No fue por dinero

Capítulo 7

—Joder, no sé cuándo será la operación —dije, frustrada.

Me encontraba dentro del coche de Héctor, en el monte, en un lugar por donde, a aquellas horas de la madrugada, nadie pasaba. Había ido a recogerme al salir del club, y me había propuesto ir allí, los dos solos, para tener sexo. Yo había aceptado sin dudarlo. Porque sentía que lo necesitaba.

Había tenido la precaución de avisar antes a Pablo para que no se preocupara al no verme llegar a la hora acostumbrada.

—Seguro que aún tienes tiempo para averiguarlo —me tranquilizó Héctor.

—Eso espero.

—Por el momento, todo está saliendo mucho mejor de lo previsto. Tú te has acercado a Gonzalo, y Natalia a Izan.

—Izan solamente mantendrá a Natalia a su lado si le gusta el polvo de esta noche —le advertí, porque sabía lo suficiente sobre Izan como para estar segura de aquello—. Puede tener prácticamente a la mujer que desee, y Natalia debe convencerlo para que la elija a ella.

—Estoy seguro de que lo logrará. Y, respecto a ti, Lara...

No quería continuar hablando. Me incliné hacia él, dispuesta a besarlo de nuevo para volver a tener sexo, pero él colocó una mano sobre mi hombro, impidiéndome alcanzarlo. Lo miré, no sin sorpresa.

—Lara, sé que no debería decirte esto, pero temo por ti. Sé que te estás presionando demasiado a ti misma, y no puedo evitar estar... nervioso.

Bajé la vista, pensativa. Era precisamente aquello lo que teníamos que evitar. Los sentimientos que pudiese haber entre nosotros no podían interferir de ninguna manera en la operación; debíamos ser profesionales.

—Héctor... no quiero alejarme de ti, pero si mantenernos cerca puede significar que temerás por mí en todo momento y hay algún riesgo de que esto salga mal, me temo que tendremos que hacerlo.

A pesar de que en un principio había estado segura de no querer estar con nadie, me gustaba la cercanía de Héctor. Me gustaba hablar con él, y disfrutaba de tener sexo con él. No estaba enamorada, pero no quería tener que separarnos después de haber estado tanto tiempo sola. Me gustaba la idea de tener a alguien a mi lado, además de a Pablo.

Pero, si tenía que dejar a Héctor para hacer caer a los Beltrán, lo haría sin dudarlo.

—No interferiré en la operación —me aseguró—. Tengo el mismo interés que tú en que todo esto salga bien. Quiero hacerlos caer. De modo que, cueste lo que cueste, te aseguro que controlaré mis emociones.

—Bien, entonces...

Me interrumpió el sonido de mi teléfono. Tardé pocos segundos en sacarlo de mi bolsillo y, en cuanto vi el nombre que aparecía en la pantalla, se lo mostré a Héctor, quien pudo verlo claramente.

—Contesta —dijo rápidamente.

Coloqué un dedo en vertical sobre mis labios, pidiéndole que estuviese en silencio, y él asintió. Confiaba lo suficiente en él como para saber que se mantendría en silencio, por lo que respondí a la llamada.

—¿Gonzalo?

No comprendía por qué me llamaba a aquellas horas, cuando hacía tan poco tiempo que habíamos estado juntos. ¿Habría olvidado decirme algo o me habría descubierto con Héctor?

Miré rápidamente a mi alrededor por si descubría la presencia de alguien o de algún otro vehículo a nuestro alrededor, pero parecía que estábamos solos.

—¿Estarás muy ocupada estos días? —preguntó él.

—No, excepto por el trabajo. ¿Ocurre algo?

Héctor estaba atento a la conversación. Tal vez pudiese escuchar lo que Gonzalo decía, dado que estábamos en completo silencio, aunque no tenía tiempo para preguntármelo demasiado.

—Bueno... tengo varios hermanos, además de Izan, que es al que has conocido y el más idiota de todos ellos. En unos días, será el cumpleaños de uno de ellos, y me gustaría que vinieses a la celebración.

Sabía perfectamente a quién se refería. Eloy Beltrán cumpliría diecinueve años pronto, y en su familia, era habitual celebrar los cumpleaños por todo lo alto, organizando una fiesta a la que acudían tanto amigos de la familia como otras personas influyentes y adineradas. Cada uno de los hijos de la familia tenía una fiesta así por su cumpleaños.

—¿No será demasiado pronto? —pregunté, fingiendo una inseguridad que estaba lejos de sentir—. A Izan no le he caído bien, y no quiero que mi presencia dé lugar a problemas en la familia.

—No importa lo que él desee. He hablado con nuestro padre, y cuento con su permiso. De hecho, también Izan llevará a una mujer, probablemente una a la que apenas conozca, como es habitual en él.

Sonreí.

Lorenzo Beltrán me había aprobado como invitada, y lo que era aún más importante, Gonzalo se había atrevido a pedirle su aprobación por mí, a pesar de lo que Izan pensase acerca de mí.

—En ese caso, supongo que tendré que aceptar. Gracias por la invitación, Gonzalo.

—De nada. La fiesta será el sábado, a las ocho. Te enviaré un mensaje con más información pronto.

—Gonzalo... ¿qué debería llevar? Nunca he estado en una fiesta de esas, y no sé cómo debería vestir. Ni tampoco sé si debería llevar un regalo para tu hermano, ni...

—No te preocupes por eso; pediré a mi hermana que te ayude con la ropa o que me ayude escoger algo para ti, y en cuanto al regalo, yo llevaré uno por los dos.

Su hermana... No sabía si Leonor estaría dispuesta a ayudarle, dado que su hermano mellizo parecía detestarme, pero no dije nada al respecto. Al fin y al cabo, se suponía que yo no conocía el nombre de su hermanastra.

—En ese caso, no dudes de que asistiré —dije.

—Perfecto, pues.

Me aseguró una vez más que me enviaría más información por medio de una llamada o un mensaje pronto, y que mantendríamos el contacto, antes de colgar.

Me volví entonces hacia Héctor, quien esperaba con paciencia a mi lado, sin hacer sonido alguno.

—¿Has escuchado la conversación? —pregunté.

—Sí. Creo que has llegado más lejos de lo que pensábamos, si te ha invitado al cumpleaños de su hermano en su casa. Conocerás a su familia.




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