No me digas adiós

Capítulo 60

Sábado 22 de septiembre

El teléfono vibra sobre la mesa. El chico da un trago a la botella de cerveza y mira de reojo el celular. La pantalla no se ha iluminado, por lo que supone que se trata de una notificación de whatsapp. Seguramente se trata del enésimo mensaje de Karolina.

Leyó los primero cinco después de reenviarle la foto que le mandaron hace poca más de una hora. El resto, los ha ignorado. Ni qué decir que no ha cogido ninguna llamada.

Acompañó la fotografía con un mensaje.

“Creí que ibas a despedir a tu amigo Román. Si bien mi memoria no es un prodigio, estoy seguro que puedo distinguir a las personas, y ese no es tú amigo. ¿A qué juegas Karolina?”

La respuesta de la joven no tardó en darse:

Karol: ¿Cómo es que tienes esa fotografía?

Karol: ¿Quién te la mandó?

Karol: ¿Fue Alejandra?

Karol: No. Ella sería incapaz de hacer algo así.

Karol: Amor, no es lo que parece.

Luego cerró la aplicación, guardó el celular en su bolsillo, gritó a su madre que volvía en un rato y fue a por su moto. Su voz debió sonar diferente, ronca tal vez, porque su madre se asomó por una ventana.

―¿Ocurre algo? ―preguntó.

―No. Nada.

No se atrevió a decir más pues incluso él percibió el graznido que le salió por voz. También la vista se le había tornado borrosa. Esperó hasta estar a media manzana de su casa para limpiarse las lágrimas traicioneras.

Entró al primer expendio de bebidas alcohólicas que se le cruzó en su camino. Salió con la finalidad de tomar algo de aire, de serenarse, para pensar con la mente fría. Sin embargo, al tomarse la primera cerveza, pensó que emborracharse no era una mala opción.

En esos momentos va por la quinta cerveza y empieza a sentirse ebrio. Se pregunta si César ya estará borracho. Suelta una risita queda al imaginar lo que diría su jefe al saber que se está tomando unas cervezas por culpa de su novia. Por supuesto, es algo que no le contará.

La fotografía, aunado a lo que César le acababa de decir, lo cabrearon en serio.

En la imagen se podía ver a su novia sentada a la mesa con un muchacho alto, bastante más que el propio Matías, atractivo quizá, y vestido de forma correcta. El chico gesticulaba, como si estuviera contando algo sumamente importante y la joven escuchaba con la barbilla apoyada en las manos. Le oía de la misma manera que le escuchó a él aquella vez que le explicó el juego que practicaron en la heladería. Es probable que fuera ese detalle lo que más le molestó, aunque no apostaría por ello; le molestaron muchas cosas.

La gota que colmó el vaso, por lo que estuvo a punto de llamarle y decirle algunas cosas, fueron los cinco mensajes que alcanzó a leer de la retahíla que la joven le envió. No negó nada, lo que hizo fue preocuparse sobre quién la había quemado. ¡Mentirosa! ¡Y mira que decirle que iba a despedir a un amigo! «¡Si es que es un amigo solamente!» Lo que no entiende es porqué decirle que iba con alguien cuando salía con otro. O por qué contarle algo siquiera.

Alza la mano para pedir una nueva cerveza cuando la pantalla de su celular se ilumina por una llamada entrante. El contacto está agendado como “Amor”, y la fotografía es de una hermosa jovencita cuya sola sonrisa consigue que su corazón de un salto de marca olímpica. Está enamorado de esa joven, comprende con crudeza, por eso es que todo duele tanto.

Como pasar de la joven hasta estar borracho, luego llamarle y decirle cosas de las que luego se arrepentirá, es una opción que ya no contempla, decide contestar. Ese es tan buen momento como cualquiera para escuchar lo que la joven tenga que decir.  

Sale del local hasta la calle y contesta. Una mesera le grita “la cuenta”, a lo que el joven responde señalando que se ha dejado las llaves en la mesa por lo que volverá.

―¡Por fin! ―La voz de la chica es entrecortada, a pesar de ello, la felicidad es palpable.

El alma del joven le cae a los pies. De pronto se siente miserable, culpable y un nudo se forma en su garganta. «Estuvo llorando. Y mucho tuvo que ver mi actitud». Se siente fatal. Pero la culpa sólo dura lo que tarda en recordar de nuevo esa fotografía.

―¿Por qué no cogías mis llamadas? ―pregunta la chica, cuya voz ha tomado tintes de severidad―. ¿Y por qué no leíste mis mensajes?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.