No Era Un Gato

Dos Ojos oscuros.

Claudia despertó cuando su cabeza golpeó el duró suelo, las sábanas de algodón egipcio se pegaban en su piel de manera reconfortante. Su cama la seducía, insitandola a quedarse en ella y perder un día de su vida, pero por otra parte su estómago no paraba de gritar "Alimentame, cerda asquerosa, alimentame", por unos segundos su estómago se rindió, pero luego regreso con muchísima más furia que antes. Sin más alternativa, Claudia se levantó de la cama y aún con el sueño apretando su cerebro intento bañarse.

Al contrario de la joven, Terry, leía plácidamente un libro en la sala de estar, tomando un café caliente, que milagrosa no empañaba sus lentes, el joven hombre ya actuaba como todo un anciano de décadas, siempre tan bien vestido, siempre tan elegante y cordial, era como ver a la perfección hecha hombre o al menos eso intentaba aparentar, aunque pareciera tan bondadoso, tan bueno y benevolente la verdad era que sus numerosos encantos ocultaban ciertas verdades, muchas que jamás serían descubiertas y aunque lo fueran jamás serían creídas.

— Buenos días, señor.

Georgie salió de su habitación vestido con su habitual uniforme, Terry le sonrió en un gesto de buenos días y procedió a continuar con su lectura.

— ¿Es enserio, Terry? Ni siquiera en "vacaciones" o le que sea esto, puedes dejar de leer, — dijo Claudia llegando a la sala, ya estaba arreglada y su cabello negro se pegaba a su espalda, con gotas de agua deslizándose por sus hebras — eres taaaaaaaan aburrido.

Terry rodó los ojos, levantándose y tomando una toalla de un armario, para indicarle a Claudia que se sentará, mientras él le secaba el cabello.

— Todos tenemos conceptos distintos de diversión, Claudia, de tal forma en que tú prefieres desvelarte viendo series o películas, yo prefiero leer un buen libro.

Claudia suspiro.

— No es como si aquí se pudiera hacer algo más... interesante, — respondió observando el ventanal frente a ella — ¿Cuando dejará de llover? Me refiero a que ya debería haber parado, ¿No? Ni siquiera estamos en otoño.

Terry asintió, frotando la toalla en la cabeza de Claudia, para después torcer el cabello de ella, haciendo las gotas de agua caer.

— Tienes razón, pero el clima es impredecible, siempre las cosas saldrán como el Creador quiera que salgan, no como nosotros lo deseamos.

— ¿La señorita Claudia desea tomar ya el desayuno? — pregunto Georgie en la cocina.

Claudio sonrió negando.

— No, gracias, Georgie, pero me gustaría tomar el desayuno abajo, de ser posible, claro.

Terry se apartó de Claudia, dejando la empapada toalla en una canasta donde toda la ropa sucia iba.

— No veo el porqué no, solo ten cuidado y no olvides llevar tú...

— "Pase", sí lo sé, — completo Claudia tomando a Terry y dándole un beso en la mejilla — te quiero, adiós Georgie.

— Y trata de no excederte con la comida.

— ¡Por favor, Terry! No puedes pedirme que me contenga con algo tan sagrado como la comida. La comida es literalmente el orgasmo para la boca. — respondió Claudia haciendo un gesto de vómito con el rostro y la legua afuera — Como sea, te quiero y adiós Georgie.

Georgie se despidió antes de que Claudia desapareciera por la puerta principal. Terry negó con la cabeza, a veces le sorprendía lo inesperada que era aquella niña, tanto que usualmente era un peligro.

— Hey, Georgie, ¿Por qué traes el uniforme puesto?

El hombre dejó a un lado una taza de café, observando su cuerpo de forma inmediata, en busca de algo que ofendiera a su joven empleador. Terry sonrió con dulzura.

— Estás también son tus vacaciones, ve y cambiate, toma los pases y has lo que quieras, después de todo los empleados del hotel lo harán todo por nosotros.

Georgie asintió sonrojado, yendo a su habitación para cambiarse, sintiendo su corazón latir de forma desenfrenada, "Ojalá Claudia no existiera" pensó Georgie, tocando con delicadeza sus labios, pensando en lo bello que sería tener a los de Terry sobre los suyos.

Por otra parte, Claudia caminaba animadamente por el pasillo para ir directamente al ascensor. Al entrar pico directamente el botón del primer piso, estaba emocionada, ya quería saber qué clase de delicias culinarias tendría solo para ella, pero justo cuando la puerta estaba por cerrarse alguien más interpuso su mano, haciendo a las puertas doradas abrirse nuevamente. Un chico, rubio de ojos negros se abrió paso en el ascensor, al instante Claudia lo reconoció, ¡Era el mismo chico que había llegado el mismo día que ella! ¡Lo reconocería en cualquier lado! Después de todo unos ojos tan aterradores no se encontraban en cualquier lado, más teniendo en cuenta que su carita de ángel decía otra cosa.

Claudia se quedó en silencio, con una sonrisa traviesa en su rostro. Sin esperarlo dio unos cuantos saltos, antes de girarse hacía el chico y extenderle la mano.

— Hola, soy Claudia, ¿Y tú eres?

El chico pareció sorprendido por la imprudencia de Claudia, pero gracias a su insistente sonrisa acabado por tomar su mano, a diferencia de los dedos de Claudia, la mano del chico era suave e increíblemente grande, además de ser cálida.

— Marcus.

Respondió, causando una pequeña risa en Claudia, "Desde ahora te declaró, Marco Antonio" pensó Claudia sonriente.

— ¿Vas a restaurante a comer?

Al instante Claudia supo lo tonta de su pregunta y aparentemente el chico también lo noto.

— Sí, eso se hace en un restaurante.

— Pues sí, ¡Es obvio! — respondió Claudia haciendo una mueca — ¡Pero...! ¿Quién sabe? ¡Quizás seas un asesino serial que va a envenenar a las personas! Si tienes acceso a la cocina claro.

Marcus lo observó extrañado, Claudia sonrió al ver ese destello en su mirada, "Todos son iguales" pensó.

— ¡Es broma, Marco! — respondió dándole un golpe en el hombro al chico, que a pesar de ser mucho más grande que ella avanzó unos centímetros hacía el frente por la fuerza del golpe.



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En el texto hay: misterio, secretos, secta familiar

Editado: 04.03.2021

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