Sofía.

Alguna vez les ha pasado por la cabeza la idea de poder detener el tiempo, de poder regresarlo en un punto exacto de su vida y cambiar las cosas. El poder de revertir las acciones, de tomas otros caminos, de poder actuar con la cabeza y no con lo que dicta el corazón. ¿Les ha pasado? Desde que tomé la decisión de retirarme de la vida de Laín siempre me ha sucedido.
A pesar de que seguí con mi vida y traté de llevarla lo más normal posible de alguna forma B siempre aparecía en mis pensamientos. Los primeros meses fueron los más difíciles para mí, casi cualquier cosa me hacía recordarlo. Ya fueran los lugares donde caminábamos, las cosas que llegaba hacer y las formas tan raras de aparecerse de improviso, inclusive esperaba todos los días un mensaje suyo, pero sabía que nunca llegaría.
Juraba que en momentos lo veía en ciertas partes, una ocasión recuerdo lo vi o bueno, vi alguien similar comprando bultos de cemento, era imposible que fuera B ya que bueno, su padre se lo había llevado a otra parte.
Un año después de todo en una corta sesión lograron remover el tatuaje de mi trasero, sin cicatriz y con dolor aprendí la lección de no volver a cometer un error de esa magnitud, aún recuerdo al pobre repartidor de la pizza, el cual se hizo la cara de su novia, que dolor sentirá si algún día se lo quiere quitar. Por lo tal el mejor consejo que podría dar es que jamás hagan eso, nunca se tatúen el nombre, la cara o algo así de su novio o novia. Hay miles de formas de demostrar el amor que sienten o de llevar algo grabado de aquella persona. Teniendo en cuenta que algo salga mal, podrían terminar como yo.
En la Universidad todo iba bien, aunque no tenía amigas o con quien hablar no le tomaba mucha importancia, siempre había sido una chica un tanto solitaria.
Para empezar a juntar un poco de dinero conseguí un trabajo de medio tiempo en una librería nueva, siempre que salía de la U me dirigía hacia allá.
Tenía un cliente frecuente, un chico todos los días iba, cada día compraba un libro diferente, se portaba amable e intentaba sacarme platica e inclusivo a veces me llevaba café.
Con puntualidad siempre lo veía a las 4:30. Durante tres meses seguidos nunca faltó ni un solo día.
Me preguntaba que hacía con todos los libros que compraba, comprar un libro diario durante 90 días aproximadamente no era un lujo que todos nos pudiéramos dar. Me parecía curioso ya que parecía no saber realmente mucho de autores, o las historias. Quizá los regalaba o los revendía...al final de cuentas no era asunto mío.
De poco en poco nos hicimos amigos, me comentó que estaba en la ciudad viviendo con sus hermanos haciendo un nuevo negocio. A veces salíamos, dos ocasiones me invitó a comer, la amistad entre ambos era buena. Debía admitir que su compañía me agradaba, había muchas cosas que me llamaban la atención de él, pero sus ojos, podría jurar que eran los mismos.
Alucinaba a Laín y ese ya era un problema. Después de tanto tiempo era momento de contemplar el ir a terapia.
El tiempo había seguido su curso, un año seis meses y yo no podía dejarlo ir, estaba en mi corazón, pero también en mi mente todo el tiempo.
Una tarde mientras terminaba de organizar una estantería me sobresalté al escuchar una voz a mis espaldas.
— Pequeña.
Sentí un escalofrió, no me emocioné, no me dio alegría pues reconocía su voz y no era el...no era mi idiota.
Volteé inmediatamente y lo miré un poco molesta.
— Te agradecería que no me llamaras así.
Me sonrió y se disculpó.
— Lo lamento, estaba buscando un apodo y creí que te quedaría a la perfección.
— No hace falta que busques uno, simplemente dime Sofía, o Sofí y estará bien. — dije sonriendo, intentando ser amable.
Se quedó callado un momento como pensando.
— Puedes llamarme idiota, yo te llamo pequeña y será nuestro primer apodo romántico.
Me tensé por completo, eso ya lo había vivido, casi...no casi no, eran las mismas palabras que había dicho él, pero ¿cómo?
Eso era demasiada casualidad.
— ¿Qué dijiste? — el notó el cambio en mi voz, en mi expresión.
— Tranquila, solo estoy jugando. — respondió sonriendo—. Tranquila— repitió.
Un silencio incomodo se hizo durante varios minutos hasta que rápidamente cambió de tema.
— ¿Cuál consideras que es la mejor película que has visto?
— Bueno, sería algo difícil de decir. — respondí mientras subía a la escalera para acomodar un libro del estante de arriba.
— Oh vamos, solo dime una.
— Lo siento, no podría elegir.
Seguimos hablando sobre eso durante varios minutos, pero mi mente no dejaba de pensar en lo que había dicho antes.
Una vez que terminé de acomodar los libros puse la escalera en su lugar, me lavé las manos y me acerqué a él.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? — pregunté.
— Claro, ¿Qué pasa? — contestó dispuesto.
— Es un poco rara. confesé
— Vamos, no la hagas de emoción.
Lo miré fijamente y entonces hablé.
— De casualidad... ¿Conoces a alguien llamado B'd Laín?
Por un momento se puso serio y apretó la mandíbula, pero de inmediato cambio su gesto y sonriendo me respondió.
— No, Sofí. ¿Qué clase de nombre es ese?
Entrecerré los ojos y volví a preguntar.
— ¿Estás seguro Ian?
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Editado: 23.02.2022