Me senté de nuevo en la sala de estar sin dejar de retorcer mis manos mientras Silvia le relataba a su nieto sobre nosotras cuatro, nuestra amistad, nuestra curiosidad por lo oculto, nuestra soledad y nuestro punto de quiebre. En algún momento Natur apareció y nos sirvió a todo un poco de té al mismo tiempo que permanecía en un silencio que aumentaba mi preocupación. De repente, notando mi agitación, Adam tomó mis mano y me hizo mirarlo a los ojos mientras me aseguraba que todo estaría bien. Aquella acción no pasó inadvertida para su abuela y bajo su incesante escrutinio, alejé mis manos y me levanté de mi asiento.
—Entonces, ¿eran una especie de grupo de brujitas o algo así? —Hubo un intento de burla en su voz apenas reprimido y con mucho esfuerzo.
—No pienso discutir esto contigo —dijo su abuela indignada. —Este es el hechizo —señaló el papel que tenía ya arrugado entre mis manos, ni siquiera lo recordaba.
Adam ni siquiera intento recuperarlo de mis manos, simplemente me observó con cierta pasividad y continuó charlando con su abuela un poco más. —Alexa siempre estuvo obsesionada con la inmortalidad y por eso asesinó a Laurel, para tomar su vida.
No, no tenía sentido.
—¿Tomar su vida? ¿Qué quieres decir? —Adam lucía confundido y un tanto incrédulo, puede que yo también tuviera una sensación similar.
—Hizo un hechizo para extender su vida al tomar la de otros —explicó su abuela.
—Eso es imposible, no creo que…
—¿Cómo puede ser imposible cuando hay una chica frente a nosotros que ha vivido más de cien años? Creo que en realidad no hay nada imposible —, era un argumento válido en cierto modo. —Adam… ¿Por qué te estás riendo? ¿No ves que estoy hablando de algo serio en este mismo instante?
—Por supuesto —fingió estar serio de nuevo.
—Es imposible hablar contigo —se quejó. —Como sea, voy a hacer algunas cosas y regresaré antes de que anochezca —anunció. —Ustedes dos tengan cuidado y… Adam —se detuvo, no muy segura de que decir y su duda me infundo un poco de miedo por una razón aún desconocida para mi. —Nada, simplemente no hagas nada tonto…
—Siento que sabes algo más y no…
—Cariño, hace mucho que sabía que vendrías y las cosas cambiarían, no sé todos los detalles sobre tu relación con Ela; pero, desde que pusiste un pie en mi casa supe lo que vendría. Ya estaba escrito.
—Abue…
—Shh, necesito irme, cuida de ella —dijo sin apartar la mirada de su nieto. —Portense bien, niños —nos dijo a ambos.
—Ella no es una niña —indicó, Adam.
—Creeme, tiene la mentalidad de una la mayoría de las veces, crees que al bosque le interesaba verla crecer —debatió Silvia antes de marcharse por la puerta principal. —Su memoria se borraba cada cierto tiempo, eso le permite mantener su corazón puro y sin rencores, al menos esa es mi hipótesis.
—Interesante —dijo Adam.
—Supongo —dijo ella y salió por la puerta. —Los veré más tarde.
Adam la observó marcharse y cuando su figura ya no podía verse en el profundo verde, se volteo para mirarme, probablemente analizando su siguiente paso.
—Has estado nerviosa todo el día —dijo de repente.
—No todo el día —respondí de vuelta.
—¿Qué está pasando?
—Yo… —Me quede a medio camino, sin saber que decir y él, al notarlo se acercó a mí y tomó mi mano para darme más seguridad o eso pensé. —Tengo miedo de ver lo que hay en este papel —. Finalmente dejé libre la arrugada hoja y se la extendí, para que se la llevara lejos de mi. —Tengo miedo —repetí. —Sé que debo tener miedo por algo que pasará; pero, no recuerdo la razón.
—Estás temblando —situó sus manos en mis brazos, parecía preocupado por mi. —Vamos —me instó a sentarme aún sin tomar el papel de mis manos. —Todo estará bien —dijo cuando me situó de vuelta en la silla donde estuve minutos atrás.
—Adam, tal vez tenías razón en no confiar en mí, yo tampoco lo hago en este momento —, fue un pensamiento repentino que no pude evitar sacar a la luz. —Tal vez cometiste un error y nunca debiste… No, estoy segura que nunca debimos encontrarnos.
—Háblame de mi madre, ¿la recuerdas? —Me sorprendió el cambio de tema.
—No, no mucho… No lo sé —empecé a divagar un poco. —Creo que nos conocimos un día de lluvia, cuando ella intentaba resguardarse bajo los árboles —, intente llamar los recuerdos de vuelta, esperaba escucharan mis súplicas porque algo me decía que serían buenos, que me harian bien. —Empezó a cantar una canción…
—Sobre la lluvia —dijo Adam y lo miré con curiosidad. —Solía cantarla mucho cuando llovia, es una de las pocas cosas que recuerdo de ella.
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Editado: 06.07.2018