No llores, mi Princesa

CAPITULO 23

Está mañana, lo primero que oigo es el chorro de la ducha. Dormida, me giro en la cama, y con mi brazo cubro mis ojos de los rayos del sol. No me quiero despertar, no todavía. Quiero aprovechar lo más que pueda de ese momento de tranquilidad. Ese momento, en el que tu cerebro no piensa. Atraída por el espacio dejado por Alessandro, acerco su almohada a mi rostro, y respiro; no sé a qué huele, pero nada más con respirarla sé que es el olor de Alessandro: huele a virilidad, seguridad y ternura. De pronto, abrazo la almohada como si fuese Alessandro para que nunca más se escape de mí, para que nada, ni nadie nos separé: jamás.
Una lágrima se escapa de mi ojo porque por primera vez, las dudas son tan reales que duelen. Los videos que vi ayer son tan desgarradores que no sé cómo volver a ver a Alessandro. 

—Servicio a la habitación —dice un muchacho detrás de la puerta. 

Con una sonrisa, solo pienso en lo detallista que es Alessandro y con pereza me levanto. Camino hasta la puerta de la habitación, y observo perpleja el dorso de la silla de acero pegada debajo de la perilla. —Oye, Alessandro, ¿tanto miedo tenías a que me escapará? —pregunto al quitar la silla. 

—¿Qué? —pregunta Alessandro, al abrir la puerta del baño. 

—La silla —repito, al quitar la cadena de la puerta. 

—¡No! —me grita Alessandro.

Paralizada, abro los ojos en grande. Alessandro corre hasta mí y me tira sin miramientos al suelo. Con su mano, me tapa la boca—. Silencio —me ordena, al quitarse de encima mío. Sigilosamente, camina hasta la silla, con una mano toma mi ropa y con la otra saca una pistola. 

—¡¿Qué?! —susurro.

—Toma, en el baño, abre la ventana y vete. 

—No, no me iré sin ti —digo, temblando. 

—Catalina, ¡diablos! ¡No tenemos tiempo! ¡Vete de aquí! 

—No...

Sin miramientos, Alessandro me alza como un vulgar saco de papas. En el baño abre la ventana: —Vete, y te sigo. 

En la habitación, se escucha la cadena de la puerta ceder y pasos ahogados por la alfombra invadir el cuarto. 

—Vete, ahora. No te preocupes por mí, tendré refuerzos —dice al empujarme por la ventana del segundo piso. Enseguida caigo de rodillas sobre la grava. Aturdida, realizo que no puedo volver, no puedo ayudar a Alessandro. De inmediato, verifico que nadie me haya visto y me pego contra la pared. Cubierta por los arbustos, me quito la bata y me visto con prisa. Con alivio, verifico que mis cosas están en mis bolsillos: billetera, celular y hasta las llaves del auto. No es imposible, Alessandro debió preparar todo... ¿Cuándo?Tengo que avisar a alguien: ¿Lee, Luca? No tengo sus números.
Él es el Cuervo, Catalina; bien puede hacerlo sin tí. Siempre lo ha hecho.

Con esa idea en mente, corro hasta mi vehículo, y escapo. En el auto, conduzco el corazón en la garganta, el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que la impresión de ahogarme me perfora el pecho. Sin piedad me imagino a mi Alessandro ser aplastado por esos hombres. De pronto, un auto aparece estacionado al frente mío y con los nervios en punta, casi lo choco. Con todas mis fuerzas piso el pedal del freno, las ruedas chirrían y mi frente pega contra el volante. Faltó poco, muy poco. Ni pondría mi mano entre ambos autos. El semáforo pasa a verde, y la fila vuelve a avanzar.  

—SIM3, necesito los números de los compañeros de Alessandro del Grupo 3. 

—Enseguida, Catalina.

—¿Sí, diga? —dice una voz en el altoparlante.

—¿Quién habla? —pregunto sorprendida.

—¿Catalina?

—¿Lee?

—Catalina, ¿qué pasa? Se supone que íbamos a por ti. 

—Cu... Alessandro me echo de la habitación. Él... él está ahora solo... 

—Ok, Alessandro necesita ayuda, ¿es eso Catalina? 

—Sí.

—¿Sabes cuántos son? 

—No, volveré a llamarte —y enseguida cuelgo. Giro el volante, y me devuelvo. No hay forma que lo deje allí solo. Lee necesita información y la buscaré. 

Apenas me acerco al hotel, hay una camioneta negra con la puerta abierta. A unos metros de allí Alessandro arrastrado por tres hombres y custodiado por otros cuatro que lo llevan para dentro. 

—SIM3, necesito que rastrees esa placa y la señal del celular de Alessandro. 

—ENSEGUIDA. RATREO ACTIVADO.

—Envía la información al celular de Lee, por favor. Enseguida yo llego. 

Con eso, me dirijo al lado opuesto. Vuelvo al refugio de mi hermano. Ya no soy una princesa, tengo que entender lo que pasa. Tengo que ayudar a Alessandro, ya no quiero ser ningún peso muerto. Conduzco con tanta prisa que llego al refugio en tiempo récord. 

Cinco minutos después estoy frente a SIM. 

—SIM, enséñame todos los videos que descargaste. 

—ABRIENDO EL ARCHIVO PUENTE. VIDEOS Y SONIDOS DECARGADOS DEL SISTEMA CERRADO DE VIGILANCIA, CONEXION DE ENLACES DE REDES PRIVADAS A PROVEEDORES DE CELULARES.  




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