Necesidades implacables

“Capítulo II Malos presagios”

 

Un aroma  ha chamuscado junto con unos leves susurros, comienzan a gestarse en la enrejada y custodiada entrada del barrio, para luego dispersarse por los alrededores y finalmente filtrarse en tu habitación. Despiertas en medio de una densa oscuridad, acompañada de unos lejanos susurros.

Tus ojos divagan alrededor de toda la habitación, para finalmente terminar observando la ventana que se encuentra a la izquierda, a tan solo un par de metros de tu cama.

Aun, recostada en la calidez y seguridad de tus mantas, pero intrigada por aquel extraño sonido que perturbo tu sueño, optas por desenvolverte de tus sábanas, sentarte y tras echar un pequeño bostezo, te levantas.

Tus pies se tambalean a cada paso que das. Aun pareces seguir algo dormida, sin moverte de donde estas, estiras un poco tus brazos y piernas con la intención de despertarte un poco, pero no surge efecto, a pesar de ello tus músculos se sientes más ligeros y dispuestos a moverse.

Con los ojos fijos en la venta, por la que una pequeña luz lunar entra dejando ver los pisos de madera de tu habitación, continúas avanzando.

Tras llegar a la ventana, contemplas los alrededores de tu barrio. Desenas de chalets  con colores ocres, pequeños faroles sobre las puertas y arbustos muy bien podados en los patios delanteros, era  lo único que había a la vista, básicamente casas idénticas a la tuya. Ahora tu vista se desvía hacia la calle y se impacienta al no encontrar la fuente de los continuos pero casi imperceptibles parloteos.

Impaciente por averiguar la procedencia de aquellos sonidos, abres la venta, lo primero que divisas es la enorme luna llena, que parece un gran ojo vigilante en medio de la penumbra, acompañado por sus millones de resplandecientes seguidores, que al igual que ella parecen estar a la espera de que algo suceda. Tras varios minutos de haber quedado casi hipnotizada por el resplandor lunar, los susurros vuelven a llamar tu atención.

Avanzas unos centímetros más, estiras la mitad de tu cuerpo por la ventana y sosteniéndote únicamente con ambas manos del marco de la misma, comienzas tu reconocimiento por el barrio. Al observar hacia la izquierda solo logras divisar una asfaltada, pero vacía calle, únicamente alumbrada por los faroles que yacen sobre las puertas de los chalets. Rápidamente desvías tu vista hacia la derecha, percibiendo muy a lo lejos, detrás de la valla de seguridad que separa a “Garden” de los suburbios, un enorme conjunto de luces que destellan y resaltantes en medio de la noche, casi como si te estuviera llamando a verlas, convenciéndote para que vayas a admirar su tenue resplandor.

La idea de saltar desde tu ventana al tejado, para luego bajar a las calles e ir a ver aquellas misteriosas luces, se cruzo por tu mente, pero rápidamente se disolvió en cuanto recordaste que no estás en una película de Hollywood y tu habitación esta ubicada en un primer piso, que para colmo da directamente contra el duro pavimento de la calle y no el jardín delantero, donde el pasto podría amortiguar tu caída.

Insatisfecha y aun con intriga, te dispones a ir por tu celular, con la idea de enfocar las luces más de cerca con la cámara del mismo. Sin estar segura donde lo dejaste la última vez. Casi a siegas e iluminada únicamente por el resplandor de la luna que atraviesa tu ventana, comienzas deambular  por tu cuarto, acariciando el fino papel tapis de las paredes en busca del interruptor de la luz. Cuando finalmente das con él,  bajas la perilla y tras un leve “Clic” la luz se hace presente en todo el cuarto segándote casi por completo.

Tu rostro se frunce y con rapidez frotas tus ojos en espera de mejorar tu visión, hasta finalmente conseguirlo. Recorres tu ahora iluminada habitación con la vista hasta dar con tu celular, el cual se encontraba ni más ni menos, que en la mesita de noche junto a tu cama.

Satisfecha por haber hallado tu teléfono, apagas la luz nuevamente, por si tus padres llegaran a despertar. Con la aplicación de cámara puesta, vuelves emocionada pero en puntas de pies e intentando hacer el menor ruido posible, hacia la ventana. Sacas la mitad del cuerpo por la ventana, te sostienes con una mano del marco de la ventana, mientras que con la otra enfocas en dirección de las misteriosas luces y comienzas a hacer zoom con la cámara.

“AYUDA”

Es la palabra que se hallaba escrita en llamas sobre el jardín, frente al portar de la custodiada y enrejada entra al “Barrio Privado de Garden” mientras a lo lejos se podía ver a varias siluetas de personas alejándose y finalmente desapareciendo en las penumbras de la noche.

Algo dentro de ti, te ordena guardar el celular y hacer de cuenta que nada a pasado, pero ya es tarde tu dedo pulgar anticipando tu miedo, ya se había deslizado varias veces sobre el botón de tomar foto, capturando aquel mensaje una y otra vez.

Con miedo e iluminada únicamente por el resplandor de tu celular, vuelves a recostarte en la seguridad de tu cama, no sin antes cerrar la ventana y colocar el pestillo. Abrazada a tu teléfono y tapada hasta la cabeza, te dispones a conciliar el sueño nuevamente, intentando ignorar  lo que acababas de ver. Pero las figuras del fuego y las siluetas moviéndose entre las penumbras no parecen abandonar tu mente, mientras tus ojos se cierran.



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En el texto hay: asesinatos, jovenes, psicopatas y sociopatas

Editado: 17.09.2018

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