No es lo que parece[completa]

Capítulo 4

Me desperté con el sonido de la alarma de mi móvil. Hice el café y la comida como todas las mañanas y nos fuimos a trabajar. Después del turno, había quedado con Saúl y por alguna extraña razón no me apetecía tanto como siempre. 

Al salir del hall del hospital, vi que Saúl me estaba esperando.

—¿Qué haces aquí? —dije en tono de sorpresa. Él nunca había ido a recogerme en el trabajo.

—Hola preciosa, yo también te he echado de menos. ¿Vamos a jugar a los bolos? Yo invito. —me cogió de la mano e inmediatamente me solté.

—Ya te dije ayer que no. ¿Se puede saber que te pasa? Llevamos meses viéndonos y nunca te habías puesto así de pesado con hacer planes juntos. —estaba enfadada, nunca me había gustado que me agobiaran.

—Mira Azucena, tenemos que hablar. No puedo seguir fingiendo como que no pasa nada. Me gustas, me encantas desde el primer día que te vi. Llevo meses quedando contigo solo para hacerlo porque sé que es lo único que quieres pero no puedo más. ¿Por qué no intentamos salir? Estoy seguro de que yo te puedo hacer feliz.

No lo podía creer. Saúl. El tipo más mujeriego del mundo me estaba proponiendo una relación seria. No sabía si era mejor responderle de una forma borde y aclararle las cosas con cariño. Me decidí por lo segundo.

—Lo siento, sabes que esto no es lo que quiero. Yo no siento nada por ti, me atraes físicamente e incluso te tengo un aprecio especial pero no quiero una relación y tú lo sabes de sobra. —apoyé mi mano en su hombro y él la agarró para acercarme aún más.

—Te puedo hacer feliz, te lo prometo. Dame la oportunidad de hacerlo. —me miraba con gesto de súplica.

—¿Ocurre algo chicos? —Carla apareció por detrás y le puse cara de circunstancias para que me ayudara a salir de ahí. —Azucena, te llama la jefa de planta. Creo que necesita que le des las altas de hoy. 

—Si, enseguida voy. —estoy salvada de momento —Otro día hablamos, Saúl.

Me giré corriendo y solo me faltó huir de ahí. Cuando por fin había encontrado con el que tener solo sexo va y se ‘pilla por mi’. Aunque dudo que eso fuera verdad. Ví como se marchaba y fuí directa al coche donde me esperaba Carla.

—Gracias tía, te debo una y de las grandes.

—De nada, pero, ¿Qué pasaba? —preguntó mientras se ponía el cinturón.

—Quería tener una relación seria conmigo, ¿te lo puedes creer? Siempre le he dejado claro las intenciones que yo tenía. Ahora me toca buscarme otro follamigo. —dije con sarcasmo, aunque en el fondo era verdad. 

—Que raro que te proponga algo así, pero de todas maneras, si tu tienes claro que no quieres nada con él y conociéndote como te conozco sé que es asi, lo mejor es que le dejes las cosas bien claras y que salgamos este finde de fiesta para encontrarte a otro. 

—Tú sí que sabes como hacerme feliz. —le dí un beso en la mejilla y volvimos a casa. 

Mi madre me llamó para decirme que vendrían este fin de semana a casa para pasar unos días, y no me apetecía nada. Últimamente venían a menudo y sentía como perdía mi espacio. Cogí el portátil para buscar pisos en venta. Este último año había ahorrado bastante y me podía permitir dar la señal para la entrada de un piso. Sabía que cuando se lo dijera le iba a dar algo, pero seguro que papá me ayudaba con eso. 

Buscando en páginas de inmobiliarias vi un piso precioso y muy grande con 3 habitaciones y dos baños. Le escribí y me ofrecieron ir a verlo esa misma tarde. Carla decidió acompañarme.

—La verdad, Azucena, te quería hablar sobre eso, Lucía y yo hemos estado hablando y nos vamos a vivir juntas. Me da pena dejarte sola pero me apetece un montón dar este paso con ella. —lo dijo casi con miedo y sabía lo que estaba pensando.

—Anda, no seas tonta, no te imaginas lo mucho que me alegro por tí. —la abracé— seguro que vais a ser muy felices las dos, y si no siempre tendrás un hueco en mi casa. —le guiñé el ojo y ella sonrió.

—¿Sabes que a tu madre le va a dar algo cuando se entere de que te quieres mudar, no?

—Lo sé, pero es que tampoco puedo vivir en su piso eternamente. Ellos necesitan su intimidad y yo la mía. Mira, ahí está el chico de la inmobiliaria. —le estreché la mano y subimos al piso.

Nada más entrar supe que era ese. Estaba semi-nuevo. Con los muebles recién comprados y una cocina a estrenar. Era tan amplio y luminoso que me enamoré de él al instante. Las habitaciones, los baños, todo me gustaba.

—Entonces, el piso son 90.000€, ¿no? 

—Sí señorita, y se entrega con todo lo que hay. 

—Pues no se hable más, ¡Me lo quedo! —di unas cuantas palmaditas de felicidad y cerré el trato con él.

Ahora solo quedaba lo más difícil, decírselo a papá y mamá. Bueno, decírselo a mamá. 

Pasaron los días y llegó el viernes. Cuando terminé de trabajar me fuí corriendo al aeropuerto para recogerlos. 

—Ay, mi niña, ¡Cuánto te he echado de menos! —mi madre no paraba de darme besos y abrazos.

—Por dios mamá, si vinisteis hace dos semanas. —miré a papá y él me dedicó una sonrisa de compasión. —¿Vamos a cenar? Seguro que tenéis hambre. 

Al entrar a casa, mi madre se fijó enseguida en una pila de cajas que había en el rincón del salón.



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En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

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