No estas sola esta noche

I

20 Años mas tarde...

Tobías:

Recordé mi primer día en Indiana Falls como si fuera ayer, de los rostros felices y engreídos de quienes me querían bajo rejas, no pudieron lograrlo de la manera que querían pero se conformaban con mandarme lejos de ellos.

Tres años han pasado desde entonces y se sintió como el primer regaño y castigo.

Siempre solían escucharse gritos provenientes de cualquiera de los pasillos de lo contrario sabría que hay problemas, solía escapar de ellos a pesar de que me es imposible pasar desapercibido pero me es imposible, mi apariencia es difícil de esconder, tengo ambos brazos tatuados, mi pelo llega hasta mis hombros y mi estatura es lo suficiente prominente para intimidar ¿Quién lo diría? El pequeño niño miedoso parecía un feroz lobo hambriento.

Mis piernas colgaban desde la azotea, miré desde mi altura el paso del crepúsculo, intenté despejar mi mente estando preparado para hoy, había esperado tanto por este día, tres años para ser exactos. No podía quedarme ocho años aunque quisiera, debo cumplir unos asuntos pendientes y mi estado no ayuda.

Escuché unos pasos pausados y precavidos a mis espaldas, ladeé la cabeza logrando ver la robusta silueta de Margarite, sonreí haciéndole señas para que tomara asiento a mi lado. Se reincorporó con dificultad apoyándose de la barandilla.

Margarite Robin, era muy callada y regordeta, sin embargo, había algo en ella que me inspiraba confianza. Me entró a su vida siendo un completo desconocido, aceptando cada uno de mis defectos e imperfecciones, alardeando mi parecido a un tal Phillip ¿Quién era? No tenía idea, solo sabía que no paraba de hablar acerca de él. Me enseñó como aprender a sobrellevar mi vida en un centro psiquiátrico, a tejer y como engañar a las personas.

— Te estuve buscando toda la tarde, querido ¿Qué hacías? — musitó en voz baja.

— Si, solo estaba… pensando.

— El pensar te hace infeliz, muchacho — suspiró, la miré fijamente a los ojos —. Por más que te incomode, sé en lo que piensas y no me gusta.

—Solo pensaba que se sentiría ser libre. No sé, Maggie, cada día que permanezco en este lugar suena más tentadora la idea de largarme.

— Suena difícil de creer, Tobías — rascó su nuca — ¿Recuerdas a Tom Pez Loco? Luego que escapó y los Buitres lo atraparon, no se ha sabido nada de él.

Los Buitres eran los agentes que se cercioraban de que nadie saliera de las instalaciones.

— Olvídate del viejo Tom, recuerda que no soy él, ¡Sabes muy bien que cumplo mis promesas! —mascullé alzando la voz — es más, podríamos irnos los dos, te debo una grande.

— No lo sé, no estoy segura — advirtió. Un brillo desconocido se posó en sus ojos, inquietándome, traga saliva antes de continuar —. Solo si llegas a escaparte sin que te tachen quiero que me hagas un pequeño favor, cuida de mi hija, Darcy.

La miré suspicaz por unos segundos ¿Quién lo diría? La vieja loca Margarite tenía una hija.

— Margarite, y-yo no tenía idea de que tú… hm ¿Por qué nunca me habías dicho?

— Lo siento, es una larga historia, pensaba contarte pero al saber que pronto te marcharías ya era tiempo de que supieras. Necesito que protejas a mi pequeña Darcy, necesito que junto a ti estará a salvo, por ahora está en manos equivocadas.

Asentí, sin pensarlo. Era poco lo que Margarite pedía, había sido de gran ayuda que ella me acompañara, sin contar de lo mucho que ha hecho por mí, pero si atender a su hija la hace feliz, eso haré.

La campana del campus marca las siete de la noche, avisando que era tiempo de entrar a los dormitorios. Prefería ir por mi cuenta a mi cuarto que encontrarme con uno de los Buitres que rondan por la zona, me incorporé para bajar por las escaleras y entré por los siniestros pasillos.

Luego de la monótona revisión de cada noche, percatándose cada agente de que no se filtren utensilios en los bolsillos de la ropa, mientras otro agente encierra a cada paciente en su perspectiva recamara.

Me incorporé en mi litera, esperando que aquel oficial desapareciera de la planta y así poder sacar las provisiones que me servirían en mi escape, entre ellos una botella de agua, un encendedor, una navaja y tirrap, con el paso del tiempo lo había adquirido de diferentes lugares, la había puesto entre mis mudas para poder esconderlo y que los agentes no lo notaran, había memorizado el camino trazando líneas casi invisibles en la pared.



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En el texto hay: psiquiatra, chicomalo, mentiras y venganza

Editado: 23.08.2018

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