No me digas adiós

Capítulo 25

Domingo 9 de septiembre

¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?

Es la pregunta que se hace Matías. Se supone que ese sería su día. Ese domingo sería un parteaguas en la vida del joven. Ese día iniciaba su dicha. Lo ha marcado, pero al revés.

Carmen, Karolina, el partido…

En su mente se repite una y otra vez esa jugada fallida. ¿Por qué rayos no entró?

―Ya no te mortifiques ―aconseja Francisco, que vuelve de la barra con dos Gallo en botella, son las primeras―. Cualquiera pudo fallar esa jugada. El portero ya volvía a su posición, el defensa se barría con todo… únicamente quedaba libre el hueco del exterior. Que entrara ya era cuestión de suerte.

Matías asiente. Bebe la mitad de la cerveza de un trago. Si sólo fuera la jugada. Si únicamente hubiera significado la clasificación… pero significaba más, significaba el acercamiento a su chica de la sonrisa mágica. Y ahora, ¿cómo podía ir y decirle; ey, mira, no anoté pero igual aquí estoy, no tengo sentido del honor y siempre sí quiero que me des tú número?

¡Ridículo!

Se toma la otra mitad de la cerveza de un trago. Levanta la mano y pide otras dos.

―Tranquilo, hombre, que esto no es carrera de caballos.

Matías no responde, solamente hace un gesto de fastidio.

―Se llama Karolina ―comenta Francisco un rato después, cuando Matías empieza la segunda cerveza.

―¿Qué?

―La chica, tu chica, se llama Karolina.

―Pero dijiste que no la conocías.

―No es difícil averiguar un nombre por acá. Y también sé que su amiga colochita se llama Alejandra.

―Bien por ti. Ahora dime ―en un intento por desviar el tema de conversación, pensar en Karolina le está resultando muy doloroso. Aunque claro, hablar de Carmen tampoco es la mejor alternativa― ¿cómo rayos fue que te aliaste con Carmen? Nunca los presenté ni nada de eso.

―Redes sociales, Mati. Ella notó que siempre nos etiquetamos en memes y nos comentamos las bobadas que compartimos, también subimos muchas fotos juntos, no fue difícil que supusiera que acá soy tu mejor amigo.

―Acá y en cualquier lado ―aclara Matías.

―Gracias por ello ―agradece―. Luego insistió, insistió, insistió e insistió ―le da un trago a su cerveza― y volvió a insistir hasta que accedí que te llevaría con ella cuando estuviera aquí. No hice gran cosa, si te pones a analizarlo.

―Concuerda con lo que Carmen dijo. ¿Entonces por qué te noté tan nervioso?

―No sabía cómo ibas a reaccionar. Además, me hizo prometerle que te llevaría con ella, pero nunca concretamos hora y lugar. De modo que cuando dijo que estaba en el estadio, una hora antes del partido, con tu Karolina rondando por allí, dije, ¡Oh mierda Pancho, la que has armado!

Que se denominara Pancho le sacó una sonrisa a Matías.

―Dime qué pasó al fin.

Matías se termina la segunda cerveza y, como Francisco aún tiene a la mitad la primera, coge la suya y le da un trago antes de contarle lo que hablaron. Cuando termina, es Francisco quien levanta la mano y pide otras dos. Suelta un silbido.

―Esa chica está buenísima, no entiendo cómo la has dejado ir. Si quieres mi opinión, no entiendo cómo te has encaprichado de Karolina, para mi tu ex es tan o más guapa.

Matías sonríe con nostalgia. Es cierto, no que sea más guapa, sino que ambas son guapas. Carmen está por cumplir dieciocho, es normal que tenga el cuerpo más definido que la chica de la sonrisa mágica, Karolina, corrige. Si piensa en ella debe hacerlo por su nombre. Aunque lo que quiere es no pensar en ella, ni en Carmen, ni en el partido.

Por el comentario de Francisco deduce que este no entendió del todo que no se trata de un asunto de si una es más o menos guapa. Porque… No, nada de pensar en chicas. No gana nada con ello. Además, ya no hay esperanzas con ninguna.

―La luz de tu celular está parpadeando ―señala Francisco.

Tiene el celular en modo silencioso desde antes del partido, por lo que no sabe desde hace cuánto recibió el mensaje. Es un mensaje de Andrea. ¡Apenas ha pensado en ella! Lee el mensaje, pero no responde. ¡Nada de chicas! No importa si se trata sólo de una amiga.

Pide una nueva tanda de cervezas.

―No quiero hablar de chicas, no hoy. Emborrachémonos mejor.  




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