No tardé en saber que Natalia no estaría invitada al cumpleaños de Eloy. Había pasado una buena noche con Izan, pero él tenía otro nombre en mente, y no había podido hacerlo cambiar de opinión. Cuando Héctor me lo contó por teléfono, fingí que no me preocupaba, aunque me habría gustado poder contar con mi amiga.
—Soy consciente de que ahora será todo más complicado para ti —comentó Héctor—. ¿Crees que podrás hacerlo?
—Sí —respondí, imprimiendo en mis palabras toda la seguridad que fui capaz de acumular—. Solamente tengo que fingir estar muy interesada en Gonzalo... no será para tanto, en realidad.
No se lo creyó, porque ambos sabíamos que, aunque intentase restar importancia o peligrosidad al asunto, la realidad era que estaba poniendo mi vida en peligro al entrar en aquella casa.
—Si no quieres hacer esto, esperaremos —dijo—. Tenemos tiempo. Lo importante es asegurar que todos los agentes salen de esto con vida.
—Si no voy, perderé la oportunidad de conocer detalles sobre la entrega, y Gonzalo se negará a volver a invitarme porque quedará en mal lugar ante su familia. Tengo que hacerlo, y estoy dispuesta.
Sabía, desde el principio que, si quería llevar a cabo aquella operación, no podía actuar como una cobarde. Tenía que arriesgarme. Sabía, de primera mano, que muchos policías arriesgaban sus vidas en el sur del país para acabar con el tráfico de drogas y de personas, y yo no podía ser menos. Tenía un compromiso que cumplir.
—Solamente quiero que sepas que no es tu obligación —me dijo Héctor—. Por mucho que los de arriba presionen, eres tú quien tiene la última palabra para decidir qué hacer.
—Héctor... creo que este es uno de los motivos por los que está prohibido que dos policías en una relación sentimental participen en una misma operación, ¿no lo crees?
Lo nuestro no era una relación formal, pero era innegable que había algo y que, debido a ello, nos teníamos mutuamente cariño y respeto. Y tampoco a mí me gustaría saber que su vida estaba en peligro.
—Sí, supongo que sí —admitió—. Pero sabes de sobra que no vamos a separarnos, y que tampoco vamos a abandonar la operación.
—Si esto no sale bien por nuestra culpa, Héctor...
—¿Y por qué no iba a salir bien? Has logrado acercarte a Gonzalo, y lo harás bien. Y yo haré mi parte lo mejor que pueda.
Cuando colgamos, yo aún continuaba con dudas. Mis amigas estaban arriesgando mucho también en aquella operación, y no podía exponerlas a ningún peligro además de a los que ya se enfrentaban. Menos aún por mi cercanía con Héctor.
Dado que no tenía mucho que hacer aquella mañana, —decidí enviar un mensaje, interesándome por la celebración del cumpleaños de Eloy Beltrán. Sabía qué día era, y que en su familia siempre celebraban los cumpleaños por todo lo alto en la víspera. Porque el verdadero día del cumpleaños lo pasaban con su círculo más íntimo.
Gonzalo me llamó por teléfono en lugar de responder al mensaje, y cogí en cuanto vi su nombre en la pantalla de mi móvil.
—¿Tienes tiempo para hablar? —me preguntó.
—Sí —respondí—. Te he enviado un mensaje porque no quería molestar...
—No te preocupes; tengo tiempo. He estado hablando con mi hermana, y dice que está dispuesta a ir de compras contigo esta misma tarde, si quieres. Para ayudarte con la ropa para el cumpleaños. Por supuesto, corre a mi cuenta.
Tendría, por tanto. la oportunidad de estar con Leonor a solas. Pero tenía la sensación de que ella había visto aquello de la misma manera que yo, y que querría tener la opción de conocerme a solas y juzgarme. Considerando que Izan era su hermano mellizo, era probable que hubiese oído hablar mal de mí.
—¿Estás seguro de que no será una molestia para ella? —pregunté—. Lo último que querría sería molestar...
—No le importará. Ella misma se ha ofrecido a ir contigo. Aunque si tú no quieres...
—No, no es eso —me apresuré a negar—. Es solamente que no quiero que tengas problemas en tu familia por mi culpa.
—No te preocupes por eso. ¿Puedes pasar por el bar a las seis? Mi hermana sabe la dirección; pasará a buscarte en coche.
—Claro. La esperaré allí.
No pude evitar sonreír una vez que la llamada hubo finalizado. ¿Cómo no iba a hacerlo? Estaba a unas pocas horas de encontrarme con Leonor Beltrán, y la idea me asustaba e ilusionaba a partes iguales. Ella era la única chica entre varios hermanos, y estaba segura de que su opinión sería tenida muy en cuenta. Si desconfiaba de mí desde el principio, tendría problemas.
Envié un mensaje rápido a Héctor para ponerle al tanto de las novedades, pero no me molesté en llamar para explicárselo todo. También a Pablo le envié un mensaje. Quería que supiese lo que estaba haciendo, y que no se preocupase si me veía regresar tarde al piso.
Esperaba que mi amigo no estuviese teniendo problemas. No podía apenas ayudarlo, y me sentía terriblemente mal por ello. Pablo nunca se quedaría tranquilo si yo volviese golpeada como había hecho él. No lo dejaría estar. Él buscaría a los culpables y los haría pagar. Y yo debería hacer lo mismo por él, pero no lo estaba haciendo, sino que confiaba en que no volviese a suceder. Me sentía mal por ello.
Pablo no regresó para comer aquel día, pero me envió un mensaje haciéndome saber que todo iba bien, para evitar que yo me preocupase. Por lo tanto, tuve toda la mañana para pensar en cómo sería mi encuentro con Leonor Beltrán, y para preocuparme por ello. Porque, si bien no tenía un aspecto serio como el de su padre, había que tener presente de qué familia procedía.
Salí del piso con tiempo suficiente para llegar al bar antes de las seis. Fui caminando para poder despejarme por el camino, y porque tenía tiempo suficiente. Quería relajarme para caerle bien a la hermanastra de Gonzalo. Pero, cuando yo llegué, diez minutos antes de la hora acordada, ella ya estaba allí, apoyada contra un BMW deportivo mientras fumaba y miraba la pantalla de su teléfono móvil.
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Editado: 08.01.2022