No me digas adiós

Capítulo 9

Domingo 2 de septiembre

―Está un poco aburrido, ¿no? ―comenta Alfredo cubriendo un bostezo con la palma de la mano.

―Tienes razón ―acepta Karolina―. Lo peor es que será el último partido que vea. Quería irme satisfecha tras ver un buen encuentro.

―¿Te vas?

―Papá me hizo prometerle que regrese hacia el mediodía. Es la hora que vuelve mamá, ella no sabe que estoy contigo. Ya lo conoces, ella no es tan permisiva como papá.

―Ella no me tiene confianza ―señala Alfredo con una sonrisa picarona.

―Un poco de eso debe haber ―reconoce Alejandra―. Y otro poco creo que es por su religión. Ya sabes lo cuadrados que pueden ser los creyentes. Menos mal que mamá no se toma todo eso de las normas muy en serio. No obstante, que su hija ande callejeando, como ella dice, no está bien visto.

Alfredo suelta una risa.

―No andamos callejeando. Lo que hacemos es apoyar el deporte local.

La alegría de Alfredo la contagia.

―Se lo diré la próxima vez que saque eso de que no le gusta que su hija sea una callejera.

―Me pregunto si se lo tomará con humor o te dará un tortazo en la cara.

Alejandra abre los ojos.

―Mamá nunca haría algo así.

No sabe que un día hasta los nunca más improbables llegan.

―Lo decía en broma ―excusa Alfredo―. Entonces a las doce a casa. Ni modo, promesas son promesas. ¡Y yo que pensaba llevarte a almorzar a ese restaurante que está a la salida del municipio!

―Otro día será.

La verdad es que le encantaría. Pero prometió volver para las doce. Aunque si le pide permiso a su madre cree que se lo daría, si no lo hace es porque apenas ha pasado un día desde el fin de su noviazgo. Aunque no tiene que guardar ninguna especie de luto a Miguel por lo que hizo, ella sí se lo merece. Le había entregado muchas esperanzas e ilusiones a ese chico. Alfredo es sólo un amigo, pero pasar todo el día con él no le parece correcto, por más que se lo pase bien con él.

―¡Mira quién va a entrar! ―dice una voz a sus espaldas.

―Es Matías ¿no?

―Sí, es el hijo de Antonia.

Karolina vuelve a centrar su atención en el partido. Un muchacho delgado trota a mitad del campo. Una sonrisa se le escapa, la camisola y la pantaloneta le quedan un poco grandes, lo que le da un aspecto curioso y divertido. Es el chico del parque. Se detiene en la banda, a no más de diez metros de la joven. Alza el rostro y sus miradas se cruzan. Tiene un rostro bonito. Karolina le sonríe. El chico tarda más de la cuenta pero al final también sonríe. Es una sonrisa carismática y pura. A Karolina le encanta esa sonrisa. Solo que ella no le denominará el chico de la sonrisa mágica en su mente, pues ya le tiene un nombre: Matías.

―Matías, pilas, que el partido ya empezó ―grita la voz a espaldas de Karolina a la vez que suelta una carcajada.

El joven se azora visiblemente, se vuelve y centra su atención en el juego, que ya se ha reanudado tras el saque de banda.

Karolina ríe llevándose las manos a la boca. Pobre, estaba tan despistado. Siente un poquito de pena, pero se le hace más divertido que motivo de lástima. Hasta que se percata que ni mucho menos es la única que notó el despiste del joven. Ella ha ocultado la risa con las manos, otros no han sido tan amables. Incluso se oyen algunos silbidos burlescos.

―Jaja ―Alfredo es de los que ríen sin disimulo―. ¡Qué idiota! ¿Sabes que es lo más divertido? ―No espera a que Karolina de alguna respuesta― Que tú tienes la culpa, cuando le sonreíste hiciste que su mente se fuera a la luna. Seguro ninguna chica tan hermosa le había sonreído jamás.

Por alguna razón a Karolina no le agradan los comentarios de Alfredo. Se pone seria y no dice nada. Aunque la última oración contiene un halago para ella, es la que peor le ha sentado. «En algo estás equivocado, Alfredo ―piensa―, estoy segura que muchas chicas le han sonreído antes. Por no ir más lejos, el viernes último una joven estudiante que tú dices que es hermosa le sonrió». Se promete que si el chico se vuelve en otra ocasión para buscarla con la mirada, le sonreirá las veces que sean necesarias. Alguien tiene que apoyarlo.

Alfredo nota el cambio de humor de Karolina. Parecía divertirse y ahora se ha puesto seria. ¿Es por lo que dijo?, ¿conocerá a ese muchacho? Seguro que sí, por eso le sonrió. La semilla del rencor empieza a nacer. Alfredo también se pone serio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.