Odiaba los lunes de escuela, después de un gran fin de semana no quería volver a la realidad, pero la alarma se negaba a dejarme en paz.
— MIERDA – grité desesperada y con mal genio.
— ¿Con esa boquita besas a tu madre? – miré a mi izquierda y rodé los ojos.
Max estaba viéndome con una expresión burlona, sabía que odiaba los lunes y lo peor era que sentía que de un momento a otro la cabeza me iba a estallar. A duras penas recordaba como llegue a casa, esperaba no haber hecho demasiadas tonterías.
— Hola Max, no estoy de humor para tus preguntitas.
Soltó una carcajada y se sentó en el sillón que había a lado de mi cama blanca.
— No sé porque me sorprende – dijo con sarcasmo.
No estaba con ánimos y pronto empezaría a perder la poca paciencia que tenía.
— ¿Qué haces en mi habitación? – pregunte alzando una ceja y con voz irritada.
— Venía a ver si ya estabas lista para ir al instituto.
Me parecía extraño que él me preguntara eso, pero él era así, impredecible, pero a pesar de todo nos llevábamos súper bien.
Mire el reloj que había en mi velador, eran las 5:30, faltaban como dos horas para poder salir hacia el instituto. Joder, alguien cambió la hora de mi alarma.
Lo mire de forma desafiante, ahora todo cobraba sentido. Max nunca venía a ver si ya estaba lista para ir al instituto, por lo general nos esperábamos en la puerta principal para irnos juntos.
— ¡Max! —dije bostezando.
Apenas mencione su nombre salió corriendo de mi habitación, sin duda alguna temía por su integridad física, algo raro ya que yo era una pan de Dios, bueno… la mayor parte del tiempo. Supongo que sabía lo que le iba a preguntar dado que yo no le dije nada.
— Max —grité — ven aquí ahora mismo, no huyas cobarde, además ni siquiera sabes lo que te voy a decir.
— Bueno punto, lo siento —dijo asomando la cabeza por la puerta, pero sin abrirla del todo —. Pero es que cuando hablas con ese tono, nada bueno se acerca.
Según yo, hablé con un tono normal, pero él fue quien me escuchó, así que no sé.
— ¿Tú cambiaste la hora de mi alarma? —pregunté con voz calmada.
— Ah, eso. No fui yo, fuiste tú quien la cambió.
Ni siquiera preste atención a lo que dijo.
— Lo sabía —grité, pero después caí en cuenta en lo que había dicho —, espera ¿Qué? ¿Cómo que fui yo?
— Sabía que ese día habías tomado, pero no creí que fuera tanto como para que no lo recuerdes.
— Sabes que no estoy acostumbrada a tomar, por lo general se olvidar algunas cosas, así que no siempre es culpa del alcohol.
— Cierto —soltó una pequeña sonrisa.
— Ahora explícame.
— ¿Recuerdas la fiesta del anterior fin de semana? —, dudosamente asentí— bueno, estábamos hablando y recordando el día en el que nos conocimos, hasta que llegó Steve y cambiamos de tema para que se integre…
Max siguió hablando, pero yo ya no le estaba escuchando, mi mente había viajado al día en el que conocí a ese chico insoportable, Dios, ni siquiera lo he vuelto a ver y aún sigue molestándome.
Estaba corriendo mientras escuchaba música en mi mp3, solo habían pasado dos canciones y ya me sentía cansada, Dios mío, debía mejorar mi resistencia. Estaba descansado, hasta que alguien gritó ¡CUIDADO!, regresé a ver a la izquierda pero no había nadie y antes de que pueda ver a la derecha, ya me encontraba en el suelo, con un chico encima de mí.
Lo miré detalladamente, era 10 cm más alto que yo o eso parecía, tenía un ojo color miel y el otro de color avellana, no era musculoso pero tampoco delgado, se podría decir que era simpático.
— Puedo levantarme o vas a seguir observándome — preguntó mientras me veía fijamente a los ojos.
— Puedes levantarte, solo estaba mirando quien fue el idiota que salió a la calle en patines sin siquiera poder controlarlos.
— Me agradas, no he conocido personas como tú —dijo al levantarse.
¿Personas como yo? ¿Con ojos, nariz, boca, extremidades, todas las partes que conforman un cuerpo humano?, eso no le iba a decir, puesto que no lo conocía. Además, no entiendo a qué se refería con que no ha conocido personas como yo, tal vez solo estaba intentando coquetear conmigo o solo quiso decir algo para cortar la tensión que se estaba haciendo presente.
— Ya, pero tú no a mí, así que si me disculpas debo irme.
Apenas me puse en pie, sentí dolor en el tobillo y volví a caer, pero ahora de rodillas.
— ¿Estás bien? —preguntó.
Joder, pensaba que ya se había ido. Si fuera él ya me hubiera ido.
— Si, gracias por preguntar —contesté con sarcasmo y poniendo los ojos en blanco.
— Tu rodilla está sangrando.
Mire mi rodilla y efectivamente, estaba sangrando. Bueno he tenido peores heridas y sigo viva, así que no pasa nada.
— Oh, cierto
Max movió su mano frente a mi cara y salí del trance en el que me hallaba.
— Ally, ¿me estás escuchando?
— Disculpa, ¿qué me decías?
— Te estaba contando como pusiste la alarma, pero ya me di cuenta que no me escuchabas, ¿en qué andas pensando?
— En nada importante.
— Sí, claro, como no —respondió con algo de diversión en su voz.
— Si fuera algo importante ya te lo habría contado, ¿no crees?
Max es mi mejor amigo, nos conocemos desde hace tres años, pero me bastó la primera hora de platica para saber que seriamos de esas amistades que duran toda la vida o al menos eso espero. A veces tenemos la suerte de conocer a una persona con la que desde el inicio hacemos clic y pareciera que fuéramos amigos de toda la vida, justo eso me pasó con él, tal vez él aún no lo sabía pero yo ya había decidido que seríamos amigos durante lo que me quede de vida.