No Más Cuentos Para El Príncipe

El príncipe no recibe calabazas solo en Halloween

¿Negro o azul?

Por un lado la chaqueta negra lo hacía sentir como en un espía dentro de su película favorita, por el otro lado, siempre supo que el azul lo hacía lucir como un príncipe salido de un cuento de hadas. 

Los cuentos de hadas le gustaban desde que era un niño, pues su madre y su abuela siempre le hacían ver su gran parecido a los héroes de las historias más famosas, con su cabello rubio y facciones tan simétricas que eran casi imposibles de creer. Además, en esos cuentos siempre gana el joven apuesto sin necesidad de hacer mucho esfuerzo, a excepción de aquella absurda historia en la que el monstruo se queda con la chica y el tipo guapo cae del tejado.

Sentía los escalofríos subir por su espalda solo de pensar en ello.

Pero, volviendo a su predicamento, necesitaba elegir el atuendo perfecto para invitar a cierta pelirroja al fiesta de navidad de la empresa en la que trabajaba su padre, al parecer ese año se habían sentido inspirados por las cadenas de supermercados y habían decidido enviar las invitaciones a mitad de octubre y él no se iba a quejar de ello.

 Notó que le sería imposible escoger qué color usar, pues no le cabía la más mínima duda de que se veía demasiado bien con ambos. No pudo evitar pensar que tomar este tipo de decisiones sería más sencillo si no fuese tan bien parecido, vaya suerte la que tenían las personas de apariencia promedio.

Entonces se dijo a sí mismo que si él no era capaz de tomar una decisión la respuesta era muy obvia, al igual que con sus trabajos escolares, solo tenía que encontrar a alguien que lo hiciera por él. Preferiblemente alguien que no tuviera tan buen gusto como él, así le sería más fácil elegir.

—¡Amber, necesito que me ayudes! 

Luego de unos momentos aparecío en su habitación una chica de cabello negro con un corte hasta los hombros, vistiendo unos jeans desgastados que hacían juego con un sudadero de una banda que para el rubio era desconocida y por supuesto un par de zapatillas deportivas que de seguro tuvieron mejores días algunos años atrás.

Perfecta para la tarea, pensó.

—Blake, la tía Lisa me paga para regar sus plantas, no para cuidarte a tí —dijo ella mientras  se quitaba sus guantes de jardinería.

Solo quería un trabajo para tener algo de dinero extra, pero no pensó en su primo y su ego que últimamente casi llenaba cada espacio de la enorme casa.

—Somos familia, se supone que debes ayudarme cuando estoy en medio de una crisis —pronunció con el semblante serio.

¿Podría él ser el único que entendía la gravedad del asunto?

—¿Tenemos que repasar de nuevo el significado de la palabra crisis? —cuestionó levantando una de sus cejas—. Porque te recuerdo que el que se te acabe la cera para el cabello no cuenta como una y no me vas a convencer de conducir hasta el otro lado de la ciudad solo para comprar tu marca favorita otra vez.

No era para nada una sorpresa que Blake hiciera que Amber perdiera la paciencia, en realidad lo raro era que ella hubiese accedido a recorrer la ciudad entera en  busca de la bendita cera.

—No es eso esta vez —contestó mordiéndose la lengua para evitar decirle que para él esa sí que fue una crisis, pero sabía que si esperaba obtener su ayuda, no era buena idea comenzar discutiendo.

—¿Y entonces, no encuentras un espejo lo suficientemente grande para ver tu cabeza? —Lo picó de nuevo.

Amber sabía exactamente cómo molestar al rubio y necesitaba desquitarse un poco porque desde unas semanas atrás Blake había estado más insoportable de lo normal, hablando de un tipo que según él tenía aspecto vagabundo y que estaba arruinando sus planes.

—No.

Su paciencia estaba por acabarse y su prima lo sabía. Por eso decidió parar sus comentarios por un momento.

—Bien, entonces dime, ¿qué es lo que está  molestando a esa cabecita teñida?  

Bueno, quizá lo iba a molestar solo un poco más.

—Voy a dejar pasar lo que acabas de decir sobre mi cabellera, la cual es cien por ciento natural, solo porque en serio necesito que me des tu opinión —dijo mientras tomaba las dos chaquetas y las ponía cerca de su rostro— ¿Cuál de estas debo usar cuándo invite a Carly a la fiesta de navidad? 

Amber intentó con todas sus fuerzas no reír, tanto que hasta sus ojos se llenaron de lágrimas justo antes de soltar una carcajada que todo el vecindario pudo escuchar.

—¿Qué sucede? —Preguntó el rubio sin entender nada.

—Tú… tú… — La pelinegra tenía un ataque de risa y no era capaz de articular palabra.

—¡No es gracioso, Amber! —Espetó Blake, sin entender por qué su prima escogió ese preciso momento para perder la cabeza por completo.

—Lo…, siento…, es que…, creo que…, sería mejor que busques una bolsa de papel para esconder tu vergüenza cuando te vuelva rechazar —logró antes de volver a estallar en carcajadas.   

Blake le hubiese respondido sin pensarlo dos veces, de no ser porque sabía que Amber tenía razón. Había pasado años intentando que la pelirroja saliera con él y estaba comenzando a pensar que tal vez, solo tal vez, ella no estuviera interesada. Pero vamos, que esos pensamientos eran desechados de inmediato, era imposible que ella no quisiera salir con él, solo había que verlo. 



#15846 en Novela romántica
#2904 en Chick lit
#9648 en Otros
#1417 en Humor

En el texto hay: cuentos, cuentos de hadas, pricipe

Editado: 07.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.