Niktos

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Córdoba Central es una de las joyas de nuestro país. La ciudad es moderna, bien planificada. Tiene pocos espacios verdes pero el parque norte lo compensa, es hermoso y a mucha gente le gusta pasar todo el día disfrutando las diversas lagunas y entretenimientos que ofrece este espacio. El barrio de los hoteles, el de los restaurantes, la zona residencial al oeste, con vista a las sierras, todo está perfectamente zonificado y convierte la ciudad en un verdadero atractivo turístico. Al que visita las sierras, le conviene pasar por Córdoba Central sí o sí.

Eso hubiera dicho cualquier habitante de nuestro país hace diez meses. Ahora la ciudad decaía a causa de una dictadura a nivel continental que estaba llevando el país a una caída en picada. Las sierras se incendiaban y los bomberos no tenían recursos suficientes para combatir incendios forestales de semejante magnitud. La economía empeoró, medio continente adoptó la misma moneda y el mismo sistema económico, de gobierno y de justicia. No se podía tener a tantas personas y tanta superficie bajo control con una sola persona al mando. Entonces todo comenzó a decaer, el crimen aumentó, los robos aumentaron, los homicidios, la corrupción. En otras partes del mundo pasaban cosas raras, la realidad como la conocíamos comenzó a cambiar, dejamos de tener canales de noticias, dejamos de tener actividades extra curriculares en las escuelas, dejamos de tener festejos nacionales, recitales, muchos dejaron de tener esperanzas en el futuro, principalmente los que se quedaban en la calle o perdían a un ser querido a causa de alguna enfermedad que con un corto tratamiento apropiado pudo haberse curado, pero el sistema sanitario no tuvo los recursos suficientes para salvarlos, y comenzó a reservarse para las altas esferas.

En medio del desastre que cada día llevaba el país un poco más a la ruina, Daren tenía un mínimo rayo de esperanza. Pretendía en algún momento poder hacer algo para cambiar lo que le tocaba vivir cada día. Pensando un poco en el caos internacional, había decidido estudiar medicina, con el objetivo de algún día poder salir del país a ayudar a las probables víctimas de, según él, la guerra que se avecinaba. Medía cerca de un metro noventa, entrenaba todos los días, siempre que los soldados se lo permitieran y no le hicieron cuestionamientos acerca de por qué corría por el barrio. Bastante agil, practicaba parkour con un grupo de chicos en el parque norte de vez en cuando. Tenía a favor al momento de conversar con las chicas la profundidad particular de sus ojos marrón oscuro, y las pestañas largas eran la frutilla del postre. Era un buen recurso al momento del cortejo, que sería muy bien aprovechado si el no tuviera problemas de autoestima a causa del bullying que le habían hecho en la secundaria. No era tan grave, pero quedaban algunos  restos de pensamientos feos acerca de sí mismo que a veces le dificultaban llevar a cabo una simple conversación no solo con otra chica, sino con prácticamente cualquier persona. Pero una vez superada esa fase y entrado en confianza, Daren podía ser muy amistoso, simpático, compasivo y altruista con todo el que necesitara ayuda. Desparramaba sonrisas por todos lados, se reía de cualquier estupidez. Era básicamente el estereotipo de persona que solamente vive de día, tranquila, atlética y buena persona.

En medio de uno de los mejores barrios del Norte de Córdoba, casi inconsciente de lo que pasa por fuera de la especie de muralla que se construía alrededor de la zona, como volviendo a la época medieval, con paredes y guardias en torres de vigilancia, vivía Melania, la cual no tenía la remota idea, más que la mínima que dejaban pasar algunos noticieros que todavía no estaban prohibidos, acerca de la situación en el resto del continente. Melania vivía feliz en su ignorancia, porque en estas situaciones cuanto uno menos sabe, más feliz es. Competitiva en todo sentido, con sus hermanas, hasta con su mamá. Con sus compañeros de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física, con sus otros compañeros de la clase de Kickboxing. Egocéntrica, no excesiva pero a un nivel considerable. Una autoestima  envidiable. Una perfecta cabellera colorada sacada de una película y ojos azules. No necesitaba más que observar a su víctima fijamente con el objetivo de conquistarla, y esta ya caía a sus pies con esa mirada. No tenía novio de todas maneras, el último no la soportó más y la dejó por histérica, además, era del otro lado de la muralla, así que ella no le dió mucha importancia. Cerca de un metro setenta y cinco, excelente figura evaluándola desde el estereotipo social de buena figura, seria y centrada, a veces. Enojada cuando se enteró que tenía que salir de su burbuja de color rosa e ir hasta el centro de la ciudad a hacer un trámite en la nueva secretaría de identificación y estadísticas, ex registro civil, y entrar en contacto con personas reales, con el mundo real, y no con la ilusión de mundo perfecto que tenía dentro del barrio encerrado en paredes de chapa.

Así que se subió al auto, encendió el GPS y le dijo en voz alta hasta donde quería llegar. Este le advirtió que había un atasco en el tráfico y quizás tardara un rato más de lo pensado en llegar hasta el edificio, pero ella prefería hacerlo de una vez y tener que salir del barrio lo menos posible, así que salió de todas maneras en su reluciente auto negro, sacado hace menos de un mes del concesionario y condujo hasta el centro de la ciudad, esquivando protestas en las calles, hundimientos en los suelos de algunas avenidas principales y cerca de cuarenta minutos después llegó a destino.



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En el texto hay: crimen organizado, suspenso, injusticia

Editado: 05.04.2018

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