No lo digas, alguien puede escuchar

Encuentros I

La semana paso veloz trayendo consigo amargo sabor: el sábado.


 

Un pésimo humor se instalo en Alexa, llega tarde a las clases de meditación.


 

- Srta. Giacometti - abruptamente se detiene - lo siento no puede pasar a la clase, tiene 1 hora de retraso por favor asista el próximo sábado y sea puntual - aclara la Recepcionista.


 

Alexa exhala, frunciendo el entrecejo se marcha. Refunfuñando cruza sin ver el semáforo, el sonido de los autos, hicieron que reaccionará aunque alguien halo su muñeca evitando un accidente.


 

- Debería tener más cuidado, no creo que le guste estar en una Clínica - dice su salvador.


 

- Lo tendré, gracias - levanta la barbilla quedando impactada.


 

- ¿Qué sucede? - pregunta curioso.


 

- ¡Eres tú! - no sale de la impresión.


 

- Claro que soy yo - ríe a causa de la situación - ¿Quién más podría ser?


 

- ¡Malcolm Oliveros! - recupera un poco la compostura - el mejor Cardiólogo del país - sonríe - ¡Eres tú! - llena de emoción salta llamando la atención.


 

- Srta. Por favor tranquilícese, está llamando la atención - habla abochornado.


 

- Oh lo siento - sus mejillas se tornan rojas sutilmente - es que...


 

- Gracias por reconocerme - sonríe halagado.


 

- ¿Puede tomarse una foto conmigo? - muestra su celular.


 

- Por supuesto - después de la foto se despiden.


 

De mejor humor decide ir a su playa favorita. 


 

Uno de sus pasatiempos favoritos es leer sobre medicina; y conocer al hombre que admira en persona es... La felicidad completa para el corazón.


 

Radiante, usando un traje especial para hacer submarinismo, sube a un bote. Al estar lejos de tierra suficiente para explorar unos cuantos metros, le dan señal. Y se sumerge.


 

Transcurrió unos 15 minutos, volvieron a la orilla.


 

Se cambia a un traje de baño dos piezas azul eléctrico, lentes oscuros, acostada en la silla, disfrutando el paisaje.


 

Con mejor aura, radiante, sonriente, almuerza en un restaurante árabe. Saliendo satisfecha del lugar recorre las calles hasta llegar a un parque cerca de su casa.


 

Una pelota golpea la espalda de Alexa.


 

- ¡Hey! - se queja un poco.


 

Un pelaje suave, ojos azules y lengua fría invaden sus mejillas.


 

- ¡Scott! - llama alguien. - En verdad, lo lamento... Tú - se miran.


 

- Parece que es cosa del destino - ladra el cachorro - o de Scott - mueve la cola. - De que nos presentemos - este lame su rostro - Alexa.


 

- Ryan - se estrechan las manos - parece que al final - rasca su nuca - tenias razón la suerte está conmigo - ambos rien - disculpa a Scott estaba jugando y la pelota rebotó de más...


 

- Olvídalo ¡Me encanta tu lobo siberiano! - el cachorro se monta sobre ella, lamiendo su rostro.


 

- Le gustas - sonríe.


 

- Así parece - irradia felicidad - ¿Estás apresurado? - este niega - ¿Podemos charlar? 


 

- Con gusto - se sienta junto a ella - ¿Qué te gustaría?


 

- Mmm - piensa un poco - ¿Vives cerca ? 


 

- Sí a unas pocas cuadras, hace unos meses que llegué a la Ciudad, empecé mis estudios en la Universidad - sonríe - quise independizar me y voy bien - aparece un lindo holluelo en su mejilla. - Contabilidad e Idiomas. - Suspira - Me encanta esta Ciudad 


 

- Si lo dices así cambio de carrera y no me voy nunca de aquí - sonrien - ¡Genial que estés a gusto en esta pintoresca ciudad! ¿De verdad? ¡Que bien! Espero nos llevemos bien - una idea surgió en su mente - ¿En dónde laboras?


 

- En un bar bastante conocido - conectan miradas.


 

- Sino es muy precipitado ¿Te gustaría acompañarme a una cena hoy?


 

- Lo siento, será para la próxima tengo que laborar, tal vez el lunes, es mi día libre.


 

- En ese caso intercambiemos números, estaremos en contacto - ambos anotan.


 

Siguen conversando por un largo rato.


 

- Agradezco tu invitación y la amena conversación pero debo marcharme - observa el reloj.


 

- ¡Oh, vaya! - acaricia a Scott - No pensé que fuese tan tarde, no hay de que - sonríe - recuerda escribirme y gracias - se despiden - hasta pronto Scott.


 

...


 

Estaban los tres tocando el timbre de la mansión de Aarón Ferreiro.


 

Fueron recibidos por un mayordomo informándoles que pronto llegarían los Ferreiro.


 

- ¡Bienvenidos! - brindo un cálido saludo a los Giacometti - les presento a mi esposa Lucy - sonríe.


 

- Un placer conocerles por fin - dibuja su mejor sonrisa. - Mi esposo a hablado de ustedes que casi siento que los conozco de toda la vida - endulza su voz - tu debes de ser Alisson y Alexa - a esta última lanza una mirada de pocos amigos discretamente - ¡Oh! Querida no seas tímida - empuja suavemente a su hija.


 

- ¡Bienvenidos! - hace un fallido intento de sonrisa - ¿Gustan conversar mientras le muestro la propiedad Alexa? - logra componer.


 

- Seguro - responde Daniel - las esperamos para cenar - sonríe.


 

Alexa se marcha desconfiada junto a Sara.


 

- Dónde estábamos era la sala de visitas - explica Sara sin mirarla - este es el salón de juegos - abre una puerta, Alexa mira a otro lado.


 

Le dió el tour hablando lo necesario, terminando en el jardín.

Alexa queda embelesada, Sara siguió dando su explicación dejando atrás a la visitante. 


 

Alexa al percatarse intenta buscar el camino de regreso haciendo que se perdiera en ese laberinto.




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