conversar un poco más, ambos se retiraron a sus habitaciones. La temperatura había bajado un poco, por lo que dormir hubiera sido fácil… si no fuera porque Jekyll aún estaba pensado cómo concretarían esa misión. ¿Acaso, si el sujeto se negaba a colaborar, tendría que dispararle? Porque si bien su trabajo era ser francotirador, no se sentía seguro de si realmente podía asesinar a una persona que podría resultar tan útil para las pretensiones de N.N.

Bueno, eso estaría por verse. Lo mejor ahora sería cerrar los ojos y descansar, al menos hasta que los gritos de Dia lo despertaran.
 



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En el texto hay: tecnologia, guerra, religion

Editado: 03.10.2018

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