Bueno el gran día había llegado, en definitiva ese era el último que le vería las caras a mis compañeros, algunos por casi diez años.
Sinceramente no sentía nada.
Ninguna emoción surcaba mi corazón. Era solo un aburrimiento tremendo e increíble. En aquel día me acompañó mi abuelo, persona que me entrego a mi asiento. Sinceramente no quería que fuera él quien lo hiciera, no obstante permití que mi abuela me lavara el cerebro al respecto, tampoco opuse mucha resistencia en el proceso. Sólo oí la razón más importante que ella me daba.
—Se va a sentir mal.
Y qué me importaba a mí cómo se iba a sentir él. Era mi graduación, mi día... Qué de lo que yo quería. Cómo me iba a sentir yo si era él quien me entregaba. No quería que fuera él, no podía, no tenía que ser él.
—No quiero mamá... —era mi abuela pero aun así me refería a ella como mamá por el apego emocional que tenía con ella—. Por qué no mejor lo hace usted —sujeto lo que a mi cabeza sonaba más lógico.
—Yo no quiero —dijo orillándome a decir sí a mi abuelo, al respecto solo opuse otro poco de resistencia.
—Bien. Entonces no me entrega nadie y yo puedo caminar sola.
—No hija, no seas así. Deja que él lo haga —no porfié ni una palabra más, tampoco puse otro "pero" solamente asentí seria sin ninguna expresión en el rostro.
A aquella cuestión también me habían acompañado dos de mis tías, la que me crió y la segunda de los hermanos. Además de mi abuela y una amiga mía la cual había conocido en aquel colegio hace mucho, misma que había conocido gracias a unas galletas. Kennya fue a mi graduación junto con sus dos pequeñas y su marido. A la cena él se fue ahorrándonos el momento incómodo ya que el único plato que mi abuela había comprado era el de ella. Me sentía agradecida con Kennya ahí, sabiendo que era una mujer ocupada y con dos niñas pequeñas que cuidar.
Cómo iba a faltar mi mamá en todo eso. Ella también asistió a aquel evento tan importante para mí y para todos en mi casa. Ella vendía en un puesto en el centro y con un día que no vendías era una pérdida abismal; aun con esa pérdida y mil cuentas que pagar a cuestas, mi mamá dejó todo botado por ir al único evento en el que ella hacía acto de presencia o siquiera de existencia. Puesto en cualquier otro evento ella estaba demasiado ocupada como para poder asistir. Además casi nadie sabía que ella era mi mamá. Según la mayoría ella era una de mis tías y mi mamá creían que era mi tía. Resultaba algo cómico eso, a mis ojos, a los de mi mamá estoy segura que resultaba molesto, aunque no dijera mucho al respecto.
El tiempo se me hizo eterno. Todo salió como lo habíamos ensayado, mi abuelo me entregó me senté en mi lugar, con el enorme cambio que había hecho. Nuestros acompañantes ya no se sentaron a nuestro lado sino en un lugar aparte, en el mismo lugar que el resto de la familia. La ceremonia salió hermosa, aburrida y eterna.
Solo era capaz de ver a la gente—a los que habían sido obligados—pasar desarrollar sus puntos con la mejor cara y una enorme sonrisa, sincera o de puros nervios no lo sé, no podría juzgar nada al respecto.
La ceremonia se llevaría a cabo en el templo de la institución; inicialmente el plan era hacer la celebración en las instalaciones de un hotel, no obstante muchas madres de familia se pusieron en contra de la idea puesto que argumentaron que saldría demasiado costoso Así que al parecer el templo de la institución, fue la mejor opción.
Recuerdo muy bien unos muñequitos hechos de foami guindado una a un lado y otro a otro lado de la tarima. Además de eso habían unas letras luna números enormes de globo color plateado, si no mal recuerdo, que decían "Promo 2018".
Francamente no recuerdo mucho de aquel día. De lo que guardo algunos recuerdos es de las palabras de la Directora de aquella institución que me vio crecer, yo había visto Maestros, Subdirectores, Directores y de todo entrar y salir, mientras que yo había permanecido.
—Yo sé que aquí hay gente de bien, gente de progreso que ha luchado arduamente para llegar a donde está... —decía la Directora ante el pleno, con el micrófono inalámbrico en la mano y en la tarima tras el púlpito. Algo que no me pasó desapercibido fue su vestido, idéntico al mío—. Que va a triunfar —entre todos los presentes tenía que verme a mí—. Yo sé que aquí hay gente que va a alcanzar todas sus metas.
La enorme sonrisa que casi partía su rostro en dos, se copió en el mío. Verla contenta, emocionada, orgullosa de todos nosotros me llenó de una extraña sensación el cuerpo entero. Su participación fue uno de los primeros puntos; luego de sus emotivas palabras me desconecté de la realidad, me sumergí en mi mundo y perdí el hilo de la estimación.
Por largo rato estuve viendo mis uñas, me encantaba el color; también le presté suma atención al delicado bordado de mi vestido, me quedaba flojo casi en todos lados, no terminaba de gustarme pero tampoco me resultaba desagradable. Las trenzas estaban demasiado ajustadas al cuero de mi cabeza, eso ya estaba comenzando a doler, es especial cuando fruncía el ceño o sonreía con demasiada fuerza.
Cuando volví a ver atrás Kennya me veía súper emocionada, a su marido y a mí nos veía de hito en hito, parecían estar hablando de mí, era obvio. Ambos muy felices. Mi amiga estaba criando a sus dos hijas, estoy segura, de la mejor manera que le era posible. Sus estudios aún no estaban del todo tronchados, con mucho esfuerzo seguía estudiando a distancia pero lo hacía. Tener pareja, hijos, una familia... Al menos para mí era sinónimo de problemas. Mi familia no era precisamente la más hermosa. En cambio ellos se veían tan bien, enamorados... Felices. Aunque bueno recalco el "se veían" las apariencias podían entablar, aunque sinceramente dudaba que ellos fueran solo una fachada. A mis ojos era algo bueno, puro lo que ambos tenían.
Sin embargo mi miedo era aún mayor que mis ganas, aparte que no tenía a nadie tras mío que valiera la pena. Amaba demasiado mi independencia emocional y mi intacta reputación. Así que pensar algo con alguien me resultaba inaudito.