Aparqué en el aparcamiento subterráneo de la comisaría, a donde solamente quienes allí trabajábamos teníamos acceso. Siempre aparcaba en el mismo lugar. No había ninguna norma al respecto, pero nadie ocupaba la parcela que otra persona acostumbraba a utilizar.
Reparé en el coche de Héctor, aparcado a unos metros del mío. Camuflado entre otros vehículos, no habría reparado en él de no haber estado buscándolo. Pero, inconscientemente, lo había hecho.
Subí por las escaleras hasta la planta en la que trabajaba. Los policías con los que me crucé me reconocieron al instante, por lo que me dirigieron un gesto de saludo cuando me vieron llegar. Yo les devolví el gesto.
—Lara —me saludó Natalia en cuanto me vio. Ella acababa de llegar también a la comisaría, aunque había subido en ascensor—. Después, quiero que me cuentes lo que pasó anoche, pero ahora creo que nos están esperando en una de las salas de reuniones.
—Bien.
No iba a decirle con quién me había acostado la noche anterior, ni a ella ni a Paula. Ya se lo había contado a Pablo, y no quería arriesgarme más. Pero no me importaba contarles algo más general, al menos para saciar su curiosidad.
Varias personas se encontraban ya reunidas en la sala cuando entramos, sentadas alrededor de una mesa. Tanto Natalia como yo nos sentamos en dos sillas libres, junto a Paula, y solamente entonces miré a mi alrededor y me fijé en los rostros de quienes estaban presentes.
Héctor no se sentaba lejos de mí. Me había visto, pero no tardó en apartar la mirada y centrarse en algo más, mientras que yo hice lo propio, tratando de disimular. Esperaba no coincidir demasiado con él, pues no sabía si sería capaz de evitar que quienes nos rodeasen sospechasen. Sin duda, me resultaría complicado.
—Quienes estáis aquí sois un pequeño grupo seleccionado para participar en la operación Beltrán —dijo el sargento Molina, poniéndose en pie y mirándonos a todos—. Es de suma importancia que, lo que aquí se diga, no se divulgue fuera. No sabemos quiénes podrían estar trabajando para ellos, personas incluso de esta comisaría podrían estar haciéndolo.
Todos asentimos con seriedad mientras escuchábamos. Sabíamos cuál era el plan; aquello era simplemente un repaso de última hora. El sargento recordó a cada persona lo que debía hacer.
—Lara, tú estarás junto a Paula y Natalia en el bar esta noche —me dijo—. Hemos repasado ya lo que deberás hacer, ¿verdad?
—Sí, sargento —respondí.
—Debes tener mucho cuidado; serás la que más se acercará a ellos hoy. Si te descubren a ti, esta parte del plan podría fracasar por completo.
Asentí con la cabeza. Era mucha presión, pero podría soportarlo. Al fin y al cabo, me había preparado mentalmente para hacer aquello durante mucho tiempo y no dejaría pasar mi oportunidad tan fácilmente.
—No fracasaré —dije, convencida de mis palabras.
—Me alegra verte tan decidida. Sin embargo, dado que es una operación arriesgada y que estarás prácticamente sola, he decidido que lo mejor será que vaya alguien a recogerte y se asegure de que te encuentras bien.
Aquello era totalmente inesperado. ¿Por qué iba a ir alguien a recogerme?
—Sargento, eso no entraba en los planes. Además, Paula y Natalia estarán cerca.
—Sí, pero tendréis que fingir que no os conocéis, por lo que no conviene que se acerquen demasiado a ti —respondió él—. Héctor te esperará fuera y te llevará a casa.
Me señaló a Héctor, suponiendo que yo no sabía quién era. Ambos nos miramos.
Apenas podía creer que fuese precisamente él quien iría a recogerme aquel día. Precisamente la persona a la que necesitaba evitar, era aquella a la que tendría que acercarme.
—No nos conocemos —objeté—. Y podría resultar sospechoso... Yo estaré bien, sargento.
—Tendréis tiempo para conoceros más tarde, Lara —dijo el hombre—. No resultará sospechoso que Héctor vaya a recogerte si fingís ser hermanos o primos, dado que saldrás tarde del bar. No quiero que quedes desprotegida, ni tampoco Paula o Natalia. Sois las que más arriesgáis en esto.
No pude negarme, de modo que asentí con la cabeza y pasé el resto de la reunión escuchando el plan por completo una vez más. Si mi superior decidía que fuese Héctor a buscarme, yo debía aceptarlo. Comprendía sus razones. Él simplemente estaba enviando a un agente a apoyar a otro para evitar correr riesgos. Pero yo prefería correr riesgos antes que ver fracasar la operación.
—Cuando salgáis de aquí, ninguno de vosotros debería volver a pisar esta comisaría si no se trata de una emergencia —advirtió el sargento—. Una vez que entréis en las vidas de los Beltrán, no debéis hacer nada que pueda relacionaros con la Policía.
Todos asentimos. La reunión se dio por finalizada poco después.
El sargento fue el primero en salir, y Héctor me hizo una señal para que me quedase en la sala de reuniones para hablar. Me quedé sentada mientras los demás salían. No resultaba extraño, dado que todos pensarían que Héctor y yo nos habíamos quedado para conocernos, pues trabajaríamos juntos.
—¿Sabías que tendrías que venir a recogerme? —pregunté en cuanto nos quedamos a solas y me aseguré de que la puerta de la sala estaba cerrada.
—El sargento ha hablado conmigo esta mañana y me ha pedido que lo hiciese —respondió él—. No hay muchas personas que sepan acerca de la misión y a quienes pueda pedir algo así, y no quería dejar a sus agentes solos en una operación como esta.
—Yo no tendré ningún problema; no dejaré que Gonzalo me descubra. Tendré cuidado. No necesito que nadie cuide de mí como si fuese una niña.
—Tener cuidado no es suficiente cuando se trata de los Beltrán —replicó—. No se trata de considerarte una niña, sino de que el sargento teme que uno de sus agentes pueda aparecer muerto. Somos su responsabilidad. Si la situación se complica, preferirá que yo intervenga y ver fracasar la operación antes que arriesgarse a que te maten.
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Editado: 08.01.2022