No me odies #5

Capítulo 2

Clarette sabía de su regreso antes de verlo en la fiesta.

Londres era una ciudad donde las noticias volaban de prisa. Había más repercusión si dicha persona tenía una relación directa con el apellido Werrington. Así era. Charles Caruso, era hijo adoptivo de Dante y Diane Caruso, hermanastra de Cassandra y de Julian, duque Werrington. Podía decirse que era tío y cuñado de Charles. La boda entre Alice Caruso y el duque fue muy sonada y criticada, a pesar de que habían pasado los años, aún los londinenses seguían acordándose de la ceremonia.

Ahí estaba, en esa fiesta, donde él había sido acompañante de sus padres. Aunque había tratado ser indiferente, notaba su presencia como si lo estuviera detrás de ella en vez de unos metros que los alejaban el uno del otro.

Siete años sin saber nada de él desde la última vez que lo vio. Ahora que lo veía, los sentimientos de antaño se removieron. ¿Cómo no sentirlo si no lo había podido arrancar de sus pensamientos? ¿Qué iba decir de su corazón que se había vuelto como un pajarillo asustado?

Estaba con su madre, lady Rawson, y la tía de su prometidoEstaban las tres apartadas de los demás presentes. Ella no se sentía cómoda con ellas, aunque una de ellas fuera su madre y la otra, una pariente cercana de lord Bernard Erikson. Este último se había ausentado de la fiesta. Su tía había alegado que no se encontraba bien; lo que ella se imaginó que estaría jugando en el club. ¿Para qué mentirse? Él no le gustaba las fiestas, prefería pasar una tarde o noche en el club jugando a las cartas o tomándose un brandy en vez de disfrutar una velada o una fiesta donde había baile y acompañar a quien era su prometida.

Ella no podía quejarse porque no era la diversión personificada. Tampoco, podía reprocharle si no le acompañaba a dichos eventos porque su ausencia la calmaba, aunque su madre habría pensado que el futuro marido de su hija estaba siendo, como diría, negligente con ella. Sí, habría pensado. Pero como quería que su otra hija estuviera casada y con nietos, cosa inimaginable para ella, se callaba cuando años atrás habría despotricado en contra del caballero. Lady Rawson mantenía una sonrisa falsa mientras escuchaba a la otra mujer.

¡Estaba siendo una noche bastante tediosa!

Aunque no debería hacerlo por su paz mental, su mirada fue atraída por la figura del caballero de cabellos castaños y rojizos, que hablaba con los impertinentes de Hudson y Granger, dos libertinos de mucho cuidado. No se centró en ellos, sino en él.

Había cambiado.

Sintió una sensación extraña en su interior que le creó desosiego y... algo que no pudo definir. Su corazón dio un vuelco cuando su mirada chocó con la suya pillándola en el acto. La apartó notando como la vergüenza se hacía dueño de ella.

No debería haberlo mirado.

Por muchas razones. Porque, aunque ha transcurrido mucho tiempo, no podía quitarse la culpa de haber roto el amor que se habían profesado su hermana y él. No se lo merecía. Otra razón, él nunca se fijaría en ella, aunque tuviera otro apellido y no fuera gemela de su hermana.

¿Por qué lo tenía tan claro y se sentía tan miserable?

Lo sigues amando, Clarette.

Ese pensamiento que surgió de su mente le provocaron el apremio de huir de allí.

No lo amo, intentó tranquilizarse. Era normal que me sienta así porque cuando me enamoré fue fuerte e hice desgraciados a mi hermana y a él.

Cuando creyó que la razón había vuelto a ella, su cuerpo tembló. Sin girarse, sabía que era Charles. Saludó a su madre y a la tía de Bernard, luego, le tocó a ella. Se giró poniéndose la máscara de frialdad e indiferencia, aunque su corazón latía desenfrenado. Alzó una mano en el pecho intentando que no latiera tan rápido. Parecía que se le iba a salir del pecho. Temió tontamente que él pudiese descubrir el efecto que causaba en ella.

— Buenas noches, señorita Rawson — por su mirada no parecía aguardarle rencor.

Él nunca supo la verdad, le recordó la vocecita de su conciencia.

—Buenas noches —omitió llamarlo por su título y él se dio cuenta de ello. Además, de un detalle importante, no lo había mirado a los ojos directamente.

Pudo notar como una de sus comisuras se alzaba hacia arriba pero no llegaba a ser una sonrisa completa.

— Pensé en saludarla y felicitarla por su compromiso — ella por unos segundos se preguntó qué compromiso hasta recordar el suyo propio como una jarra de agua bien fría.

—Gracias —dijo tan escueta y sin emoción. Se dio una bofetada mental. Pensó que no podía ser más seca porque no quería.

El hombre se quedó mirándola y ella no sabía qué hacer. Se crearon los segundos más tensos de su vida. Eso y cuando él fue a visitar a su hermana, después de la supuesta traición de su hermana hacia él.




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