No me digas adiós

Capítulo 43

Sábado 15 de septiembre

Prácticamente no ha dormido nada. ¿Se siente cansado? Para nada. Tiene la adrenalina a mil. Pocas veces se ha sentido tan inquieto y excitado como en esa ocasión. Las veces que más se le asemejan son la noche previa a su primer día de trabajo, cuando no sabía si daría la talla. Y aquella vez de niño que lo llevaron a la capital tampoco pudo dormir casi nada durante la noche previa. No recuerda muchas otras que se le parezcan.

Si hubiera programado el día que perdió su virginidad, probablemente la noche previa hubiera sido un mar de nervios y emoción, cosa que no fue así. Esa ocasión tan especial en la vida, simplemente sucedió.  

Dejó de mensajear con Karol a la 1:13 de la mañana, que es la hora en la que él mandó el último mensaje. No obstante, siguió despierto mucho rato después, mientras su imaginación volaba a mundos de felicidad. La última vez que vio la hora, antes de que el sueño de verdad empezara a atraparlo, eran las 3:23. Lo recuerda porque antes de quedarse dormido pensó en que era una hora capicúa.

Durmió dos horas, libre de sueños, o al menos no recuerda ninguno. A las 5:30 tenía los ojos abiertos, fijos en el techo ya visible por la claridad del día que empezaba a despuntar. No es que hubiese programado alarma. Es simple emoción.

Sabe que ya no podrá dormirse de nuevo, así que se incorpora y permanece un rato sentado en el borde de la cama. Escucha los ruidos del naciente día en aquel pueblito de Guatemala. Es temprano, pero ya hay ruido de motocicletas y autos, de motores moliendo maíz y una que otra risa de las chicas que van a la molienda, inclusive escucha el canto de un gallo y la risa y voz pastosa de algunos trasnochadores que se tomaron toda la noche para emborracharse.

Las Cruces es un lugar todavía bastante rústico, sin centro comercial ni cine. No hay una verdadera librería, ni un supermercado, ni un McDonald o Pollo Campero. Esas cosas las tenía en San Benito, entre muchas otras. Sin embargo, en esos instantes, no imagina lugar mejor para estar que ese.

Son las 5:45. ¿Y si le pone un mensaje? Sabe que el desfile, en el que participan todos los establecimientos educativos del casco principal del municipio, empieza a las 7:30. No sería descabellado pensar que ya está despierta. Y si no lo está, ¿qué mejor que al despertar y ver su celular lo primero que vea sea un mensaje suyo? También podría parecer pesado, pero no lo cree. En último caso le demostrará que de verdad le interesa.

Empieza a darle forma al mensaje en la mente y estira el brazo para coger el teléfono. Primero enciende los datos. Se levanta emocionado cuando de inmediato cae un mensaje de Karolina. ¡Él que quería sorprenderla!

Lo lee. La hora es de las 5:25. ¡La chica le escribió hace veinte minutos! ¿Es que tampoco pudo dormir o tiene que preparar muchas cosas antes del desfile?

Karol: ―Hola. ¿Sigues dormido? Supongo que sí. No hace ni cinco horas que nos acostamos. Sólo quería repetirte que me lo pasé genial ayer contigo, no sólo durante el día sino también por la noche, especialmente cuando te llamé y hablamos quedito y casi muero del susto cuando mi madre preguntó que qué hacía a las doce de la noche. La verdad es que he dormido poco. ¡Por Dios! ¡Mira todo lo que escribí en un mensaje! Mejor a lo que iba: ¡Buenos días! ¿Cómo amaneciste?

Ha leído todo con una sonrisa de idiota. La misma no se borra de su rostro mientras escribe una respuesta. Le lleva más de cinco minutos escribirla. Y es que el mensaje que ha recibido merece una respuesta digna. La chica ha dejado ver su emoción, casi seguro que también su corazón, en ese mensaje. Se esmera en que la respuesta sea igual o más efusiva.

La chica lee de inmediato su mensaje y responde enseguida. Un nuevo intercambio de mensajes que se prolonga hasta que Carolina grita a su hija si piensa ir al desfile o no, que se hace tarde. No se despiden, el intercambio de mensajes continuará, aunque de forma esporádica, hasta que se saluden en persona.

El joven busca qué ponerse, toda su ropa es sobria, y se mete a la ducha. Mientras el agua cae sobre su rostro, decide que no puede esperar más. Pensaba ir lento, conocer a la chica, dejarle entrever sus sentimientos de manera paulatina, para ver cómo reaccionaba ella. En cambio, está convencido de que los sentimientos son mutuos. Si acaso no tan fuertes como los de él, pero sí existentes.

¡Ya lo tiene decidido!

¡Ese 15 de septiembre le pedirá a Karol que sea su novia!

*******

―¡Aquí lo tienes, Alfredo!

―Gracias, Lepo.

El vaquero le entrega las riendas de su caballo: Colorado. No es un nombre con mucha imaginación, tratándose de un alazán de raza, pero es un nombre que le gusta. Se lo regaló su padre cuando cumplió los quince años. No es el más grande de la hacienda, tampoco el más rápido, pero es el suyo y le tiene mucho aprecio. Ese día lo llevará a las carreras de cinta. El año pasado le hizo ganar tres premios, nada mal, cifra que piensa superar en esa ocasión.




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