No fue otra noche loca

Capítulo Trece

El ambiente se había tornado incomodo, a pesar de lo sucedido creíamos que él no había escuchado pues nadie decía nada así que el que rompió el silencio fue el mismo Jesús acercándose a nosotros sin quitar la sonrisa de su rostro.

— Hola, mucho gusto—dijo tendiéndonos la mano—Ustedes deben ser los amigos de Caro.

— Así es—respondí forzando una sonrisa que mas que nada se convirtió en una mueca.

— Ella es Sofí y el es Laín—dijo Caro presentándonos.

— Eres una chica muy guapa, Sofí. Mi debilidad son las pelirrojas.

Con ello confirmamos que no había escuchado nada o bien se estaba haciendo.

— Ni siquiera lo pienses, Jesús, ella tiene novio y ese ese malote que está a su lado— advirtió Caro de inmediato.

— Solo estoy haciéndole un cumplido, no por ello debe preocuparse.

Laín sonrió fingiendo.

— No estoy preocupado por ti en lo absoluto, sé muy bien como es Sofí y jamás se fijaría en un pejelagarto como tú.

Pensé que ante tal comentario que había hecho Jesús reaccionaria de mala manera, pero al contrario se echo a reír.

— ¡Que gran sentido del humor tienes! —dijo palmeándole el brazo yéndose de ahí.

Eso no le agrado mucho a Laín pues noté como se ponía tenso.

— Vamos a entrar, el tiempo es oro.

La casa de Caro era muy grande, todo elegante y espacioso, los muebles impecables, ni un atisbo de suciedad. Nos guío por un pasillo a una de las habitaciones sin que ella escuchara le susurré a Laín.

— ¿No te confundiste? ¿Seguro que era el mismo chico de la pandilla?

— Sofí, jamás olvidaría a ese tipo, es el mismo.

Si era el mismo ¿Entonces por qué no había reconocido a Laín?

Al llegar a la habitación Caro nos enfrentó.

— No sé si se confundieron de persona, pero no puedo creer lo que me dices Laín. No quiero que se sientan incomodos aquí, pero de igual forma no quiero que hagan sentirlo incomodo a él.

— Tranquila Caro, entendemos. —dijo Laín.

— Pero bueno, no les importa dormir juntos ¿o sí? —dijo mientras abría la puerta.

— Por supuesto que no—respondió Laín de inmediato.

— ¿Sofí, no te importa?

Pensé un momento, luego negué.

Caro salió de la habitación dejándonos para que nos pusiéramos cómodos por mientras la siguiente parada seria ir a comer algo ya por la noche saldríamos con los amigos de ella.

La idea de salida que yo tenía en mente no se asemejaba en lo absoluto con lo que dijo que haríamos y mas teniendo a Laín a mi lado.

Dejamos las maletas, Laín se sentó en la cama mirando un punto fijo en la pared, me acerqué a él y le tomé la mano.

— ¿Te encuentras bien? —pregunté con preocupación.

— No entiendo como es posible que esto suceda, de miles de personas como es que dimos de nuevo con él, tenemos un imán para atraer gente del pasado al parecer. Te confieso, pequeña, pensé que nunca lo volvería a ver.

— Tal vez no comprenda del todo como te sientes, pero parece que él no te recuerda, sé que es difícil y quizá no deba pedirlo, pero deberías olvidarlo. Disfruta estos días conmigo sin darle la importancia a ese sujeto.

Laín colocó su mano en mi pierna y la apretó.

— Eso intentaré, pequeña.

Desempacamos el resto de las cosas, nos cambiamos de ropa y minutos después ya estábamos listos. Caro fue por nosotros para tal como había planeado llevarnos a comer.

Nos subimos al carro y vimos como Jesús nos observaba entrecerrando los ojos cuando miraba a Laín.

En el trayecto Caro no se decidió por una canción, cuando en la radio empezó a sonar una de reguetón empezó a bailar mientras conducía.

— No conozco esa canción, pero tiene buen ritmo eh.

Le sonreía viendo cómo se alocaba. Miré de reojo al asiento trasero, Laín se encontraba perdido en su celular, en su rostro aún reflejaba esa preocupación.

Después de unos minutos llegamos a comer, un restaurante de carne, cuando Laín empezó a ordenar Caro me miró.

— ¿No ha comido en meses, o qué onda?

— Te puedo escuchar, Caro—respondió Laín sonriendo.

Al terminar la comida aun nos quedaban unas horas libres así que le dije a Caro que fuéramos a un museo de arte que era muy conocido en la zona. Quizá podrá sonar aburrido, pero era algo que a mi me gustan. Los museos.

Para mi desgracia estaba cerrado así que lo pospusimos, fuimos a conocer otros lugares y ya casi en la noche regresamos a su casa.

Saliendo de bañarme se ofreció en arreglarme, le dije que no era necesario, pero la insistencia era tanta que terminé accediendo.

Caro me prestó un vestido, no me permitió verme hasta que finalizara, en cuanto lo hizo miró orgullosa su trabajo.

— Créeme, esta noche, Laín querrá quitarte ese vestido con los dientes.

Me levanté de la silla y me paré frente al espejo, quedé realmente sorprendida de lo diferente que me veía. Era un cambio completamente nuevo para mí, y realmente me gustaba.

Espere que Caro terminara de arreglarse y una vez estuvimos listas las dos salimos de la habitación.

Laín al verme sonrió y se acercó a mí. Vestía un traje negro, elegante, pero no tanto.

— Luces… espectacular, pequeña. —dijo dándome un beso en el cuello.

— Es hora de irnos—dijo Carolina.

Nos subimos a su auto y nos dirigimos aquel lugar. Un pequeño como restaurante, Caro lo rentó para su evento de bienvenida.

El lugar ya estaba lleno de los amigos de ella, nos dijo que comiéramos y bebiéramos todo lo que quisiéramos, que en un momento estaría de vuelta con nosotros.

Sin pensarlo Laín le tomó la palabra y me jaló de la mano para que lo siguiera a la barra a comer. Un mesero se acercó y nos ofreció una bebida, yo la rechacé, pero Laín la tomó sin problema.

— No pensé que tomaras. —dije con asombro.

— A veces lo hago, pero siempre con moderación por supuesto.



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En el texto hay: romance, romance drama humor

Editado: 28.01.2022

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