No Era Un Gato

Un hotel en medio de la nada.

 

Dos semanas antes.

"A Mrs. Tomite.
Realmente aprecio mucho el cuidado que ha tenido con mí querida Claudia el verano pasado, lamentablemente el próximo año no podrá concretarse la reunión, espero que su adorada hija, Yun, acepté y supere tan terrible noticia, tengo entendido que ambas tenían planes para el año que viene, lamentablemente hemos decidido pasar el verano en las playas de Varela, en alguna isla, o posiblemente en la inhóspita República de Rilindja,  espero su comprensión. Gracias, saludos a Yun y Mark.

Su amigo por siempre, T.G. Harold."

— Ir a la isla con Yun y Mark sería más emocionante.

Se quejó Claudia en voz alta.

— Lo sé, — aceptó Terry, observando fijamente las cartas en sus manos — pero un pequeño cambio no te hará daño.

— ¿Con este clima infernal? Sí, claro — respondido Claudia molesta, señalando al torrencial aguacero que se desarrollaba a las afueras del auto.

Terry dejó las cartas en su equipaje de manos y observó tristemente a Claudia.

— Ese lugar podría ser divertido, amas el mar, pero la isla no es el único lugar con el océano, quizás hagas amigos, sé que Yun y Mark son importantes para tí, pero no son los únicos humanos en la tierra.

Claudia miró por la ventana, cruzándose de brazos.

— Para mí si lo son.

— Al menos lo intenté.

Respondió Terry frustrado. El auto se detuvo y la radio empezó a sonar pavorosamente, cambiando de canción en canción hasta llegar a unos gritos ensordecedores.

— ¡Ah! ¡Georgie! ¡Apaga eso! — grito Claudia tapándose los oídos.

— Mil disculpas, señorita Claudia.

Respondió el chófer apagando la radio.

— ¿Qué sucede, Georgie? ¿Está todo bien?

— Lamentablemente no, señor, parece que hubo un derrumbe en la carretera, aguarde un poco e iré a investigar, veo varios hombres de la autoridad, quizás ellos puedan ayudar.

Georgie salió, tomando un paraguas negro para cubrirse de la lluvia. Las empañadas ventanas impedían ver con claridad, únicamente dejando ver manchas profusas de distintas formas y algunos vehículos al frente de ambos.

— Esperemos que la prórroga no sea demasiada, tenemos un avión que tomar.

— Sabes que podríamos habernos ido en avión desde la capital, en vez de cruzar medio país en auto, ¿Verdad?

— Lo sé, Claudia, pero de esta manera podremos admirar el paisaje.

Claudia rodó los ojos viendo a una ambulancia pasar por su lado.

— Ahora no hay mucho que admirar. ¿Habrá sucedido algún accidente?

— ¡Que infortunio! El Creador no quiera que sea cierto, pobres personas.

Exclamó Terry observando con mayor atención la escena. Claudia descansó su barbilla en su mano mirando entre la puerta del conductor tenuemente abierta, observando como los paramédicos sacaban a unas personas de un auto naranja de la década pasada y los subían en una camilla a la ambulancia.

— ¡Oh, no! Que infortunio, debió ser un terrible accidente como para que las autoridades y los curanderos se involucren.

Claudia sonrió.

— Doctores, no les dicen curanderos en décadas, siglos quizás.

— Tienes razón, sólo que nada bueno sale cuando los entes de salud están involucrados.

— Estás en lo cierto, — Claudia observó con detenimiento una de las cartas en las manos de Terry, preguntándose su contenido — sabes que existen los correos electrónicos, ¿Verdad? Las cartas son tan anticuadas.

— Lo sé, solo que siempre he preferido las cartas escritas a mano.

— ¡Mira, ahí viene Georgie!

El antedicho hombre volvió a retornar en las entrañas del vehículo, no sin antes sacudir las escasas gotas de agua de su traje.

— ¿Y bien, Georgie? ¿Qué sucede? — pregunto Claudia impaciente.

— Hubo un derrumbe, señor, aparentemente cayó sobre cuatro vehículos, sepultando el auto, incluidos quienes se encontraban en su interior, el auto naranja fue también golpeado por las rocas. Según dijeron las autoridades la carretera no estará completamente despejada hasta dentro de una semana, dos cuanto mucho, por ahora lo primordial es salvar a las personas atrapadas en los escombros.

Terry cerró los ojos asintiendo.

— Bien, entonces busquemos hospedaje por unos días, después veremos si podemos usar otra ruta.

— Lamento que eso no va hacer posible, señor.

— ¿Qué quieres decir? — demandó Claudia molesta.

— Todas las rutas en riesgo de un derrumbe fueron clausuradas temporalmente, al menos hasta que las lluvias paren.

— ¡Genial! ¡Estamos atrapados en medio de la nada!

— No desesperes, Claudia, me parece haber visto un hotel por las cercanías.

Georgie encendió el auto, volviendo a cerrar con seguro todas las puertas.

— Está en lo correcto, señor, de hecho usted vino aquí hace cinco años, para la conferencia del señor Stilinski, ¿Lo recuerda?

— ¿El psicólogo? Sí, lo recuerdo, era un hotel muy bonito.

— Bien, allí iremos.

Con suma agilidad y cuidado, Georgie condujo por la resbaladiza autopista, hasta finalmente llegar al gran edificio con jardines a su alrededor. El hotel desprendía el aura de una época antigua, ameritado al hecho de que en otra era había sido el hogar de una familia victoriana de alta estirpe, haciendo de aquél palacio señorial un oasis en medio del desierto.
Georgie salió del auto, extendiendo un paraguas para sus jefes, la primera en salir fue Claudia, que cubría sus hombros desnudos con un abrigo negro que combinaba con su vestido.

— Wow, es más lindo de lo que imaginé — comentó Claudia triste.

— Vayamos adentro, antes de que Georgie se empape.

No habían caminado ni dos pasos cuando un hombre con un paraguas y vestido de botones apareció por la puerta.

— Permítame, joven, yo los guiaré adentro, usted vaya y guarde el vehículo, — informó el empleado colocando el paraguas sobre Terry y Claudia — siga las luces amarillas hasta el estacionamiento. Allí una señora le dará unas llaves para su lugar en el estacionamiento, también se le informará la habitación de los huéspedes.



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En el texto hay: misterio, secretos, secta familiar

Editado: 04.03.2021

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