Internado "Mayfield Saint Leonard".
Las chicas del internado se dirigían en fila a la clase de la señorita Williams, que daba lecciones de etiqueta, entre cuchicheos cuando otra de la maestras de la institución fue hacia la señorita Werrington.
- Lady Werrington, acompáñame por favor hacia el despacho de la directora.
Antes de irse intercambió una mirada cargada de preocupación con Amanda. No era buena señal cuando una le hacía llamar al despacho, normalmente era para dar un toque de atención o recibir un castigo disciplinario. Temía que fuera porque había descubierto su escapada de la anterior noche. ¡Vaya metedura de pata si la hubiesen descubierto! Ya no habría más salidas del colegio nocturnas. Ese pensamiento la entristeció más que el posible castigo que pudiera recibir.
En medio del silencio se escuchaba el taconeo de los zapatos sobre el suelo de piedra. La joven levantó la vista y se topó con el moño estirado de la maestra Green. Todas las maestras llevaban un recogido muy estirado que nadie pensaría que podría escaparse un mechón de esa prisión de cabello, mientras que, las alumnas llevaban dos trenzas en rodetes. Parecían verdaderos ángeles.
Tragó saliva cuando vio detenerse enfrente de la puerta, antes de entrar, la maestra anunció su presencia ante la directora.
- Puede pasar.
Asintió y dio un respingo cuando la puerta se cerró dejándola sola con la imponente figura de la directora Mary Angel Wilde. Había estado pocas veces en el despacho; la primera vez fue cuando llegó allí entre lágrimas por el abandono de su padre; las otras veces que podía recordar eran porque había tenido más de cuatro palabras con su peor enemiga, Samantha.
- Buenos días, lady Werrington - la joven hizo la correspondiente reverencia antes de sentarse -. Se preguntará el porqué le ha llamado.
Asintió y observó como la mujer de traje negro y abotonado hasta el cuello sacaba de su cajón un sobre con el sello familiar.
- Esto es para usted. A nosotros nos ha llegado otra carta del duque - le comentó mientras se la daba -. En la que nos comentaba que su presencia en la institución no se prolongaba más. Se puede marchar mañana mismo si quiere.
Abrió los ojos como platos y no abrió la carta. Le temblaba las manos y el cuerpo. ¡Por fin podía volver a casa!
- Es una buena noticia para usted. Por favor, abre la carta. Seguro que su padre quiere explicarle su decisión y de su marcha - le instó de nuevo la directora con esa voz firme, pero a la vez, suave sin alzar la voz.
Rompió el lacre del sobre y leyó con el corazón apretado:
Para mi querida hija.
Esta carta que te escribo es para decirte que puedes volver a casa. No puedo arrepentirme de la decisión que tomé hace cinco años pensando en lo mejor para tu bienestar pero ya creo que tu estancia allí se ha acabado. Tanto tu madrastra como yo, tus hermanos, te echamos de menos...
- ¿Qué ocurre? - llegó escuchar de la directora. Pero parecía tan lejano a ella.
Le hervía la sangre. Por culpa de su madrastra había estado encerrada allí. Sin verlos salvo en las fechas indicadas como navidad, el cumpleaños del duque... Pero eso no servía de consuelo para la soledad que había sufrido dentro y por culpa de un abrazo inocente. Tenía tanta rabia contenida.
- Nada, señora Wilde - continuó leyendo.
Además, hija mía. Hace poco hemos recibido la petición de pedida de tu mano, por parte del hijo de los señores y amigos Perrowl. Estamos encantados y esperamos que recibas esta noticia con alegría. Quizás, habrías deseado una temporada digna para que encuentres a tu futuro esposo pero creemos que es el indicado para ti, mi niña. Es buen muchacho y por lo que me dijo en su visita te quiere.
¡No podía ser!
¡Peter!, su corazón empezó a bombear como un loco. Puso una mano sobre el corazón queriendo frenar sus latidos desenfrenados. Temía que la directora pudiera notar la leve alteración emocional de su cuerpo.
Nadie sabe más de esta petición más que nosotros, tu familia, y los implicados, cuando llegues trataremos la situación con delicadeza y discreción para que no haya habladurías que afecten tu reputación.
Le he enviado otra carta a la directora explicando tu marcha hacia Devonshire. Espero que vuelves con nosotros con una sonrisa. Todo será distinto cuando llegues.
Te quiere tu padre.
Duque de Devonshire.
- ¿Se encuentra bien? - le preguntó con tiento y vio delante de sus ojos un pañuelo que le tendía la señora Wilde.
- Sí, gracias.
- Es una triste noticia perderte como alumna, pero comprendo que desearás cuanto antes volver a casa. Por ello, he mandado que preparen tus cosas. Podrás irte por la tarde.
- ¿Tan rápido?
- Sí, el duque lo ha decidido así - suspiró -. No ha querido prolongar más tu estadía aquí.
- ¿Podría despedirme de mis amigos?